Qué es Enojo:

Como enojo se denomina el sentimiento desagradable que experimentamos cuando nos sentimos contrariados o atropellados por las palabras, las acciones o las actitudes de otros. La palabra, como tal, se deriva de la palabra “enojar”, que proviene del latín vulgar inodiāre, que significa ‘enfadar’.

El enojo, por lo general, nos predispone el ánimo contra otra persona o contra una situación específica que se nos ha vuelto desagradable o injusta. En este sentido, las causas de un enojo pueden ser tanto externas como internas.

Son externas cuando están relacionadas con situaciones que ocurren a nuestro alrededor, como un impasse con otra persona, una falta de respeto, una actitud de desobediencia, un malentendido o un error. E internas cuando las experimentamos dentro de nosotros mismos, como problemas personales, situaciones del pasado no resueltas o recuerdos desagradables de eventos traumáticos, que cuando vuelven a la memoria nos despiertan sentimientos de enojo.

Sinónimos de enojo pueden ser enfado, disgusto, ira, irritación o desagrado.

En inglés, enojo puede traducirse como anger o rage cuando equivale a ‘enfado’. Por su parte, cuando tiene el sentido de ‘irritación’, puede verterse como annoyance. Mientras que cuando es sinónimo de ‘problemas’, puede traducirse como troubles o trials.

Vea también Ira.

Enojo en Psicología

Desde el punto de vista de la Psicología, el enojo puede manifestarse con varios niveles de intensidad, dependiendo de la gravedad de los motivos que lo desaten. De allí que un enojo pueda expresarse con una amonestación verbal leve o con una furia inusitada que, incluso, puede llegar a ser peligrosa si quien la padece no sabe cómo manejarla.

Como tal, cuando experimentamos un sentimiento de enojo, este viene acompañado por cambios a nivel psicológico y biológico. Es decir, parámetros como nuestra frecuencia cardíaca o la presión arterial aumentan, así como el nivel de segregación de ciertas hormonas, como la adrenalina y la noradrenalina.

Enojo en la Biblia

En la Biblia, por otra parte, se advierte sobre la necedad de incurrir fácilmente en sentimientos de enojo. Aconseja Santiago: “Por eso, amados hermanos míos, todos ustedes deben estar dispuestos a oír, pero ser lentos para hablar y para enojarse, porque quien se enoja no promueve la justicia de Dios” (Santiago, I: 19-20).