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Heridas emocionales: ¿qué son y cómo nos afectan?


¿Sabías que tu manera de ver el mundo, de interpretar la realidad, de ver y percibir las situaciones, lo aprendes en la infancia? Influye también el ambiente, la familia, el contexto socioeconómico y cultural, las experiencias vitales, el carácter...

No les damos mucha importancia, pero las experiencias vividas en la infancia dejan huellas que marcan nuestra personalidad. En este artículo explicaré cómo las heridas emocionales de la infancia, afectan nuestro presente y pueden condicionar nuestro futuro.

¿Qué es una herida emocional?

Es un hecho que todos tenemos “heridas” de nuestra infancia. Por mucho que se esforzaran nuestros padres o cuidadores, por mucho que nos quisieran, se podría afirmar que todos tenemos “heridas” que suelen crearse en nuestro hogar.

Te preguntarás... ¿qué es una herida emocional? Para contestar esta pregunta, te invito a imaginar un acontecimiento que te produzca una emoción intensa, por ejemplo, dolor, rabia, soledad, ira, miedo, tristeza…, y que no logras resolverlo de forma adecuada. Cuando esa emoción intensa se fija en tu interior, se va creando una herida emocional. Si no tenemos las herramientas necesarias para afrontar estas emociones, ni los acompañamientos adecuados, corremos el riesgo de “acostumbrarnos” a sentir estas emociones intensas y no resolverlas.

¿Cómo se crean las primeras heridas?

Las heridas emocionales pueden ser producto de eventos traumáticos (abusos, muerte de algún familiar, malos tratos...), como también pueden ser ocasionadas por una distorsión en la interpretación de la realidad en la infancia. Es importante señalar que en la infancia somos buenos captando las situaciones e incluso los detalles, pero nuestra interpretación es todavía muy inmadura, no logrando entender adecuadamente lo que sucede a nuestro alrededor.

Estamos programados filogenéticamente para atender a todos los “posibles” estímulos de forma inconsciente, y sólo un pequeño número de esos estímulos son los que pasan a procesarse a nivel consciente.

A medida que vamos creciendo, van aumentando la cantidad de heridas o se van agrandando las que ya tenemos. Algunas de esas heridas las vamos sanando en el proceso de crecimiento, pero otras se van “infectando”. Para afrontarlas, vamos adoptando diversos comportamientos con los que conseguimos “evitar” el dolor que nos producen. Pero, justamente, ése es el problema; que lo evitamos, no lo resolvemos, y el problema se va “enquistando” cada vez más dentro de nosotros. Se podría decir que nos anestesiamos, y eso impide que le demos la importancia que requiere, y busquemos ayuda para resolverlo.

Señales de alerta

Por lo general, en terapia, encontramos diversas señales que nos indican que una persona puede tener heridas emocionales “infectadas”, y que los comportamientos que presenta son, en realidad, síntomas de esta “infección”. A modo ilustrativo voy a mencionar algunas señales para que podamos identificar, pero hay muchas más.

1. Niveles elevados de Ansiedad

Se presenta con palpitaciones, temblores, sudoración excesiva, sensación de peligro inminente, respiración acelerada...

2. Depresión

Se presenta a través del sentimiento persistente de tristeza o vacío, desesperanza, desmotivación, sentimiento de inutilidad o de culpa persistentes, etc.

3. Dificultad en las relaciones afectivas

Surgen conflictos constantes en las relaciones afectivas o dificultad para establecerlas y mantenerlas.

4. Problemas de sueño

Puede existir dificultad para dormir o mantener el sueño, también pueden dormir muchas horas de más

5. Pensamientos obsesivos

Se presentan con ideas recurrentes que nos generan malestar significativo.

6. Inseguridad

Se presenta con falta de confianza en la propia persona y en sus capacidades y recursos personales.

7. Miedo

Que se va extendiendo en varias áreas de la vida y que nos “bloquea” o “paraliza” al momento de conseguir nuestros objetivos.

8. Desconfianza

Se presenta con la tendencia a creer que las personas son deshonestas con nosotros, lo que nos impide mantener relaciones sanas.

9. Actitud defensiva o agresiva

Aparece una dificultad para aceptar nuestra responsabilidad en las situaciones o aceptar las críticas, por lo que nos preparamos para el ataque o atacamos nosotros primero.

Principales heridas emocionales de la infancia

voy a mencionar las 5 principales heridas emocionales que se abren principalmente en la infancia, y que tienen un impacto en nuestro comportamiento al momento de relacionarnos con otras personas.

1. Herida del abandono

Esta herida se abre cuando nuestras necesidades afectivas en la infancia no han sido cubiertas durante un tiempo prolongado, por lo que hemos podido experimentar soledad, falta de afecto o desprotección.

Las personas que tienen esta herida abierta pueden intentar obtener el afecto que les ha faltado en la infancia en sus parejas, amistades o hijos, pudiendo desarrollar dependencia emocional. También pueden mostrar ese miedo al abandono utilizando mecanismos de protección para no conectar realmente con las personas, y así evitar ser abandonados. Son los dos extremos de la misma herida.

2. Herida del rechazo

Esta herida se abre cuando nos hemos sentido rechazados en nuestra infancia. Puede que no hayan aceptado nuestros pensamientos, sentimientos, vivencias, en definitiva, que hayan rechazado una parte de nosotros. Esto va generando la idea de que no somos dignos de amar ni de ser amados, y nos puede llevar al autodesprecio.

Las personas que tienen esta herida abierta tienen dificultad para aceptar una crítica y sufren mucho cuando alguien no acepta su idea o propuesta. Suelen esforzarse para obtener el reconocimiento y aprobación de las demás personas. También pueden evitar el sufrimiento que les produce el rechazo, evitando las relaciones interpersonales.

Heridas emocionales en la infancia

3. Herida de la humillación

Esta herida se abre cuando experimentamos muchas críticas en nuestra infancia, con mensajes negativos relacionados con nuestra forma de hacer las cosas, cuando critican nuestra capacidad o nuestras habilidades. También cuando hacen las cosas por nosotros. Esto termina haciéndonos sentir inútiles e incapaces, inseguros de nosotros mismos y de nuestras ideas y pensamientos.

Las personas que tienen esta herida abierta muestran una autoestima frágil y vulnerable, suelen depender de la imagen que tienen las demás personas de ellas, necesitando su aprobación y reconocimiento constante. Para esto suelen mostrarse complacientes hasta el punto de anularse, e incluso pueden llegar a ridiculizarse a sí mismas, porque en el fondo se consideran inferiores, indignas o menos valiosas de lo que son en realidad.

4. Herida de la traición

Esta herida se abre cuando hemos tenido experiencias en la infancia de haber sido engañados porque nuestros padres o cuidadores principales no cumplieron lo que nos prometieron. Esto pudo haber sido algo puntual, pero importante, o puede haber sucedido en muchas ocasiones, generando desconfianza y soledad.

Las personas que tienen esta herida abierta suelen tener problemas de confianza en sus relaciones interpersonales, y para compensar esto, necesitan “controlar” porque les da seguridad, así hay menos probabilidades de ser traicionados.

5. Herida de la injusticia

Esta herida se abre cuando la educación que se ha ejercido con nosotros ha sido autoritaria, imponiendo los puntos de vista de nuestros padres, pero sin tener en cuenta nuestras necesidades o nuestros intereses.

Las personas que tienen esta herida abierta suelen tener rigidez mental, y esto lo muestran en sus opiniones y juicios de valor que expresan como verdades absolutas. Suelen tener dificultad para aceptar otros puntos de vista, y tienen tendencia al orden y al perfeccionismo.

¿Se puede sanar estas heridas?

No estamos condenados a vivir con estas heridas “infectadas” o abiertas por siempre. En terapia psicológica, se puede trabajar para identificar nuestras heridas y sanarlas.

Según mi experiencia profesional, todos tenemos estas heridas, en mayor o menor medida. Algunas veces las hemos sanado sin darnos cuenta, pero por lo general, conectamos con estas heridas diariamente y, al no saberlo, no le damos la importancia que requiere. Corremos el riesgo de acostumbrarnos y pensar que “somos así” o que “tenemos mala suerte”. Pero en realidad, el conectar con nuestras heridas nos hace actuar de diversas formas, que no son las más sanas ni más adecuadas.

También influye que la herida inicial suele venir de la infancia, y al no tener las habilidades cognitivas suficientemente desarrolladas a esas edades, no necesariamente somos conscientes de esos recuerdos ni del impacto que tuvieron en nosotros.

Por esta razón, considero necesario que si te identificas con algo de lo que has leído en este artículo, no dudes en buscar profesionales de la psicología idóneos que puedan acompañarte en este viaje de autoconocimiento, para ayudarte a identificar las heridas emocionales de la infancia y puedas trabajar para sanarlas. De esta forma, se puede evitar que esas heridas emocionales ocasionadas en la infancia sigan afectando a tu presente y condicionen tu futuro.