Los 3 principales desencadenantes de la ansiedad infantil
A pesar de su mala fama, es necesario reconocer que la ansiedad es un excelente mecanismo de defensa a nivel biológico. Los seres vivos necesitamos poder inducir en nuestro propio organismo estados de alerta conscientes, con la finalidad de agudizar nuestros sentidos y escapar de la amenaza que nos acecha en un momento concreto.
Cuando sentimos miedo y ansiedad, se liberan en el organismo adrenalina y cortisol. La primera incrementa la frecuencia cardíaca, contrae los vasos sanguíneos, dilata las vías aéreas y participa en la reacción de combate del sistema nervioso central (SNC). Por otro lado, el cortisol es de instauración más lenta y se segrega como respuesta al estrés. Este suprime el sistema inmunológico y moviliza los nutrientes del organismo para que sean convertidos en energía, entre otras muchas cosas.
Ambas hormonas le transmiten un concepto claro al cuerpo: prepárate para luchar, correr o enfrentarte a la adversidad. El problema surge cuando el cortisol y otras hormonas del estrés se instauran a largo plazo en el torrente y tejidos del organismo, dando lugar a lo que hoy conocemos como trastorno de ansiedad generalizada (TAG). A continuación, exploramos esta entidad clínica en la edad pediátrica y los principales desencadenantes de la ansiedad infantil.
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¿Ansiedad normal o trastorno?
La ansiedad conlleva una serie de sentimientos negativos y, por ello, es normal que no nos guste experimentarla, seamos infantes o adultos.
De todas formas, es necesario tener en cuenta que cierto grado de ansiedad esporádica en un niño no tiene por qué ser malo. Para él todo es nuevo y cada momento es un desafío (su primer día de colegio, aprender a usar el baño, probar una comida nueva, etc.), así que la hiperestimulación y percepciones ansiosas en esta época son, hasta cierto punto, normales.
Con base en esta premisa, vemos de interés presentarte los signos que confirman el diagnóstico del trastorno de ansiedad generalizada, presentados por la Organización Estadounidense de Psicología en su Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (quinta edición). Para que un TAG sea considerado como tal, se deben cumplir los siguientes requisitos:
- Excesiva ansiedad y preocupación, presentada casi todos los días de la semana, por un periodo de al menos seis meses.
- Dificultad a la hora de controlar las preocupaciones.
- Presentación de al menos tres de estos seis síntomas, casi todos los días de la semana, por seis meses o más: falta de descanso, facilidad para experimentar fatiga, dificultad de concentración, irritabilidad, tensión muscular y problemas del sueño.
- La ansiedad no puede ser explicada por otros trastornos mentales y/o fisiológicos. En este caso, hay que prestar especial atención al trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH).
- La ansiedad no puede ser explicada por el consumo de sustancias.
Este criterio se dirige la población adulta, pero es perfectamente aplicable a pacientes de menor edad. De todas formas, hay que acudir a los profesionales de la salud mental de forma inmediata con el niño si este tiene problemas de sueño o alimentación durante tres días seguidos, si oye voces que el resto no, si se muestra fuera de control o si tiene comportamientos preocupantes, por subjetivo que sea este último criterio. Todos estos síntomas se pueden complementar con los anteriormente descritos para sospechar de un TAG en un niño.
Principales causas de la ansiedad generalizada en niños y niñas
El TAG es un trastorno común, que afecta del 2 al 6% de los niños. Su edad media de presentación es a los 8 años y suele afectar más a niñas que a niños, pero se puede instaurar en otros muchos momentos de la vida. A continuación, te presentamos algunos de los desencadenantes de este trastorno.
1. Herencia familiar y predisposiciones genéticas
Los trastornos de ansiedad muestran un claro patrón de herencia familiar. La aportación genética explica un 38% de la variabilidad de los cuadros de TAG y un 44% de los trastornos de pánico, por ejemplo. El gen Grm2 (Glutamate receptor 2) parece jugar un papel esencial dentro de estas patologías, pero desde luego no se puede atribuir la carga de un trastorno así de complejo a un solo par de alelos.
A nivel de investigación, el TAG se considera un rasgo poligénico, es decir, influenciado por varios genes y mecanismos epigenéticos. La epigenética hace referencia a la expresión o supresión de determinados genes según el ambiente, así que no solo importa la carga genómica, sino también el contexto vital del paciente.
2. Eventos traumáticos
La ansiedad generalizada puede verse propiciada por un evento traumático, como la pérdida de un ser querido, una enfermedad grave o el divorcio entre los padres. Sobre todo, la ansiedad tras la muerte de uno de los padres es extremadamente común. Es necesario que el infante aprenda a canalizar el dolor, controlar sus crisis y a experimentar el duelo, sin prisa ni angustia excesivas. La terapia farmacológica puede ayudar mucho en estos casos.
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3. Sobreprotección
Quizá esto genere más ansiedad como evento natural que TAG, pero como se suele decir, todo suma a la hora de explicar un cuadro psicológico (tanto ambiente como genética y predisposición personal). El hecho de sobreproteger a un niño crea un efecto rebote claro, pues hace que este tenga miedo excesivo al evento al que se le está negando la exposición en primera instancia.
En el caso de los niños con patologías previas o diversidad funcional, la sobreprotección es aún más común. Los padres tratan de evitar que el niño sufra percances por sus condiciones no neurotípicas y, sin querer, hacen que este sienta pavor al entorno que le rodea. Como en todos los casos, acudir a terapia (individual o familiar) puede ayudar mucho a aprender a gestionar las condiciones especiales en cada caso.
¿Qué hacer?
Como hemos visto, el trastorno de ansiedad generalizada (TAG) es una entidad clínica separada del resto, caracterizada por la sintomatología antes descrita. De todas formas, la ansiedad puede ser un síntoma de otro trastorno de amplio espectro, como puede ser el TDAH, trastornos depresivos mayores (MDD) y otras entidades clínicas.
Por ello, a la hora de buscar las causas de la ansiedad infantil, es necesario conocer si esta se trata de un evento natural, una entidad clínica propia o un síntoma de otro trastorno. Solo así se podrán conocer los motivos subyacentes del evento y aplicar el tratamiento adecuado en el paciente, independientemente de su edad. Y los encargados de examinar uno a uno estos casos somos los profesionales de la salud mental, por lo que ante estos problemas es importante acudir a terapia.
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