Anatidaefobia: la fobia "de broma" relacionada con los patos
Existen muchos estímulos y situaciones en el mundo que pueden generarnos miedo. El hecho de tenerlo es en la mayor parte de los casos adaptativo, puesto que se trata de una emoción que nos induce respuestas activas para hacer frente a una posible amenaza o a huir de ella, permitiendo nuestra supervivencia y adaptación a las situaciones.
Sin embargo, a veces la reacción de pánico que puede experimentarse ante un estímulo es excesiva en comparación a la amenaza que el estímulo supone, o bien el estímulo en cuestión no representa ningún peligro para el sujeto en cuestión. Es lo que ocurre a los sujetos que padecen fobias. Entre ellas hay algunas que son más entendidas que otras, las cuales en ocasiones pueden ser socialmente valoradas como raras o extravagantes. de hecho, se han llegado a elaborar fobias ficticias con el fin de generar un contrapunto cómico a este tipo de patologías.
Un ejemplo de estas últimas es la anatidaefobia: el miedo a ser observado por un pato. Este concepto nos brinda la oportunidad de diferenciar entre las fobias probables y las improbables. Y es que algunos de estos trastornos de ansiedad son tan específicos que parecen pura ficción.
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¿Qué es la anatidaefobia?
El término anatidaefobia hace referencia a una fobia específica ficticia que reúne por un lado características a aquella fobia específica a los animales y por otra de tipo situacional. Concretamente, estamos hablando del miedo a ser observado por un pato.
Como fobia específica (de mentirijillas), supone la existencia de pánico y pavor a un estímulo o tipo de estimulación concreta, causando la exposición al estímulo o la idea de que este va a aparecer un muy elevado nivel de ansiedad. Dicha ansiedad puede generar diferentes síntomas fisiológicos tales como cefalea, hipertensión, aceleración del ritmo cardíaco y respiratorio, sudoración, desmayos o incluso crisis de ansiedad. Asimismo, para evitar estas sensaciones el sujeto que la padece suele huir o realizar conductas de evitación, o bien soportarlas con un muy elevado malestar.
En el caso que nos ocupa, la anatidaefobia, el término que la identifica fue inventado por un caricaturista.
La supuesta afectación que genera la anatidaefobia puede ser variable. La mayoría de las personas tienen poco contacto con estas aves, no siendo habitual encontrarlas, algo que en apariencia dificultará que este miedo genere grandes dificultades, más allá de la evitación de parques, estanques y lagos. Sin embargo, el miedo en cuestión aparecería al ser observado por estas aves, algo que incluiría la posibilidad de ser observado sin percatarse de ello. Por ello sería posible que aparezcan conductas evitativas incluso en lugares menos evidentes, tales como la calle (se trata de un ave con la capacidad de volar al fin y al cabo). Además de ello puede generar problemas relacionales, derivadas de la posible ridiculización de su temor.
Ahora bien... ¿qué es, concretamente, lo que hace que esta fobia sea una broma a diferencia de otras reales pero que de tan específicas parecen ser absurdas? La clave está en sus posibles causas.
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Causas
Las causas de la existencia de las diferentes fobias ha sido objeto de discusión científica a lo largo de la historia, elaborándose diferentes perspectivas teóricas y modelos al respecto.
Entre ellas estaría, en el caso de las fobias a animales y situacionales, la teoría de la preparación de Seligman. Este autor consideraba que una posible explicación de las fobias iría vinculada a la herencia, debido a que nuestros antepasados habrían aprendido y transmitido la propensión a reaccionar con miedo a estímulos que amenazaran su supervivencia, como ocurre con las arañas y escorpiones e incluso alguna especie de ave.
En este sentido, echándole imaginación, la fobia que nos ocupa podría tener en parte un sentido evolutivo: los patos son animales voladores que podrían ser comparados con aves de presa, las cuales son capaces de acecharnos desde lo alto. Sin embargo, la realidad es que tiene poco sentido desarrollar un mecanismo psicológico innato de este estilo. Primero, porque las aves de presa no cazan ni han cazado humanos (con la posible excepción del águila de Haast, ya extinta). Segundo, porque aunque existiesen aves que supusieran un peligro, este tendriá que ser muy importante para que compense estar siempre alerta por si nos está mirando un pájaro. Y tercero, porque no tiene sentido desarrollar este miedo solo en el caso de los patos, y no en el de otras aves carnívoras.
Otra de las grandes perspectivas tenidas en cuenta a la hora de adquirir una fobia es el aprendizaje e interiorización del miedo a un estímulo concreto. Ello es posible por ejemplo ante la vivencia o visualización de una experiencia aversiva, especialmente si se da durante la infancia. En la anatidaefobia, podría ocurrir que en la infancia nos hubiese atacado un pato en algún momento, tras haber estado observándonos, y que asociaramos su observación al dolor o miedo sentidos durante el ataque. Otra opción puede darse en personas que hayan sido humilladas o realizado o sufrido algún acto que les avergüence, en presencia de estos animales. Pero esto es lo suficientemente poco probable como para que resulte absurdo crear una etiqueta diagnóstica así.
¿Qué tratamientos se usan en las fobias?
Al igual que con el resto de fobias, la terapias más indicadas en el caso de la anatidaefobia, en caso de existir, sería la terapia de exposición o la desensibilización sistemática. Dicha terapia se basa en la exposición gradual al estímulo temido a través del seguimiento de una jerarquía elaborada entre profesional y cliente, de tal manera que poco a poco el sujeto vaya exponiendose a situaciones que le generan ansiedad (empezando por las que generan una ansiedad media para ir avanzando poco a poco).
En el caso que nos ocupa, por ejemplo, podrían incluirse ítems como acercarse a un parque, ir a una granja, observar a un pato a diferentes distancias y con supervisión, luego sin supervisión y posteriormente ir incorporando más aves. Sin embargo esto es un ejemplo, dependiendo la jerarquía en cuestión de los estímulos que proporcione el paciente o que se elaboren junto al profesional.
También la reestructuración cognitiva es de ayuda para modificar creencias disfuncionales sobre estas aves o lo que podría implicar ser observado por ellas. Asimismo técnicas expresivas podrían ser de utilidad para ayudar a los afectados a liberarse y expresar su malestar. Por último, las técnicas de relajación son altamente recomendadas para rebajar el nivel de activación, pudiendo también en casos extremos emplearse tratamiento farmacológico.