Traumas psíquicos: concepto, realidades y mitos
Imaginemos un lago helado. Sí, como los de las películas americanas, en los que los niños patinan y juegan a hockey sobre hielo. O mejor, como esos sobre los que los héroes caminan muy despacio para que no se resquebraje su superficie. Mejor como estos últimos.
Rara vez nos imaginamos que ese lago pueda guardar algún parecido con nuestra mente, y mucho menos con nuestra felicidad. Posiblemente vivamos en una realidad en la que nuestro bienestar, en lugar de ser ese lago, sea un glaciar compacto, donde es difícil arañar la superficie, y ni siquiera planteamos la posibilidad de hundirnos.
Pero ¿qué ocurriría si se pudiese? Qué pasaría si la capa de hielo que nos separase de las turbias profundidades fuese tan fina como el papel de fumar, y nos diese la sensación de estar a punto de quebrar. ¿Te imaginas el estrés y el pánico constantes a los que estaríamos sometidos?
Esto (nótense las licencias literarias), además de muchas otras cosas, es lo que conforma la realidad de una persona traumatizada, o en otras palabras, que sufre síntomas propios del Trastorno de Estrés Postraumático. Y aun así, sigue viviendo; no muere de miedo, justo como creemos que nos pasaría a nosotros si viviésemos la metáfora del hielo.
¿Qué es el trauma y qué ocurre realmente?
El trauma ha sido usado por todas las disciplinas artísticas para, generalmente, ejemplificar locura. Soldados que maltratan a sus cónyuges, niños traumatizados que se convierten en maltratadores, adolescentes maltratados que se convierten en asesinos en serie... Y podríamos seguir continuamente.
Pero, haciendo un esfuerzo por obviar los clichés, empecemos por el significado real de esta etiqueta en la práctica clínica. El trastorno de estrés postraumático es una etiqueta diagnóstica que engloba los síntomas que pueden ocurrir al haber presenciado un evento amenazante para la vida o la integridad (física o psicológica), respondiendo a éste con reacciones de miedo intenso, indefensión u horror.
Síntomas del trauma psíquico
Ahora bien, a grandes rasgos, estos síntomas recogidos dentro de la etiqueta implicarían:
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Reexperimentación del suceso traumático de forma persistente. La persona comienza a pasar por momentos en los que le sobrevienen recuerdos descontrolados del trauma, emociones que vivió en el momento, y un intenso malestar al entrar en contacto con todo aquello que recuerda al trauma. Por ejemplo, si una de las cosas relacionadas con el suceso es el sudor, es posible que se de esta reexperimentación al sudar.
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Evitación de estímulos asociados al trauma. Se generan todo tipo de estrategias que puedan ayudar a evitar algo que relacionado con el trauma, aunque no sea de forma explícita. En el ejemplo previo, el deporte podría ser algo a evitar.
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Síntomas de hiperactivación como incapacidad de conciliar el sueño, explosiones de ira, dificultades en la concentración, hipervigilancia o respuesta de alarma exagerada. Dicho de otra forma, formas en las que la mente da cuenta del miedo ante la situación vivida.
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Malestar general e interrupción del funcionamiento normal de la persona en cualquier aspecto importante. Es posible que en el trauma también se generen síntomas depresivos o ansiosos; emociones de culpa o vergüenza que ponen en juego la autoestima y el autoconcepto de la persona.
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Amnesia disociativa, provocada por shock o por sentimientos de culpa, vergüenza o rabia. Tiene muchos efectos negativos, como la incapacidad de expresar lo ocurrido en el trauma o reevaluarlo. Instintivamente puede parecer útil, dado que si se olvida lo malo, es "como si no existiese", pero nada más lejos de la realidad; desbloquear emociones que surgieron en ese momento y reescribir o reinterpretar lo ocurrido es básico para la recuperación.
"Volver" a ser el mismo
Es importante recalcar que al igual que el resto de etiquetas diagnósticas, esta en particular solo es una forma de llamar a una agrupación de síntomas, de problemas, para hablar claro. Solo eso. "Estrés postraumático" no quiere decir: "tener un grupo de problemas y además estar loco de atar". Pese a que sea una forma muy extendida de emplear las etiquetas, aboguemos por el respeto.
No obstante, ¿por qué este ensañamiento con esto en particular? Es posible que sea por el morbo que puede producir la enfermedad mental, y por la forma en la que ha sido vendida durante tantos años. Se ha generado el mito de que las personas traumatizadas quedan rotas para siempre, y esto es falso. "Está traumatizado, nunca volverá a ser el mismo". No, esto no es así. El trauma psíquico no implica una situación crónica de malestar y de trastorno sin vuelta atrás.
Más allá de la recuperación, que definitivamente es posible y para la cual existen una amplia variedad de tratamientos (terapia narrativa, biofeedback, o las aplicaciones de la terapias cognitivo-conductual y la terapia racional emotiva, por mencionar algunas), es necesario atacar el planteamiento dicotómico que nos ofrece hoy día la sociedad en cuanto a estos temas.
Concluyendo
La duda de "volver a ser el mismo", pese a poder ser lógica, acaba siendo más uno de esos miedos de película que una frase con un sentido real. En el ser humano, el aprendizaje es continuo, y por ello, ser el mismo de antes necesariamente implica "no avanzar" o "no vivir". Sería injusto e ilógico exigir a nadie (con o sin trauma) que volviese a ser exactamente el mismo que era antes. Estamos en constante evolución, en constante construcción.
Y en esta problemática el volver a ser el de antes, puede ser un cliché muy duro. Una prueba imposible si nos acordamos del estrés y el pánico de perdernos en las profundidades. Podemos dar la opción de ser "el de antes" y "algo más".
Y es en ese "algo más" donde cada uno tiene la libertad de vivir o de avanzar. Pero siempre de ambas cosas a la vez.