Microictus: qué son, síntomas, causas y cómo prevenirlos
Los ictus, embolias o infartos cerebrales son ampliamente conocidos por la población, gracias al trabajo de concienciación sobre estas problemáticas. Sin embargo, también existe una modalidad de estos accidentes cerebrales desconocidos por muchos y que, a pesar de su menor gravedad inmediata, a la larga traen consigo síntomas graves.
Los microictus son, básicamente, accidentes cerebrovasculares más leves pero que, de sufrirlos varias veces en una misma zona del cerebro, acabarán provocando severos cambios de personalidad y conducta. Profundicemos sobre qué son y qué síntomas provocan.
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¿Qué son los microictus?
Los microictus, también llamados mini ictus, ictus leve o accidentes isquémicos transitorios (AIT), son accidentes cerebrovasculares que afectan a zonas muy reducidas del encéfalo, a veces en zonas de tamaño microscópico. Consisten en una breve interrupción del flujo sanguíneo a una pequeña parte del cerebro, la retina o la médula espinal. Pueden provocar síntomas temporales similares a los de un accidente cerebrovascular, pero con mucha menor gravedad inmediata, lo cual hace que muchas veces pasen desapercibidos.
El principal problema de estos accidentes cerebrovasculares es que apenas tienen síntomas, siendo más bien silenciosos. Esto implica que una persona puede sufrirlos sin darse cuenta, con lo que difícilmente va a acudir a un especialista de inmediato para tratarlos. Sin embargo, pasado un tiempo, estos pequeños ictus pueden provocar cambios en la personalidad y la conducta del afectado.
El área que suele verse más afectada por los microictus es la parte subcortical. Las lesiones en esta región provocan apatía y otros síntomas emocionales relacionados con la motivación y la depresión.
Por lo tanto, si tenemos un familiar que de pronto empieza a mostrar cierto desinterés por lo que le rodea, baja motivación o que deja de reaccionar ante muchos estímulos de su alrededor podría significar que ha padecido un accidente isquémico transitorio. Es cierto que ese cambio en su personalidad y conducta puede deberse a muchos factores, pero no se debe descartar la posibilidad de que haya un problema neurológico como los microictus.
Por muy leve que sea, cualquier lesión en el área subcortical provocará con el paso del tiempo alteraciones emocionales y cambios en la personalidad del afectado. Son cambios sutiles pero que, con el paso del tiempo, se van volviendo más evidentes y preocupantes.
Los microictus, si se repiten en la zona afectada, harán que esta sea cada vez más grande y podrán acabar provocando mayores cambios y problemáticas cognitivas, conductuales y emocionales. Aproximadamente una de cada tres personas que sufre un mini ictus está en riesgo de sufrir un nuevo accidente cerebrovascular las siguientes 48 horas. Los microictus pueden ser una señal de advertencia de que algo peor viene.
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Síntomas asociados al mini ictus
Gran parte de los microictus se dan sin dejar secuelas de inmediato. Como mucho, el afectado experimentará algo de malestar general que puede durar unos días, en la mayoría de los casos poco más de 24 horas.
Sin embargo, en algunos casos se puede progresar a una afectación más severa, especialmente en el ámbito psicosocial. Investigaciones con pacientes que han sufrido un microictus apuntan a que los síntomas más comunes implican un menor vida social. Estos pacientes empiezan a mostrarse más irritables, pierden la paciencia, el sentido del humor e, incluso, pueden llevar a cabo conductas agresivas.
Uno de los síntomas más comunes en pacientes que han padecido microictus son los cambios de personalidad, muy lentos y progresivos. Al principio, se pueden percibir algunos cambios en el individuo, los cuales son tan sutiles que seguramente su entorno familiar no les dé demasiada importancia. Pero, pasadas unas cuantas semanas o meses, el cambio de personalidad ha evolucionado lo suficiente como para poder ver que hay una clara alteración en su forma de ser y actuar.
A pesar de que no suelen provocar síntomas físicos ni psicológicos graves de inmediato, sí que se asocia los microictus con experimentar mareos, náuseas, cefaleas, visión doble, entumecimiento, debilidad muscular, dificultad en el habla o niebla mental. En fases más avanzadas, se pueden presentar temblores y problemas para deglutir.
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Efectos acumulativos de los microictus
Uno de los problemas de los microictus es que se pueden sufrir varios a lo largo del tiempo, lo cual es muy problemático porque sus efectos son acumulativos, especialmente si se dan en la misma zona. Estas lesiones provocan que el flujo sanguíneo ya no llegue igual a todo el cerebro, con lo que el individuo mostrará todavía más cambios de personalidad y conducta. A más microictus, más lesiones padece el cerebro que conducen a la demencia vascular.
Además, al tratarse de una demencia, se evidenciarán los siguientes problemas:
- Limitaciones en la planificación y el juicio
- Alteraciones emocionales: depresión, aflicción, apatía, irritabilidad…
- Alteraciones cognitivas: confusión, fallos de memoria, desorientación…
Los microictus rara vez aparecen de manera aislada y puntual. Si ya se ha sufrido uno, hay muchas probabilidades de que se vaya a padecer otro en el futuro e, incluso, que el siguiente sea una embolia o ictus cerebral de libro.
Sea como sea, a medida que se van dando más de estos problemas neurológicos, más dañado estará el tejido cerebral y, por lo tanto, más graves serán los cambios comportamentales y de personalidad del sujeto.
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Cómo prevenir los microictus
Al igual que sucede con prácticamente todas las enfermedades, no es posible prevenir un microictus al 100%. No obstante, sí que hay que tener en cuenta que existen varias variables de riesgo que podemos controlar para reducir la probabilidad de padecer uno de estos accidentes cerebrovasculares transitorios. Estas variables son las siguientes:
- No fumar.
- No tomar alcohol.
- Comer 5 piezas de frutas y verduras al día.
- Controlar nuestros niveles de colesterol.
- Controlar nuestros niveles de azúcar en sangre.
- Evitar los dulces.
- Tomar sal con moderación.
- Comer alimentos grasos en moderación.
- Beber suficiente agua diariamente (1,5-2 L).
- Realizar ejercicio aeróbico cada día, como caminar o salir a correr.
- Vigilar el peso, evitando tanto el infra como el sobrepeso y la obesidad.
Los únicos factores que no podemos controlar son la edad y la genética. En todos los casos es fundamental hacerse chequeos médicos periódicos y seguir un estilo de vida saludable para prevenir sufrir estos accidentes cerebrovasculares. También es importante estar atento a cualquier cambio de personalidad o conducta rara que veamos en nuestros familiares mayores, pues un diagnóstico temprano de la lesión cerebral es crucial para mantener sus facultades por medio de un adecuado tratamiento.