Reestructuración cognitiva: así es esta técnica de terapia
La reestructuración cognitiva es uno de esos conceptos que, a través de la práctica de la psicoterapia, han pasado a formar parte de los grandes pilares de la corriente cognitivista, el paradigma dominante en la psicología actual. Desde que el psicólogo Albert Ellis estableciese sus fundamentos a mediados del siglo XX, este recurso ha pasado a ser uno de los grandes pilares de la intervención psicológica basada en el paradigma cognitivista, el dominante hoy en día.
En este artículo veremos qué es exactamente la reestructuración cognitiva y de qué manera ayuda a mapear la lógica que tiene que seguir la psicoterapia. Pero, para responder a esta pregunta primero debemos comprender lo que son los esquemas cognitivos.
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El concepto de esquema cognitivo
A la hora de comprender la complejidad de la mente humana, la mayoría de los psicólogos utilizan un concepto conocido como esquema cognitivo. Un esquema cognitivo es un conjunto de creencias, conceptos e “imágenes mentales” que, mediante su manera de relacionarse entre sí, crean un sistema que da forma a nuestra manera de interpretar la realidad y nos vuelve más propensos a actuar de un modo que de otro.
Así, los esquemas cognitivos en los que se basa la idea de la reestructuración cognitiva son, básicamente, la estructura de nuestra mentalidad, la manera en la que hemos aprendido a dar forma a lo que pensamos y decimos, y a aquello que nos lleva a comportarnos tal y como lo solemos hacer normalmente por propia voluntad.
Hay que tener en cuenta, sin embargo, que un esquema cognitivo es una representación útil acerca de lo que realmente ocurre en nuestros cerebros. Como representación que es, no plasma de manera exacta el funcionamiento del pensamiento humano, sino que lo simplifica para que nos sea posible realizar hipótesis y predicciones acerca de cómo actuamos y cómo interpretamos las cosas.
En realidad, en los procesos mentales el contenido de nuestros pensamientos no es algo separado de los “circuitos” neuronales por los que estos pasan, lo cual significa que el concepto de esquema cognitivo no capta perfectamente el carácter dinámico y cambiante de nuestro cerebro.
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Reestructuración cognitiva: una definición
Tal y como hemos visto, los procesos mentales, si bien tienen una cierta estabilidad (de no ser así no podríamos hablar de personalidad ni de esquemas cognitivos), también es muy cambiante y maleable. La reestructuración cognitiva se aprovecha de esta dualidad para ofrecer una estrategia de intervención psicológica útil para las terapias cognitivo-conductuales.
En concreto, lo que se plantea es que, a través de la reestructuración cognitiva, seamos capaces de modificar nuestra manera de pensar y de interpretar las cosas a favor del objetivo que se establece en la terapia. Muchas veces, buena parte de los problemas que tienen los pacientes en las consultas de psicoterapia tienen que ver con la imposibilidad de buscar explicaciones alternativas sobre lo que ocurre, a la vez que las ideas desde las que se parte llevan a un callejón sin salida causante de ansiedad, tristeza, etc.
Así pues, la reestructuración cognitiva puede ser definida como una estrategia utilizada para mejorar las posibilidades de que los pacientes de psicoterapia modifiquen sus esquemas cognitivos del modo más adaptativo posible. Es decir, que nos ayuda a que no seamos simples receptores de las influencias del entorno, sino que seamos capaces de moldear nuestra mentalidad y nuestros hábitos de un modo que nos haga felices y nos permita vivir mejor.
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La flexibilidad mental no es algo nuevo
Puede que para algunas personas la idea de cambiar los aspectos estructurales de nuestra manera de pensar por el bien de nuestra felicidad suene demasiado bien para ser cierto. La creencia de que pasada la infancia y la adolescencia los individuos no cambian se ha extendido mucho. Sin embargo, aunque no nos demos cuenta, hay muchas situaciones que nos demuestran lo contrario.
Incluso fuera del marco de la psicoterapia y de la reestructuración cognitiva, hay contextos en los que somos capaces de actuar de un modo que no nos define. De hecho, aunque no lo parezca, nuestra mentalidad está cambiando constantemente: el simple hecho de estar en ciertos contextos y no en otros puede hacer que pasemos a tener opiniones y creencias muy diferentes a las que nos definirían normalmente, en cuestión de minutos.
Por ejemplo, la presión social puede llevarnos a realizar actos que nunca habríamos dicho que seríamos capaces de llevar a cabo, tal y como demuestran las diferentes repeticiones del experimento de Milgram. Del mismo modo, la existencia de las sectas basadas en el integrismo nos muestra que todo tipo de personas son capaces de dejar de lado a su familia para dedicar todos sus esfuerzos a hacer que su comunidad religiosa prospere.
En estos casos no solo cambian las acciones de las personas: también sus pensamientos, que pasan a ser relativamente coherentes con lo que se hace, por lo menos durante un tiempo.
En definitiva, aunque a veces tengamos la sensación de que dentro de la cabeza de las personas hay una manera de pensar totalmente estable y que nos muestra la esencia de ese individuo en concreto, esto es una ilusión. Lo que ocurre es que normalmente las personas procuran no exponerse a situaciones que les lleven a enfrentarse a sus creencias fundamentales, con lo cual estos cambios en los esquemas cognitivos suelen ser lentos y pasar desapercibidos.
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La parte difícil de las sesiones de psicoterapia
Tal y como hemos visto, en situaciones especiales nuestros actos pueden no corresponderse con el tipo de ideas y creencias que diríamos que nos definen. El reto está, eso sí, en hacer que estos cambios sean relativamente estables y permanentes en vez de aparecer solo cuando estemos en ese tipo determinado de situación, y en hacer que apunten hacia los objetivos perseguidos con la terapia, y no en cualquiera de las otras.
La reestructuración cognitiva es justamente eso, un esfuerzo por hacer que nuestros procesos mentales tomen unos cauces diferentes a los habituales, y todo ello de forma dirigida, sin dejar que sea el azar el que determina qué tipo de cambios van a tener lugar en las actitudes y creencias de las personas.
Por otro lado, también hay que tener claro que la reestructuración cognitiva tiene que estar enmarcada en un programa en el que se busque cambiar no solo las creencias, la “teoría” de lo que una persona cree. Hay que modificar también la práctica, la que la persona hace en su día a día. De hecho, si algo nos muestra la realidad, tal y como hemos visto, es que las ideas y las creencias no nacen espontáneamente en nuestra cabeza, sino que forman parte de nuestra dinámica de interacciones con el entorno, las situaciones por las que pasamos. Nuestras acciones modifican a nuestro entorno tanto como nuestro entorno modifican a los procesos mentales que las guían.