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Cómo hacer una buena exposición oral en 12 pasos


Hablar frente a un grupo amplio de audiencia puede llegar a ser una tarea intimidante y una fuente de ansiedad incluso días antes de llevarla a cabo. 

Para muchas personas, la simple idea de exponerse (ellas mismas y sus dotes comunicativas) a tantas personas es una idea terrible, lo cual hace que los temblores y la indecisión a la hora de hablar se apoderen del propio cuerpo.

Sin embargo, todo puede mejorarse aprendiendo, y lo mismo se aplica a la capacidad de hacer una buena exposición oral. Es por eso que a continuación puedes leer una serie de claves basadas en principios psicológicos que te ayudarán a exponer tu discurso del mejor modo posible después de utilizarlas varias veces.

Aprendiendo a hablar en público del mejor modo

Lo primero que hay que tener claro es que mejorar nuestra habilidad a la hora de dar una exposición oral es un proceso que dura días y semanas

Ser conscientes de esto es importante para no frustrarse en las primeras etapas. En segundo lugar, tener en cuenta eso implica comprometerse a no evitar la clase de situaciones en las que se debe habar en público y aprovecharlas para practicar.

1. Contar con al menos una semana de anticipación

Lo ideal para preparar una presentación oral de entre 45 y 10 minutos es dedicar al menos una hora diaria a prepararla durante la semana anterior, si no antes. Es muy importante distribuir la preparación durante varios días en vez de utilizar casi todo el día anterior a prepararla; no solo porque de ese modo se puede sacar más tiempo que dedicarle en caso de imprevistos, sino porque saber que se cuenta con muchos días de antelación ejerce un efecto psicológico de relativa calma y seguridad en uno mismo.

Es decir, que durante las primeras horas no sentiremos tanta ansiedad en caso de notar que nos cuesta progresar, y esto hará que el aprendizaje sea más fluido. Al llegar a los últimos días, que es la etapa en la que los nervios afloran más, lo haremos sabiendo que ya vamos con mucho camino recorrido, y esto nos permitirá ser productivos sin que el estrés suponga una pérdida de motivación, esfuerzo y de atención en lo que hacemos.

2. Documentarse bien

Antes de crear el guión de aquello sobre lo que queremos hablar, hay que tener claro que sabemos de qué estamos hablando y que nuestro conocimiento no tiene lagunas.

Para ello, podemos ayudarnos con una representación gráfica que nos permitirá saber el grado de profundidad con el que conocemos bien el tema. Para ello, en el centro de un folio escribimos una serie de ítems o palabras clave que consideremos los temas más importantes de la presentación. Después, vamos dibujando una serie de círculos concéntricos alrededor, y vamos escribiendo otros temas secundarios en ellos, alrededor de lo escrito anteriormente.

De este modo tendremos una visión general de los temas a cubrir y sobre la importancia de cada uno en la exposición oral. Podemos empezar aprendiendo sobre los temas esenciales, para poco a poco ir documentándonos sobre los que son secundarios o accesorios.

En el último círculo podemos escribir temas que creemos que están algo relacionados con aquello de lo que vamos a hablar pero de lo que no tenemos por qué saber para la presentación. De este modo estaremos prevenidos y, si en el turno de preguntas alguien los nombra, podremos tener una respuesta preparada en la que indiquemos en qué libros o fuentes puede documentarse la persona que quiere saber más sobre ello.

3. Tener clara la idea principal que queremos transmitir

Las exposiciones orales son más atractivas si en todo su desarrollo hay una idea que vertebra todas las sub-secciones en las que dividimos la charla. Esta idea no tiene por qué ser algo así como una moraleja; por ejemplo, si la presentación consiste en explicar cómo hemos realizado nuestra tesis, la idea principal será, simplemente, la tesis en sí misma. 

Lo importante es no desviarse del tema y expresar directamente en qué consiste durante los primeros 2 o 3 minutos de la exposición oral. De este modo el eje vertebrador de la charla estará claro y la audiencia sabrá contextualizar lo que decimos del modo correcto y sin confundirse por posibles digresiones.

4. Elaborar primero la introducción

Antes de pensar en la estructura que debe tener la charla, es mejor si e primer lugar planteamos los primeros minutos de esta, lo más al detalle que podamos. De este modo, ya habremos enfocado el tema y nos será muy fácil pensar en las secciones de la charla y en el orden que deben seguir.

El objetivo que perseguimos a la hora de crear la introducción es llamar la atención de la audiencia a la vez que se plantea el tema del que trata la exposición oral. Es por eso que hay que evitar introducciones muy técnicas o que tiren de definiciones de diccionario. Es mucho mejor empezar con una pregunta sugerente o con un pequeño relato.

5. Idear la estructura de la charla

En este paso escribiremos varios títulos ordenados que expresen del modo más directo posible qué sub-tema se tratará en cada sección de la charla. Estos temas los iremos plasmando en un guión detallado sobre lo que queremos decir, y al principio trabajaremos en cada uno de ellos de manera separada y ordenada, de los más cercanos al principio hasta los del final.

Esta es una fase del proceso de planificación de la exposición oral que cobra una especial importancia si aquello que queremos comunicar es relativamente complejo y debe ser abordado a través de diferentes sub-secciones, así que dedica en ello todo el tiempo que necesites, ya que la diferencia entre un mensaje claro y otro que no lo es depende en buena parte de la estructura.

6. Vinculando sub-secciones

Este paso es muy simple, porque consiste simplemente en hacer que las diferentes secciones de la exposición oral hagan referencia a otras anteriores o posteriores. De este modo la audiencia entenderá mejor aquello sobre lo que estamos hablando, viéndolo como un todo en el que las piezas están relacionadas entre sí: "tal y como vimos antes..." "esto lo veremos a continuación...", etc.

En definitiva, saber cómo hacer una buena exposición oral es conocer la manera de conseguir crear un discurso coherente y que tiene entidad propia, en vez de ser una suma de partes.

7. Revisando en busca de posibles lagunas y partes sobrantes

En este paso compararemos lo que hemos escrito con la representación gráfica en la que ordenábamos los temas según su importancia, y veremos si la extensión de cada sub-sección y de cada línea referida a estos temas se corresponde con ese ordenamiento. De este modo veremos si hay que hablar más tiempo sobre ciertas cosas y menos sobre otras, y podremos modificar el guión en función de esto.

Esta etapa nos permite tener una visión general sobre lo escrito y detectar errores que un punto de vista más centrado en los detalles no nos permitía detectar.

8. Leer en voz alta

Este paso puede resultar el más aburrido, porque solo consiste en leer en voz alta varias veces lo escrito. Conviene leerlo todo seguido, pero conviene también pensar en cada una de las sub-secciones y leer sólo la parte correspondiente a esta.

De este modo vincularemos cada tema a tratar con ciertas frases y con ciertas manera de hilar el discurso. Es importante saber, sin embargo, que el objetivo no es memorizar el texto haciendo esfuerzos por hacer que cada palabra quede grabada en nuestra cabeza; la meta es que nuestro cerebro se acostumbre en aprender la ordenación, no el contenido exacto.

El hecho de saber en qué orden van las sub-secciones y las diferentes ideas simples que se incluyen dentro de estas nos ayuda a recordar mejor lo que vamos a decir y a expresarlo con mayor naturalidad, sin tener miedo por no recordar exactamente cómo estaba escrita cierta parte. Cada tema del que hablar actúa como una pista sobre cuál es el siguiente.

Sin embargo, y aunque parezca una tontería, también es muy importante leer en voz alta, oírnos a nosotros mismos hablando. De este modo nuestra propia voz será también un elemento que hará que el recuerdo sobre el guión sea más rico y completo.

9. Descansar bien el día antes

Debemos llegar al día antes de la exposición conociendo bien el guión. De este modo, solo dedicaremos un tiempo a repasar, y podremos descansar para que nuestro cuerpo se recupere y se relaje un poco. Además, es muy importante acostarse pronto para dormir las horas suficientes. Prepararse bien una exposición oral es, también, saber gestionar los tiempos para reponer fuerzas.

10. Siguiendo una secuencia de pasos

En el momento de dar la charla en público, debemos concentrarnos en decir lo que se supone que debemos decir en la etapa de la charla en la que estamos, y concentrar en ello toda nuestra atención. Eso significa que debemos olvidarnos de intentar recordar en todo momento el guión general de la exposición oral; esa opción no haría más que distraernos y generar ansiedad, ya que nuestro foco de atención no puede estar en todas partes a la vez.

11. Saber cómo mirar hacia el público

Es importante mirar en dirección al público durante la presentación oral, lo cual no significa mirar al público. Nuestra atención debe estar centrada en nuestro discurso y en lo que estamos diciendo en ese mismo momento, y en poco más. Para contribuir a que esto sea así, una buena ayuda es jugar a imaginar que las personas del público son muñecos, o en todo caso, el público de un videojuego muy realista. Aunque suene un poco mal, la idea es despersonalizar al público tal y como los psicópatas objetivizan al resto de personas; en este caso, pensar que no son personas reales sino algo así como componentes de una simulación.

Esto nos ayudará a que los nervios no sean tan intensos. Más adelante, cuando dominemos el arte de hablar en público, podemos prescindir de este paso.

12. Aprender a convivir con los nervios

El último paso es abrazar la idea de que un poco de nervios no supone ningún problema. Cuando estamos nerviosos creemos que nuestros temblores y tartamudeos se notan mucho, pero lo cierto es que no es así, la distancia del público y la claridad de nuestro mensaje hacen que estas pequeñas señales de nerviosismo se pasen por alto de manera automática, porque toda la atención del público está mucho más centrada en el contenido de lo que decimos (aquello que quieren entender) que en cómo lo decimos.