Ansiedad y gases: ¿qué relación hay entre estos tipos de malestar?
La ansiedad es una emoción muy común, asociada a todo tipo de síntomas como temblores, irritabilidad, desconcentración e incluso caída del pelo.
Sin embargo, este problema psicológico puede a veces ser el responsable de algo que, de primeras, no parece que tenga mucha relación: los gases.
La ansiedad y los gases tienen relación, ya sea en forma de eructos, de ventosidades o de ambos. A continuación vamos a ver cómo es posible que un problema a nivel psicológico pueda inducir a un problema estomacal tan curioso pero molesto como es la acumulación de gases.
- Artículo relacionado: "Tipos de estrés y sus desencadenantes"
La relación entre ansiedad y gases
La ansiedad excesiva es una problemática muy común, la cual se puede manifestar en forma de muchos síntomas y comportamientos. Cada persona puede vivirla a su manera, y no son pocos quienes sienten en sus propias carnes esta inestabilidad emocional, concretamente en la zona del estómago. De hecho, es bastante probable que en más de una ocasión hayamos sentido los nervios en nuestro vientre, puesto que el sistema digestivo y el nervioso están conectados..
Cuando sentimos nervios es normal que notemos dolor en el estómago, acidez, náuseas, sensación de que tenemos el estómago cerrado, además de presentar gases. Así es, hay relación entre la ansiedad y los gases, por muy extraño que pueda parecer que un problema psicológico repercuta sobre la cantidad de ventosidades y eructos que podamos producir. Estar mentalmente alterados afecta a nuestro estómago provocándonos dolores físicos, molestias y punzadas pero, también, cambiando la digestión y produciendo gases.
Puede que los gases sean el mal menor de todos los síntomas asociados a la ansiedad, pero lo cierto es que pueden llegar a ser muy incómodos. No solamente porque la persona que los padece puede llegar a sufrir mucho si el meteorismo (acumulación de gases) es muy intenso, sino que además por el hecho de que en muchas culturas, mayormente las occidentales, liberar flatulencias y eructos no está bien visto en público. Pero a veces son tantos y tan intensos que no da tiempo para dejarlos escapar en el baño...
El sistema nervioso entérico
El hecho de que sintamos la ansiedad en nuestro estómago ha hecho que muchos investigadores hayan planteado la idea de que contamos con una especie de segundo cerebro en el estómago.
Naturalmente, no se trata de uno tan complejo como el que tenemos en nuestro cráneo, pero sí que es cierto que se ha visto que el aparato digestivo tiene muchos nervios, los cuales constituyen el sistema nervioso entérico. Este sistema se trata de una subdivisión del sistema nervioso autónomo, lo cual explica por qué la ansiedad nos afecta tan directamente a la zona del estómago.
El sistema nervioso entérico está compuesto por una red de cien millones de neuronas que actúan de forma independiente, capaces de enviar y recibir impulsos y, también, de registrar emociones. Es por ello que el estómago y el sistema digestivo en general es tan sensible a la ansiedad, siendo esta la explicación neurobiológica detrás de por qué sentimos un nudo en el estómago mientras estamos nerviosos. También es lo que nos permite entender por qué cuando nos enamoramos sentimos mariposas en el estómago.
- Quizás te interese: "Sistema Nervioso Entérico: partes y funciones"
¿Por qué la ansiedad nos provoca gases?
Cuando sentimos ansiedad nuestro estómago puede ser muy sensible a esta emoción. Hay quienes se les cierra por completo, mientras que a otros les entran unas ganas terribles de comer todo lo que se encuentren a sus paso. También hay quienes notan dolores muy intensos, pinchazos, ganas de vomitar y malestar estomacal en general. Pero, ¿por qué la ansiedad nos provoca gases? ¿Qué es lo que sucede?
Realmente no es solo que los gases pueden estar producidos por la ansiedad, sino que también la propia ansiedad puede ser consecuencia de los gases, puesto que la relación entre ansiedad y gases es estrecha y bidireccional. Los gases se pueden deber a una sobreestimulación del sistema nervioso entérico causado porque nuestro sistema nervioso está padeciendo ansiedad, lo cual altera el flujo intestinal y la digestión. Esto se traduce en acidez estomacal, digestiones más pesadas y acumulación de gases, produciéndose alteraciones estomacales como el meteorismo.
Que tengamos tantos gases acumulados y nos molesten pueden incrementar la ansiedad. En vez de caer en la cuenta de que tenemos muchos gases porque estamos emocionalmente inestables, el hecho de que notemos incomodidad en el estómago nos hace creer que podríamos padecer algún tipo de problema de salud, como cáncer de colon o síndrome del colon irritable. Esto nos provoca miedo, incertidumbre al no saber qué hacer en caso de estar realmente enfermos e inseguridad por lo que pueda suceder.
También puede suceder que sintamos un dolor en el pecho muy intenso. Como el pecho es una región delicada, el hecho de que sintamos algo ahí nos hace preocuparnos sobre nuestra salud cardíaca, pensando que podríamos estar padeciendo un ataque. Sin embargo, lo que suele suceder es que en realidad se tiene un montón de gases acumulados en el cuello del estómago, tantos que nos duele el pecho. Por fortuna, estas molestias desaparecerán cuando se haya eructado.
En otros casos la ansiedad produce gases de forma indirecta. Es frecuente que, al estar tan nerviosos, tomemos malas decisiones dietéticas que alteren nuestra salud estomacal. Cuando estamos en pleno ataque de nervios no comemos ensaladas, sino que preferimos comida rápida, dulces y toda comida hiperpalatable, con mucha grasa y azúcares, además de ciertos tipos de derivados de legumbres y verduras crucíferas (p. ej., hummus). Estos alimentos provocan muchos gases.
La excesiva acumulación de gases puede ser debida a que comemos muy deprisa, de forma muy ansiosa. Al comer rápido y engullendo no solamente tragamos la comida, sino además aire. Añadido a esto, como apenas masticamos la digestión se vuelve mucho más pesada, lo cual no solo viene acompañado de mayor cantidad de gases sino también ardores y dolor de estómago. Todo el aire que hemos tragado tendrá que salir, ya sea por donde entró o por el otro lado.
Además, la ansiedad nos causa gases en parte a causa de que nos movemos mucho. Es común que personas víctimas de mucho nerviosismo no paren quietas, tanto que necesitan ir de aquí para allá para calmarse un poco o que incluso practiquen mucho ejercicio que, aunque sano, no deja de mover demasiado nuestros órganos. Al moverse constantemente el estómago y el intestino grueso lo que se consigue es que liberen con mayor frecuencia los gases resultado de la digestión. Esto no es malo, pero es un aspecto a tener en cuenta en caso de sufrir muchos gases y no saber muy bien la causa.
¿Cómo evitar los gases asociados a la ansiedad?
Para evitar que la ansiedad nos provoque gases es fundamental tratar de reducir este problema psicológico, acudiendo a un profesional de la salud mental quien nos dotará de las pautas necesarias para poder gestionar nuestro nerviosismo. No obstante, es fundamental asegurarse de que los gases no sean producidos por un problema médico real, ya sea meteorismo o una enfermedad grave como el cáncer o el síndrome del colon irritable.
Si lo que nos provoca los gases tiene que ver con cómo comemos deberemos decírselo a nuestro psicólogo, quien evaluará la posibilidad de que haya algún problema de la conducta alimentaria. A veces lo que llamamos ansiedad por la comida puede ser realmente un problema de adicción a la comida, un consumo excesivo de alimentos que aun sabiendo que nos hacen daño no podemos evitar continuar tomándolos.
Sea el problema que sea lo que nos provoque ansiedad y gases, es muy importante comer con calma, masticando bien los alimentos y disfrutándolos saboreándolos. Se debe intentar seguir una dieta rica y variada, tomando cinco comidas al día, sin olvidarse del desayuno y vigilando qué alimentos puede que nos hagan más propensos a producir gases. Alimentos sanos como las legumbres provocan ventosidades, con lo cual su ingesta debe acompañarse con abundante agua y consultando a un nutricionista para saber con qué frecuencia nos recomienda tomarlos según cuál sea nuestro caso.