6 estrategias para la toma de decisiones en la vida
A la hora de afrontar retos y superar crisis vitales o profesionales, no todo se basa en el esfuerzo o la disciplina; buena parte de lo que nos permite adaptarnos correctamente a las exigencias del entorno tiene que ver con aprender a tomar decisiones.
Ante esto, la Psicología tiene mucho que decir: existen maneras peores y mejores de elegir entre las opciones que tenemos a nuestro alcance, y para hacerlo de un modo adecuado, es importante aprender ciertos patrones de comportamiento y de gestión de los pensamientos y las emociones.
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6 estrategias para aprender a tomar mejores decisiones en la vida
Estas son algunas ideas clave que merece la pena tener en cuenta para abordar la toma de decisiones importantes desde una mentalidad constructiva y enfocada hacia las metas.
1. Define bien tus opciones
Antes de tomar una decisión, es importante que nos aseguremos de que, en primer lugar, esa tarea de elegir está compuesta por opciones claras y concretas, en vez de basarse en generalidades y deseos difusos. De no ser así, te estarás exponiendo a la frustración constante de no saber qué hacer a la vez que no tienes muy claro entre qué se supone que tienes que elegir.
Tener alternativas borrosas y que cambian constantemente sin que te des cuenta es un obstáculo insalvable que no te dejará tomar una decisión de manera consistente, y peor aún, ni siquiera te permitirá aprender de tus errores.
Por eso, primero de todo preocúpate por concretar las opciones ante las cuales debes posicionarte y timar una decisión.
2. Asume un cierto grado de incertidumbre
No estamos hablando de aprender a tomar buenas decisiones, ni siquiera de aprender a elegir, sino de desarrollar las habilidades necesarias para saber elegir desde una posición adecuada, razonable, creando las situaciones para que el riesgo de fracasar sean relativamente pequeñas y para que las de acertar se agranden.
De hecho, lograrlo pasa por ser consciente en todo momento de que es imposible aprender a acertar siempre o casi siempre, y que la incertidumbre y la falta de información son un elemento necesario del proceso de tomar una decisión.
3. Haz un balance de tus fortalezas y debilidades
Para saber “medir tus fuerzas” ante un reto, es importante tener una visión completa y rica en matices acerca de aquello que puedes y no puedes hacer. En este sentido, resulta muy útil realizar una matriz DAFO, en la que hagas un breve listado de tus fortalezas, tus debilidades, tus riesgos y tus oportunidades en relación a una misión concreta.
Este análisis DAFO debe estar centrado en el aquí y ahora, es decir, tiene que basarse en el Yo real, en el que sabes que existe en el presente, y no en un Yo idealizado ni en las potenciales habilidades que crees que puedes desarrollar con unos pocos días de aprendizaje o entrenamiento. Con dedicarle a esto unos cinco minutos, ya es suficiente.
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4. Realiza una estimación de tu capacidad de aprender
Aunque el análisis DAFO estaba centrado en el presente, no deja de ser cierto que seguramente tienes la capacidad de aumentar tus oportunidades de éxito si te preparas adecuadamente para afrontar un reto ante el que tienes relativamente poca experiencia.
Por eso, si dudas acerca de cómo debes abordar un proyecto o un desafío que es relativamente nuevo para ti (o si dudas sobre si, en primer lugar, deberías intentar emprender en ello), detente a pensar también acerca de lo que te da tiempo a aprender o a entrenar en el tiempo del que dispones, y acerca de si crees que cuentas con las habilidades y con los recursos necesarios para que salga bien.
5. Ten en cuenta tu estado emocional al tomar la decisión
En cierto momento deberás optar por una de las opciones; pasada esa fase, es importante que mantengas la consistencia y actúes de manera consecuente, de forma que si dejas de lado esa decisión, sea únicamente porque ves que te has equivocado y que esa estrategia o táctica no funciona.
Ahora bien, intenta que ese momento no coincida con una situación en la que notas que tus emociones te desbordan, porque pueden distorsionar demasiado tu perspectiva sobre lo que ocurre. Está claro que el tiempo es limitado y en ciertos casos no podrás esperar indefinidamente hasta que te calmes totalmente, pero busca un equilibrio entre los minutos u horas que tienes para decidirte y tu estado emocional.
6. Cuidado con la parálisis del análisis
Hasta ahora nos hemos centrado en tareas basadas en la introspección, en la reflexión. Pero si bien estas son útiles y necesarias si en tu decisión hay mucho en juego, debes tener presente que esa fase de “pensar” puede llegar a ser una trampa.
Algunas personas no se deciden a dar el paso que va de las palabras a los hechos porque les da miedo exponerse a un fracaso, por lo que permanecen siempre en la misma etapa, dando vueltas a sus dudas, sus ideas, etc. Este es un fenómeno conocido como la parálisis del análisis: la tarea de reflexionar antes de hacer algo pasa de ser una herramienta para superar un reto, a ser una excusa para no abordarlo.
Por eso, es importante que sepas detectar ese punto en el que si sigues limitándote a pensar, estás auto-saboteándote.
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