Parálisis del análisis: qué es y cómo superarla
Nuestro día a día está completamente atravesado por multitud de decisiones. Algunas de ellas, además, son bastante importantes: decidir qué coche comprar, elegir en qué curso matricularse, confesarle o no algo a alguien, etc. Estar en situación de tener que tomar una decisión relevante puede ser una fuente de ansiedad, y no siempre somos capaces de gestionar este tipo de emociones.
Muchas veces, en vez de pasar a la acción y exponernos a las consecuencias negativas de la equivocación, nos quedamos anclados en el punto de imaginar los escenarios posibles que se darán al comportarnos de una u otra manera. Este estado psicológico retrata muy bien un concepto que ha surgido en el seno de la teoría de la decisión: la parálisis del análisis.
¿Qué es la parálisis del análisis?
Definida muy por encima, la parálisis del análisis es un error en la toma de decisiones que se da cuando una persona o un ordenador se queda inmovilizado en la fase de análisis previo del problema y nunca llega a implementarse un plan de acción concreto.
Llevándolo más al terreno de la psicología, puede definirse la parálisis del análisis como la situación en la que alguien queda inmerso imaginando opciones posibles pero nunca llega a utilizar ninguna de ellas y no queda materializado ningún plan.
Vayamos a lo concreto
¿Alguna vez has pensado en escribir una novela, película o serie? ¿Te has parado a pensar en los personajes y situaciones que podrían aparecer en ella?
Es posible que le hayas estado dando muchas vueltas al argumento y a los elementos que podrían aparecer en esta obra de ficción, y también es muy posible que la amplísima cantidad de posibilidades que se abren ante ti te haya parecido tan abrumadora que ni siquiera hayas escrito más que unas primeras páginas esquemáticas. Este escenario es un ejemplo de la parálisis del análisis, porque el análisis previo, lejos de convertirse en un medio para lograr un fin, se convierte en un escollo difícil de superar y, por mucho que contribuya a que te impliques en un plan o proyecto, este nunca llega a desarrollarse.
Por supuesto, la parálisis del análisis no tiene por qué ceñirse a los casos en los que quieras producir algo material. También puede aparecer en tu relación con el resto de personas. Aquí tienes un ejemplo ficticio que probablemente te sonará:
¿Cómo se lo tomará si se lo digo así? No, mejor se lo digo de esta otra manera... o no, mejor así. Aunque esto tendría el problema de que… Esta constante reflexión sobre qué hacer y las consecuencias de los actos puede acarrear que no sepamos decidirnos por ninguna de las opciones, llevándonos hacia una dinámica de inacción.
Coste de oportunidad y problemas del mundo real
Desde luego, la parálisis del análisis no sería un problema si el análisis de las situaciones posibles y la previsión de problemas que podrían surgir no consumiera tiempo y esfuerzo. Sin embargo, en el mundo real pararse a pensar demasiado las cosas puede hacer que estas nunca sucedan.
El coste de oportunidad es lo que convierte la parálisis del análisis en un problema, y es por ese motivo que deberíamos tomarnos la fase de análisis de las decisiones posibles atendiendo a su practicidad. Pararse a analizar algo durante demasiado tiempo nos priva no sólo de otras experiencias, sino también de aprendizajes basados en la experiencia, la prueba y error. Analizar lo que hay y lo que puede suceder es útil porque sirve para actuar en consecuencia, no porque el simple hecho de recrearnos en lo que nos pase por la cabeza durante esta fase vaya a proporcionarnos algún tipo de beneficio material.
También hay que tener en cuenta que hay casos en los que la parálisis del análisis lo es sólo en apariencia. Alguien que se lo pasa bien imaginando posibles novelas puede no tener la intención real de escribir nada: simplemente, practica gimnasia mental. Del mismo modo, imaginar cosas o incluso trazar planes de manera sistemática puede ser estimulante de por sí, siempre que estos pensamientos no tengan nada que ver con una situación real que requiere respuesta. Aprender a distinguir entre ambos tipos de situaciones puede requerir cierta práctica, pero invertir tiempo en fijarse en esas cosas sí puede traducirse en beneficios reales.