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Ser niño en la sociedad actual: mitos sobre la infancia


Mucha de la literatura publicada en la actualidad se centra en la dificultad que presentan los padres de hoy a la hora de lidiar, educar, tratar y gestionar la relación con los hijos. Parecen ser más frecuentes que antaño los conflictos paterno-filiales y la sensación de que los progenitores se encuentran “superados” debido al mal comportamiento de sus pequeños.

Sin embargo, otra cuestión igualmente relevante residiría en considerar la perspectiva y la vivencia propia que el propio niño tiene sobre el paso por la etapa de la infancia en la época actual, la cual analizaremos a continuación y puede resultar más compleja de manejar de lo que podría pensarse. Es conveniente descartar ciertos mitos sobre la infancia para entender bien la psicología de los pequeños.

Cambios sociales que hoy influyen en el desarrollo infantil

Urra (2007) realiza un interesante análisis de los factores que se han visto modificados en la sociedad actual y que pueden estar influyendo en cómo los niños se desarrollan psicológicamente en la actualidad.

1. Permisividad

La sociedad actual es más permisiva que en décadas anteriores, cuando imperaba una estructura más autoritaria (por ejemplo, las dictaduras gubernamentales predominantes en occidente durante gran parte del siglo XX). Por otra parte, los valores que parecen trasmitirse en los últimos tiempos, quizá como respuesta reaccionaria a la sumisión a la autoridad indicada, se relacionan con el materialismo, el individualismo, el consumismo, el hedonismo o el relativismo.

2. Exposición a contenidos adultos

Un gran volumen del contenidos de los medios de comunicación se encuentran orientados a programas violentos, sexuales, que fomentan el éxito en función del poder adquisitivo/económico, la competitividad, etc. A lo que se debe añadir la cantidad de tiempo que los menores pasan delante del televisor, Internet, redes sociales, videojuegos, etc., solos y sin la supervisión de un adulto que pueda instruirles para un uso adecuado de los mismos.

3. La vida actual es frenética

El cambio en el estilo y ritmo de vida personal. Paralelo al avance de las tecnologías, el ritmo de vida se ha acelerado de tal forma que se ha interiorizado un funcionamiento de “cronómetro” en el cual el individuo debe realizar cuantas más actividades y tareas a lo largo del día. Existe un concepto llamado “niño agenda” propuesto por el mismo autor que se utiliza para designar a los niños que combinan la asistencia a la escuela con una lista interminable de actividades extra-escolares y obligaciones.

4. Liberalización del modelo familiar

La estructura familiar se ha visto alterada respecto de generaciones anteriores. Hoy se observan familias monoparentales, heterosexuales, homosexuales, reconstruidas derivadas de divorcios anteriores, etc. La variedad ha generado diferentes formas de organización familiar que repercute en el tipo de educación que recibe la progenie.

Por otra parte, actualmente se realiza más vida “intrafamiliar” que “extrafamiliar”: el contacto con abuelos, tíos, primos, etc., se ha visto reducido puesto que padres e hijos disponen de menos tiempo para ello y, por ende, limitan la vida familiar a los miembros que conviven juntos.

5. Abandono de las responsabilidades

La dejación del rol de algunos padres/madres, por la cual se confunde la muestra de afecto o amor mediante regalos y recompensas materiales combinado con permisividad ilimitada con el papel educativo que teóricamente se les atribuiría a los progenitores (ofrecimiento de tiempo, dedicación, diálogo, escucha activa, apoyo, compartición de experiencias, establecimiento de normas, pautas y límites, enseñanza de valores, etc.).

6. Cuestionamiento de los estilos educativos

La discrepancia educativa existente entre las familias, pudiendo diferenciarse entre la aplicación de estilos permisivos, autoritarios, negligentes, sobreprotectores, etc. Además, también parecen evidenciase en mayor medida las diferencias entre las familias y los profesores creando un clima de cuestionamiento o desconfianza de la figura docente ante posibles sanciones aplicadas al alumno).

Creencias erróneas y mitos sobre la infancia

Algunos de los principales mitos sobre la psicología de los niños y niñas que se sostienen hoy en día son los siguientes.

1. Esencialismo psicológico

Existe un tipo de creencia compartida por algunos de los padres "superados" por el mal comportamiento de los hijos referente a la presencia de una maldad intrínseca en el niño que le conduce a cometer las conductas de pérdida de respeto, rebeldía, desafío y desobediencia. Nada más lejos de la realidad. Hasta la etapa de juventud e inicio de la edad adulta (hacia los 24-25 años) el individuo no dispone de un completo desarrollo de todas las estructuras cerebrales que le permiten ejercer un razonamiento profundo sobre sus propios actos o conducirse de una forma madura, ética, civilizada, empática; dichas estructuras se conocen como corteza prefrontal.

El menor, por tanto, no dispone de esa capacidad que se le atribuye para amargar la existencia de forma consciente y premeditada a los padres, ya que en estas edades el menor tampoco sabe muy bien que es lo correcto o lo adecuado ante una situación determinada; está aprendiendo a ello. Por tanto, parece injusto pensar que el niño debe comportarse como “un adulto en miniatura”; el niño es niño.

2. El aprendizaje no modela la personalidad

Relacionado con lo anterior, no parece acertado tampoco concluir que el niño se comporta de una determinada manera poco adecuada debido a que “ha salido así”.

Sí es cierto (ya en la infancia tardía y adolescencia) que el último responsable de la conducta es quien la realiza y que existe una diferencia de temperamento que discrimina entre individuos más serenos o más “movidos”, pero no es menos veraz que dado que el menor se encuentra en un aprendizaje constante el ambiente presenta un papel determinante en el modelado del comportamiento del niño.

Así, la interacción entre los factores personales (internos o personales) y los factores derivados del contexto (externos, como el tipo de familia y de educación recibida) son los causantes de la conducta que finalmente exteriorizan los niños. En este sentido, los distintos estilos educativos (democrático, autoritario, permisivo o negligente) presentan una influencia determinante.

3. El afecto tiene su precio

Otra de las ideas que frecuentemente aplican algunos padres es el hecho de pensar que es posible generar el sentimiento de afecto de los hijos hacia ellos mediante las recompensas materiales, tal como se comentaba anteriormente. En contra de lo que pueda parecer, los niños son igualmente felices con la mitad o la cuarta parte del dinero que los progenitores invierten con el pretexto de contentar a los pequeños.

Las investigaciones y el análisis de un gran número de entrevistas y testimonios realizados en la última década indican que los pequeños valoran mucho más que las recompensas materiales concretas el tiempo y la atención que sus padres les dedican en el día a día.

La escucha activa, el diálogo, la toma de decisiones conjunta, las actividades compartidas, una actitud empática y comprensiva ante las dificultades que puedan surgir en ambas partes, etc., son aspectos que cuentan en un medida mucho más elevada que el hecho de poner a su disposición el último modelo de consola en el mercado.

Conclusión

Las líneas precedentes pretenden ser un conjunto de reflexiones que, en determinados casos, pueden ayudar a los progenitores a entender de forma más profunda los motivos por los cuales el comportamiento de su pequeño no es el esperado. Analizando las creencias erróneas indicadas pueden resolverse de formas alternativas situaciones cotidianas de conflicto, en las cuales la aplicación de la capacidad empática puede ser de vital importancia.