Los efectos del tabaco en el cerebro
Encender y fumarse un cigarrillo son acciones que millones de personas llevan a cabo de manera habitual cada día, aún sabiendo que el hecho de fumar y el consumo de tabaco tienen una gran cantidad de efectos nocivos y perjudiciales para nuestra supervivencia.
A día de hoy la mayoría conoce la relación entre el tabaco y el cáncer de pulmón, los problemas respiratorios, el envejecimiento de nuestros tejidos o el acortamiento de la esperanza de vida. Sin embargo, existen otros órganos y afectaciones que no suelen ser tan tenidos en cuenta por la población y que pese a ello resultan fundamentales: por ejemplo, los efectos del tabaco en el cerebro.
A lo largo de este artículo vamos a hacer un breve repaso de lo que implica el tabaquismo, cómo afecta al cerebro el tabaco y los efectos y riesgos que el consumo de tabaco puede tener en el órgano rey.
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Tabaco y nicotina
El tabaco es un producto elaborado a partir de la planta del tabaco (Nicotiana tabacum), concretamente de sus hojas y tallo, las cuales tras picarse o cortarse son preparadas en diferentes formatos y algunas de las cuáles son mezcladas con otras sustancias para conformar cigarrillos, tabaco de liar o para usar en pipa, y que se consume generalmente mediante la aspiración del humo de su combustión.
El principal principio activo de tabaco, el cual le otorga sus propiedades psicoactivas, es la nicotina. Esta sustancia tiene efectos activadores y estimulantes sobre el organismo, fijándose a los receptores nicotínicos de la acetilcolina de nuestro organismo. Pese a ello con el consumo crónico y la progresiva habituación que esta sustancia genera los efectos son cada vez menos activadores y tienden a percibirse como depresores y incluso relajantes.
Pero la habituación a la nicotina termina por generar dependencia a su adquisición por vía externa, de tal modo que poco a poco se van necesitando mayores cantidades para obtener los mismos efectos: con el paso del tiempo el fumar se hace una necesidad y se instaura el tabaquismo o dependencia a la nicotina o tabaco.
El consumo de tabaco y la inhalación de su humo implica también que se incorporan al organismo otros componentes, tales como monóxido de carbono, sustancias cancerígenas, radicales libres y oxidantes como el radical hidroxilo, gases cancerígenos como el formaldehído o el óxido nítrico o metales como el cadmio o el berilio (e incluso el arsénico).
Además este consumo tiene efectos nocivos sobre múltiples partes de nuestro organismo, independientemente de que estemos hablando de tabaco en forma de cigarrillo o en otras modalidades: la aspiración de humo es irritante y se encuentra profundamente vinculada a problemas respiratorios (siendo uno de los motivos más habituales de enfermedad pulmonar obstructiva crónico, enfisemas y otros problemas respiratorios) y al surgimiento de tumores respiratorios o del tracto intestinal y bucofaringeo.
También afecta entre otros al corazón y al sistema vascular, generando vasoconstricción y pudiendo facilitar problemas severos en dicho sistema. Puede generar problemas hepáticos y de páncreas, provocar daños en ojos y piel y alterar el metabolismo y el sistema gastrointestinal. También reduce la capacidad física debido a la falta de oxigenación.
¿Cómo actúa el fumar en nuestro cerebro?
Al producirse la inhalación, la mayor parte de esta sustancia es absorbida por el sujeto fumador a través de los pulmones (y en mucha menor cantidad por las mucosas y la lengua), y tras haber sido procesada por los alvéolos y llevada a la sangre en alrededor de ocho segundos llega hasta nuestro cerebro tras haber pasado por la barrera hematoencefálica.
Una vez allí se fija en los receptores de la acetilcolina denominados nicotínicos, en los cuales genera la apertura de canales de calcio pero que impide que la acetilcolina ya existente en el encéfalo pueda entrar. Ello provocará que el organismo intente generar mayores niveles de acetilcolina, las cuales van a provocar también la activación del dopaminérgico del sistema de recompensa cerebral. La nicotina genera afectación en diferentes puntos del cerebro, pero algunas de las más relevantes son el sistema límbico y los ganglios basales, así como la vía mesocortical y mesolímbica.
Este sistema es el causante de que el consumo de tabaco poco a poco vaya pasando a ser apetecible y fomente la adicción. La dopamina en dicha área aumenta a la par que otros componentes del tabaco bloquean la acción de la MAO que la disminuiría. También genera una afectación en el locus coeruleus, estimulándolo y provocando un aumento en los niveles de energía a la par que contribuye a generar sensaciones de tranquilidad en situaciones de estrés.
Asimismo, poco a poco se va generando mediante regulación positiva una desensibilización de los receptores nicotínicos a esta sustancia, a lo que el cuerpo responderá formando una mayor cantidad de receptores donde pueda producirse la unión entre nicotina y receptor. Se está formando una tolerancia a la sustancia, algo que provocará que cada vez se necesite más nicotina para provocar los mismo efectos. Y esta tolerancia explica en parte también porqué fumadores crónicos más que activarse sienten relajación cuando fuman: en realidad están aliviando la ansiedad propia de la abstinencia.
Al mismo tiempo, afecta al eje hipotálamo-hipofisario de manera que incremente la liberación de hormonas liberadoras de adrenocorticotropa y corticotropina, lo que a su vez contribuye a que se estimulan las glándulas suprarrenales de tal manera que provoca la síntesis y emisión de adrenalina o epinefrina. Esta hormona va a generar vasoconstricción y aumentos de la presión y frecuencia cardíacas y a su vez retroalimenta la activación del organismo. También dificulta la síntesis de enzimas pancreáticas.
Efectos del tabaco sobre el cerebro
Más allá de cómo actúa, también resulta relevante conocer algunos de sus efectos. A corto plazo y con los primeros consumos, es habitual que el consumo inicial de pequeñas dosis puede aliviar sintomatologías depresivas y aumentar el estado del ánimo.
La activación del locus coeruleus también facilita la activación y puede parecer que se produzcan aumentos en los niveles de vigilia, capacidad de concentración y la sensación de saber afrontar las situaciones. Ahora bien, también puede generar palpitaciones mareos y problemas respiratorios.
Sin embargo, según el consumo se va haciendo más frecuente se van viendo cada vez peores consecuencias. En primer lugar la progresiva tolerancia a la nicotina tiene como resultado que acabe por aparecer una dependencia a la sustancia, inicialmente física y posteriormente también psíquica.
La falta de tabaco generará abstinencia, por lo general en forma de malestar y ansiedad. También se observan aumentos del apetito, apatía, cefaleas y problemas del sueño. En abstinencia pueden aparecer también problemas de concentración. También altera la capacidad de percepción olfativa y gustativa, perjudicando estos sentidos.
El efecto de la nicotina en la neocorteza se ha observado, especialmente a largo plazo, como problemática y negativa. Diversos estudios sugieren que el consumo de tabaco debilita y genera deterioro en las células nerviosas de esta parte del cerebro, y que provoca una reducción de su grosor debido a la mayor mortalidad de las fibras nerviosas. Este factor puede vincularse a una mayor probabilidad de deterioro cognitivo e incluso demencia. Se ha visto también que se reduce la formación de nuevas neuronas.
En caso de embarazo, se ha observado que fumar puede generar prematuridad y bajo peso, además de retrasos en el crecimiento y el desarrollo cognitivo del menor.
También afectan en gran medida las capacidades vasoconstrictoras de la nicotina, algo que puede facilitar la aparición de ictus. Ahora bien, la nicotina (que no el fumar) parece tener efectos positivos en la prevención del Parkinson, si bien se trata de algo aún en estudio.
Si tenemos en cuenta además el posible efecto de la presencia de monóxido de carbono (habitual en la combustión del tabaco), también dificulta la oxigenación del cerebro y pueden provocar desmielinización del sistema nervioso (pérdida de mielina, que se traduce en pérdida de velocidad en la transmisión de información entre neuronas)
Asimismo, aunque en los momentos iniciales generaba estimulación, a la larga puede generar problemáticas como depresión. A un nivel menos biológico y más psicológico, si se hacen esfuerzos infructuosos por dejarlo pueden darse también sensación de indefensión o ineficacia, o bien incluso puede llegar a recurrirse a otras sustancias más dañinas.
Referencias bibliográficas:
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