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Cómo educar a los niños para que no sean racistas


El racismo sigue siendo una realidad que se plasma en prácticamente todos los aspectos de la sociedad. Prácticamente todos los países sufren este fenómeno, fruto de las creencias irracionales arraigadas durante siglos, y luchar contra este tipo de discriminación es necesario para poder llegar a socializar bien.

Por otro lado, el racismo no es solo cosa de adultos. Sus síntomas aparecen ya en la infancia, y en esta etapa vital puede dar lugar a episodios de crueldad y de sufrimiento sin ningún sentido: acoso escolar, marginación, burlas, prejuicios, etc. En este artículo veremos varios consejos sobre cómo educar a los niños y niñas para que no sean racistas.

Educar a los niños para que rechacen el racismo

Hay que tener en cuenta que el racismo, para existir, no necesita que se hayan interiorizado antes unos conceptos muy desarrollados sobre lo que es una raza, o sobre cómo se supone que se comporta la población negra, la blanca o similares. Se basa, fundamentalmente, en prejuicios que surgen de la interpretación de unos rasgos estéticos determinados.

Esto hace que los niños y niñas ya puedan empezar a desarrollar racismo de manera casi espontánea, sin necesidad de “memorizar” nada, simplemente por el hecho de exponerse a dinámicas de interacción entre personas que tienen un contenido racista. De manera pasiva, empiezan a aprender que quienes tienen cierto aspecto físico, visten de una manera determinada o hablan de un modo concreto, se comportan de cierto modo.

Sabiendo esto, veamos qué hacer para educar a los niños y niñas lejos del racismo.

1. No hagas ver que no existe la gente racializada

El primer paso para luchar contra el racismo es reconocer que existen una serie de características por las que se discrimina a ciertos grupos de personas por factores vinculados a su aspecto o su origen familiar. No es viable hacer ver, por ejemplo, que no existe algo llamado “personas negras” o “personas blancas”.

La clave es, eso sí, que desde el rechazo al racismo estas diferencias entre personas son vistas como constructos culturales, algo que ha surgido a partir de cómo interpretamos la realidad, y no como algo que está presente en la biología humana independientemente de si pensamos en ello o no. Es decir, que a pesar de que para la biología el concepto de razas humanas no tenga sentido, sí lo tiene para las ciencias sociales.

Así pues, expresar sin complejos que existen las personas racializadas (es decir, aquellas a las que históricamente se las ha discriminado por características como su color de piel) es necesario para avanzar hacia los siguientes pasos para educar en la concienciación de la condena del racismo.

2. Enseña por qué hay grupos de personas con rasgos diferentes

Evidentemente, a las niñas y a los niños de muy corta edad no es posible explicarles los entresijos de la genética, pero sí es bueno dejar claro que esos rasgos a los que se les atribuye una interpretación racial son como cualquier otro rasgo físico, como el hecho de ser más alto o más bajo, tener los dientes más o menos grandes, etc.

Esto es importante para que entiendan que la apariencia no nos dice nada sobre la personalidad de alguien en concreto, ni sobre sus intereses, su idioma, etc.

3. Explícale que hay visiones enfrentadas

Es inútil hablarles sobre el racismo a los niños como si no existiese un problema social vinculado a este. Es por ello que hay que prevenirles explicándoles que algunas personas sí creen que las características asociadas a las razas añaden o restan valor a las personas o incluso describen su manera de pensar y sentir, y a la vez hay que mostrar por qué están equivocadas.

Fundamentalmente, la idea que hay que defender es que cualquier persona, independientemente de su aspecto o de si encaja más o menos con estereotipos raciales, puede ser buena o mala, tímida o sociable, desconfiada o cálida, o de cualquier otra manera en lo que respecta a su manera de ser y de comportarse. El racismo no surge de los cuerpos de las personas, sino de situaciones de injusticia que ocurrieron hace mucho tiempo (esclavitud, conquista, etc.) y cuyos efectos aún se hacen notar en las creencias de muchas personas.

Es cierto que el racismo no tiene solo un origen basado en las creencias y que hay otros factores materiales que lo alimentan (por ejemplo, cierto tipo de fronteras), pero es mejor renunciar a explicaciones tan complejas para que el mensaje principal sea comprendido mejor.

También es bueno poner ejemplos sobre argumentos habituales usados por las personas racistas para tratar de defender su actitud, para que sepan reconocer algunas de ellas en el futuro y, en ese momento, recordar la explicación relacionada con el por qué eso que se dice no es cierto.

4. No vincules las razas a las regiones

Es importante que los niños y niñas tengan claro que los territorios no tienen razas, y las razas no tienen territorios. Por ejemplo, una persona con ojos achinados no es “asiática”, dado que en Asia viven muchas personas que no presentan esa característica y mucha gente con ese rasgo vive fuera de allí.

Eso sí, para que comprenda que esos rasgos son más comunes en ciertas zonas, puedes enseñarle unas nociones muy básicas sobre cómo la vida no se mantiene estática, sino que cambia a través del tiempo (evolución) y del espacio (migraciones).