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Los valiosos aportes de René Descartes a la Psicología


René Descartes fue un típico ejemplo de intelectual renacentista: soldado, científico, filósofo y psicólogo especulativo.

Estudió con los jesuitas, y su formación fue tanto metafísica como humanística. Su influencia ha sido decisiva por su reformulación del racionalismo, y su inclusión en un sistema mecanicista.

Descartes (1596-1650) y el Racionalismo

Al igual que el escepticismo de los sofistas fue respondido con el racionalismo de Platón, el racionalismo de Descartes era una respuesta al escepticismo humanista del período anterior que, habiendo colocado al hombre en el centro del mundo, no confiaba en sus propias fuerzas para sostenerlo.

Descartes no aceptó la creencia de los escépticos en la imposibilidad del conocimiento, ni en la debilidad de la razón. Decidió dudar sistemáticamente de todo hasta encontrar algo que fuera tan diáfanamente verdadero que no pudiera dudarse de ello. Descartes descubrió que podía dudar de la existencia de Dios, de la validez de las sensaciones (axioma empirista), e incluso de la existencia de su cuerpo.

Cogito ergo sum: la verdad primera e indudable

Prosiguió por esta vía, hasta que descubrió que de una cosa no podía dudar: de su propia existencia como ser auto-consciente y pensante. No se puede dudar que se duda, porque, al hacerlo, se efectúa la propia acción que se niega. Descartes expresó su primera verdad indudable con el famoso: Cogito ergo sum. Pienso, luego existo.

A partir de su propia existencia, Descartes justificó la existencia de Dios por medio de argumentos que fueron puestos en duda ya entonces. Estableció también la existencia del mundo y del propio cuerpo, y la exactitud general de la percepción.

Descartes creía que un método correcto de razonamiento puede descubrir y probar lo que es verdad. Aboga, como buen racionalista, por el método deductivo: descubrir por la razón las verdades obvias y deducir a partir de ellas el resto. Este método es opuesto al método inductivo propuesto por Francis Bacon y adoptado por los empiristas.

Descartes, sin embargo, no descartaba la utilidad de los sentidos, aunque pensaba que los hechos tienen escaso valor hasta que son ordenados por la razón.

De la Filosofía a la Psicología y el conocimiento sobre la cognición

Descartes no fue el primero en justificar la propia existencia en la actividad mental. Ya el primer racionalista, Parménides, había afirmado “Porque es lo mismo pensar y ser”, y San Agustín había escrito “si me engaño, existo” (para Descartes, en cambio, que duda de toda Verdad trascendente, la cuestión habría sido “si me engaño, no existo”), y tan sólo un siglo antes, según Gomez Pereira: “Sé que conozco algo, y quien conoce existe. Luego existo.” La novedad cartesiana estriba en sostener todo el sentido sobre la duda, y cimentar la única certeza en la verdad lógica.

A partir de Descartes la filosofía se hará cada vez más psicológica, buscando conocer la mente a través de la introspección, hasta la aparición de la psicología como disciplina científica independiente, en el siglo XIX, basada en el estudio de la conciencia mediante el método introspectivo (aunque sólo para la primera generación de psicólogos).

Descartes afirma la existencia de dos tipos de ideas innatas: de un lado las ideas principales, aquellas de las que no cabe dudar, aunque son ideas potenciales que requieren de la experiencia para ser actualizadas. Pero también habla de ideas innatas respecto a ciertas formas de pensar (lo que ahora llamaríamos procesos, sin contenidos específicos, sólo formas de operar: por ejemplo la transitividad). Esta segunda clase de innatismo será desarrollado en el siglo XVIII por Kant, con sus juicios sintéticos a priori.

Mecanicismo Universal

Descartes enriquece la teoría de Galileo con principios y nociones de la mecánica, ciencia que había conseguido éxitos espectaculares (relojes, juguetes mecánicos, fuentes). Pero además es Descartes el primero en considerar los principios mecanicistas como universales, aplicables tanto a la materia inerte como a la materia viva, a las partículas microscópicas como a los cuerpos celestes.

La concepción mecanicista del cuerpo en Descartes es como sigue: la característica del cuerpo es la de ser res extensa, sustancia material, por oposición a la res cogitans o sustancia pensante.

Estas sustancias diferentes interactúan a través de la glándula pineal (la única parte del cerebro que no se repite hemisféricamente), afectándose mutuamente de forma mecánica.

El cuerpo posee órganos receptores y nervios o tubos huecos que comunican interiormente unas partes con otras. Estos tubos están recorridos por una especie de filamentos que en un extremo se unen con los receptores, y en el otro con unos poros (a modo de tapaderas) de los ventrículos del cerebro que cuando se abren permiten discurrir a través de los nervios los “espíritus animales”, que influyen en los músculos causando el movimiento. No distinguía, por tanto, nervios sensoriales y motores, pero tenía una idea rudimentaria del fenómeno eléctrico que subyace a la actividad nerviosa.

El legado de René Descartes en otros pensadores

Será Galvani, en 1790, quien, a partir de la comprobación de que el contacto de dos metales diferentes produce contracciones en el músculo de una rana, demuestre que la electricidad es capaz de provocar en el cuerpo humano parecido efecto al de los misteriosos “espíritus animales”, de lo que fácilmente podía deducirse que el impulso nervioso era de naturaleza bioeléctrica. Volta atribuyó este efecto a la electricidad, y Galvani entendió que era engendrada por el contacto de dos metales; de la discusión entre ambos surgió, en 1800, el descubrimiento de la pila, que inició la ciencia de la corriente eléctrica.

Helmholtz, en 1850 gracias a la invención del miógrafo, midió la tardanza de reacción del músculo al ser estimulado desde diferentes longitudes (26 metros por segundo). El mecanismo de la bomba de sodio no se descubriría hasta 1940.

La importancia de la glándula pineal

En la glándula pineal sitúa Descartes el punto de contacto entre el espíritu (res cogitans, sustancia pensante) y el cuerpo, ejerciendo una doble función: control sobre los movimientos desmesurados (pasiones) y, sobre todo, conciencia. Dado que Descartes no distingue entre conciencia y consciencia, dedujo que los animales, que no poseían alma, eran como máquinas perfectas sin dimensión psicológica, es decir, sin sentimientos ni consciencia. Ya Gómez Pereira había negado la cualidad psicológica de la sensación en los animales, dejando reducidos sus movimientos a complicadas respuestas mecánicas de los nervios actuados desde el cerebro.

El resultado fue que una parte del alma, asociada tradicionalmente al movimiento, entraba a formar parte inteligible de la naturaleza y, por tanto, de la ciencia. El conductismo psicológico, que define la conducta psicológica como movimiento, es deudor del mecanicismo de Descartes. El psiquismo se configuraba, por otra parte, únicamente como pensamiento, posición que reaparecería más tarde con la psicología cognitiva, si se define ésta como ciencia del pensamiento. Para Descartes, sin embargo, el pensamiento era indisociable de la consciencia.

Una característica, sin embargo, común a estos enfoques, como sucede ampliamente en el resto de las ciencias modernas, es la separación radical entre el sujeto que conoce y el objeto de conocimiento. Tanto el movimiento como el pensamiento se convertirán en automáticos, procediendo en función de cadenas causales predeterminadas en el tiempo.