Los Médicos Filósofos: Huarte de San Juan, Pereira y S. de Nantes
Los médicos filósofos son pensadores independientes de formación médica, que asumen la doctrina hipocrático-galénica de las diferencias tipológicas basadas en la constitución y el temperamento como causantes de los comportamientos psicológicos.
Médicos Filósofos: un resumen de sus vidas y aportes
A continuación vamos a conocer varios de estos Médicos Filósofos que, durante la Baja Edad Media y la Edad Moderna.
1. Gómez Pereira (1500-1560)
Gómez Pereira fue un médico castellano que puede considerarse precursor, con casi un siglo de adelanto, de Descartes. En su obra “Antoniana Margarita”, hace del pensamiento la esencia del alma y defiende el automatismo de los animales. La frase siguiente, anterior al famoso “cógito” cartesiano, puede dar una idea: “Sé que conozco algo, y quien conoce existe: luego existo”.
2. Oliva Sabuco de Nantes
La obra de Oliva “Nueva filosofía de la naturaleza del hombre” (1587) se atribuyó a su padre, Miguel, que era ciego, lo que da idea de lo insólito de que una mujer firmara una obra científica.
Está escrita en forma de coloquio entre tres pastores y puede considerarse un tratado sobre las pasiones y su relación con la vida fisiológica. Establece la interacción psico-somática o psico-fisiológica como explicación de todo género de comportamientos humanos. Defiende también la efectividad de la terapia verbal junto a otras terapias orgánicas.
3. Juan Huarte de San Juan (1529-1585)
Patrón de la psicología en nuestro país, es uno de los autores españoles que ha logrado mayor proyección universal por su obra “Examen de ingenio para las ciencias”, publicada en 1575. La obra de Huarte fue traducida al latín, inglés, francés, italiano y holandés, siendo reeditada en algunos de estos idiomas.
Parte de la doctrina de que todas las almas son iguales, siendo el temperamento cerebral el causante de las diferentes habilidades del hombre, según el predominio en él de las cualidades primarias (calor, humedad y sequedad). La sequedad favorece la sabiduría o la inteligencia, la humedad la memoria, y el calor la imaginativa.
Huarte se califica de “filósofo natural” y como tal quiere buscar las causas particulares de cualquier efecto. Aún reconociendo que Dios es la causa última, le interesan las causas naturales, y evita las explicaciones de carácter sobrenatural. Al científico corresponderá descubrir la relación de causa efecto entre las cosas “porque hay causas ordenadas y manifiestas de donde tal efecto puede nacer“.
Huarte es un pensador empirista. Adopta, por tanto, la postura Aristotélico‑tomista al defender la idea de que si las almas son iguales, las diferencias individuales aparecen debido a la diferencia entre los cuerpos. La materia se constituye así en el principio diferenciador. Huarte rechaza la existencia anterior de un alma capaz de conocer las Ideas. Reconoce, sin embargo, que el alma -tanto en su aspecto racional como en el sensitivo y vegetativo- es sabia, sin ser enseñada de nadie. Establece un instrumento mediatizador en el cerebro respecto a las habilidades del alma, que afecta a toda clase de destrezas.
Es el creador de una primera psicología evolutiva al admitir que el temperamento de la niñez es más conveniente a las almas sensitiva y vegetativa que a la racional para, poco a poco, ir adquiriendo un temperamento más proclive a imaginar, entender y recordar. En los viejos domina el entendimiento porque tienen mucha sequedad y poca humedad, cuya escasez causa su poca memoria, mientras que a los jóvenes les sucedería lo contrario, por eso la niñez sería más apta para el aprendizaje de idiomas, actividad que según Huarte depende de la memoria.
También puede considerarse a Huarte como pionero de la eugenesia, ya que el temperamento dependería de la semilla de los padres y, posteriormente, del régimen de vida.
La noción del temperamento se remonta a los pensadores griegos. Hipócrates, en el siglo V a.c., explica la salud como el equilibrio de cuatro humores: sangre, bilis negra, bilis amarilla y flema. Si predomina el calor y la humedad (aire) resulta un temperamento sanguíneo. Si el frío y la sequedad (tierra), propios de la flema, el flemático; si el calor y la sequedad (fuego), propios de la bilis amarilla, el temperamento será colérico, y si predomina el frío y la humedad de la bilis negra (agua) el temperamento será melancólico. (Ver Tabla 1).
Huarte combina la teoría de los Humores de Hipócrates con las potencias del “alma racional” que estableciera Aristóteles: memoria, imaginativa y entendimiento.
La memoria recibe pasivamente y conserva los datos. Para que el cerebro sea un buen instrumento de esta facultad debe predominar en él la humedad. La imaginativa, según la noción Aristotélica, es la que escribe en la memoria las figuras de las cosas, y la encargada de introducirlas y recuperarlas de la memoria. Para que el cerebro sea un buen instrumento de esta facultad debe predominar en él el calor: “El calor levanta las figuras y hace bullir, por donde se descubre todo lo que hay que ver en ellas”.
El entendimiento necesita que el cerebro sea seco y compuesto de partes muy sutiles y delicadas. Son tareas del entendimiento inferir, distinguir y elegir.
Estas tres potencias se excluyen mutuamente: con la memoria y el predominio de humedad se pierde entendimiento, que precisa sequedad y calor, y viceversa. El que tiene gran imaginación tampoco podrá tener mucho entendimiento porque el calor que aquella precisa “consume lo más delicado del cerebro, y lo deja duro y seco”.
Huarte refuta la opinión de Cicerón de que todas las artes podrían alcanzarse con estudio, ya que se basan en principios que es posible aprender. Para Huarte existen tres tipos de ingenio: el inteligente, el memorioso y el imaginativo. Cada oficio, por otro lado, precisará determinado tipo de ingenio.
Un predicador necesita entendimiento para alcanzar la verdad, memoria para citar frases de otros y buena imaginativa para saber enseñar con elocuencia y atraer la atención, por lo que un buen predicador debería tener gran entendimiento y mucha imaginativa. Sin embargo, como la gran imaginación predispone a la soberbia, la gula y la lujuria, recomienda que el predicador no sea imaginativo en exceso, ya que podría incurrir en el mal y arrastrar a él a los fieles.
Un buen abogado o juez necesitará gran memoria para aprender las muchas leyes y buen entendimiento para distinguir, inferir, razonar y elegir. Aunque siempre es preferible que un abogado tenga mucho entendimiento y poca memoria a lo contrario.
La medicina necesita también buen entendimiento y memoria, aunque requiere de la imaginativa para el ojo clínico, las conjeturas de la medicina, atinar con las causas y los remedios para cada enfermo.
El oficio militar requiere cierta malicia para lo que se requiere un tipo especial de imaginativa que confiera la habilidad para adivinar los “engaños que vienen debajo de alguna cubierta”. En su opinión el juego del ajedrez es uno de los que más desarrollan la imaginativa.
El oficio de rey, por último, encontraría su temperamento ideal en un “hombre templado“, es decir, con un temperamento compensado o equilibrado. Eso va acompañado de un cabello que se va dorando con la edad, y de gracia, donaire y buena figura. Otras señales de este temperamento son la virtud y buenas costumbres.
Si en el cuerpo engendrado predomina la frialdad y la humedad, resultará una mujer. En su vida manifestará pobremente las cualidades que en sumo grado posee el alma. Si predomina el calor y sequedad, en cambio nacerá un hombre, cuyas cualidades serán la habilidad y el ingenio. De las variaciones del temperamento corporal derivan la mayor o menor torpeza en la mujer y el mayor o menor ingenio y habilidad en el hombre.
Huarte recoge de Aristóteles la idea de que el deseo, la imaginación y los movimientos durante el acto carnal contribuyen a engendrar buenos hijos. Según esta doctrina los padres sabios suelen tener hijos necios, porque son torpes para el acto sexual, mientras que los necios e instintivos, al ser más hábiles, pueden engendrar hijos ingeniosos.
Huarte es considerado pionero en diferentes campos: para Menéndez Pelayo es el padre de la frenología; puede considerarse también antecesor del enfoque de la psicología diferencial y la orientación y selección profesional. También es un pionero, como ya dijimos, de la eugenesia y de la psicología de las edades.