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Las 3 diferencias entre la fobia a la sangre y la fobia a las agujas


Las fobias son un conjunto de psicopatologías asociadas a estados muy elevados de ansiedad que se desencadenan ante la aparición de un catalizador específico que no supone un peligro proporcional a la intensidad de la reacción que experimenta la persona como por ejemplo un animal doméstico, un vehículo o un evento meteorológico.

Existe una gran variedad de fobias porque prácticamente cualquier experiencia puede llegar a ofrecer el tipo de estímulos capaces de desencadenar síntomas fóbicos. Y de hecho, en la mayoría de los casos, buena parte de estos trastornos fóbicos presentan características muy parecidas, por lo que en algunos aspectos se solapan. Sin embargo, hay dos tipos de fobias que conviene no confundir: la fobia a la sangre, por un lado, y la fobia a las agujas o a las inyecciones, por el otro. En este artículo encontrarás un resumen de sus diferencias.

¿Qué son las fobias?

Las fobias son trastornos psicológicos caracterizados por la aparición de un miedo irracional e intenso desencadenado por un estímulo relativamente inofensivo o vinculado a algo que no entraña un peligro significativo, como una conversación con desconocidos, arañas, las tormentas, los payasos, etc.

Este tipo de trastornos se incluyen dentro de los trastornos de ansiedad y van comúnmente acompañados de estados de malestar, angustia, agitación y terror intenso en los casos más agudos, así como otros síntomas físicos asociados. Cuando emergen los síntomas de las fobias, suele aparecer una necesidad intensa de evitar ese tipo de estímulos o de salir huyendo, y aparece la sensación de pérdida de control sobre el propio cuerpo, además de otros fenómenos vinculados a la ansiedad: temblores, mareos, ritmo cardíaco acelerado, etc.

Distinguir entre la fobia a la sangre y la fobia a las agujas

Una de las características principales de las fobias es que el miedo experimentado siempre es subjetivo y percibido por la persona afectada, y que el desencadenante de dicho miedo casi nunca supone una amenaza real hacia su integridad física. La persona que sufre la fobia puede saber que no corre un peligro real desde un punto de vista racional, pero a pesar de ello se siente en peligro.

Algunos de los estímulos que pueden desencadenar la aparición de una fobia o miedo irracional en una persona pueden ser las arañas, los espacios cerrados, los espacios abiertos con gente, el hecho de volar en un avión, etc.

Cualquier tipo de fobia, por ridícula que pueda parecer para el observador externo, no debe ser infravalorado, pues se trata de un trastorno con una gran capacidad para dañar la calidad de vida de quien la sufre.

Por otro lado, entre las fobias más habituales podemos encontrar la fobia a la sangre y la fobia a las agujas, dos trastornos que pueden parecer muy similar, pero que contienen características distintas que deben ser conocidas.

¿Qué son la fobia a la sangre y la fobia a las agujas?

La fobia a la sangre o hematofobia se engloba, como todas las fobias, dentro de los trastornos de ansiedad, y consiste en la aparición de estados generalmente elevados de ansiedad, angustia o malestar ante la presencia de sangre (propia o ajena) o ante la posibilidad de ver sangre en cualquier situación.

Se trata de uno de los tipos de fobia más frecuentes que existen en el mundo y que mayor prevalencia tienen en personas de todas las edades, apareciendo generalmente por primera vez durante la infancia (7-8 años) y ejerciendo una influencia notable en la vida de la persona hasta el punto de modificar sus hábitos de vida y la realización de determinadas actividades por tal de evitar situaciones capaces de producir heridas (o incuso cortes o pinchazos en un contexto de intervención médica).

Por otro lado, la fobia a las agujas, o tripanofobia, es, por el contrario, un tipo de fobia caracterizado por un miedo irracional a las agujas y las inyecciones reales o imaginadas y también ante la idea de ser sometido en el presente o el futuro a cualquier tipo de pinchazo en el cuerpo.

Diferencias entre la fobia a la sangre y la fobia a las agujas

Tanto la fobia a las agujas como la fobia a la sangre comparten características comunes, por eso pertenecen al grupo de fobias llamado “Sangre-inyecciones-Daño”, ya que se relacionan con el daño o el dolor intenso en el propio cuerpo.

No obstante, también existen diferencias esenciales que distinguen ambos fenómenos, que deben ser tenidas en cuenta.

La fobia a la sangre suele presentar el grueso de los síntomas ansiosos-evitativos que presentan la mayoría de fobias que existen. Algunos de los catalizadores o estímulos que desencadenan la ansiedad se relacionan con la aparición de heridas y cortes tanto en el propio cuerpo como en otras personas y también en pruebas de todo tipo realizadas en el ámbito médico.

Las personas que presentan fobia a la sangre suelen evitar ir al médico y exponerse a cualquier tipo de exámen o prueba médica en la que intervengan agujas, inyecciones o perforaciones en el propio cuerpo.

Además de eso, la fobia a la sangre también presenta síntomas característicos propios, como la respuesta bifásica, un fenómeno fisiológico llamado así porque se produce en dos fases. La primera consiste en una subida repentina de la presión sanguínea y la tasa respiratoria; y la segunda está basada en la bajada drástica de ambos indicadores.

Esta respuesta bifásica suele tener como consecuencia un desmayo por parte de la persona con fobia a la sangre, debido a la puesta en marcha de dos mecanismos opuestos en el organismo humano y al rápido cambio en la presión sanguínea. Y, por otro lado, la respuesta bifásica no está tan asociada a la fobia a las agujas, en la que lo habitual es que la presión sanguínea se mantenga a niveles altos durante todo el transcurso de la crisis que sufre la persona.

Por otro lado, se cree que los mecanismos psicobiológicos en los que se basan ambos tipos de fobias pueden ser distintos. Mientras que la fobia a las agujas no parece ser muy diferente al resto de fobias específicas, tiene sentido que la fobia a la sangre se fundamente en una predisposición innata a evitar las situaciones en las que se vierta sangre, dado que durante cientos de miles de años de evolución de nuestro linaje, estos eventos suelen tener implicaciones relevantes para la propia supervivencia. Desde este punto de vista es útil poder reaccionar rápidamente ante un posible peligro capaz de producir heridas, para luego hacer bajar mucho la presión sanguínea para evitar en la medida de lo posible una gran cantidad de pérdida de sangre si se han producido daños en el organismo.

Otra de las principales diferencias existentes entre ambos tipos de fobia es el desencadenante que genera los síntomas de miedo y ansiedad: mientras que en el caso de la fobia a la sangre siempre es la previsión, la visión o imaginación de sangre en cualquier escenario, en la fobia a las agujas, el catalizador es la aguja como objeto, sin que sea necesaria la aparición de sangre o la expectativa de que la piel será perforada por ese objeto.

Tratamiento de las fobias en psicoterapia

Una intervención psicoterapeuta por parte de un profesional cualificado es la mejor opción para tratar con éxito las fobias de todo tipo y para que la persona adquiera una serie de conocimientos y estrategias útiles que pueda poner en práctica en su día a día para superar su fobia. Por suerte, la psicoterapia es muy eficaz a la hora de ayudar a las personas a superar las fobias en cuestión de semanas.

El tratamiento de las fobias suele ser de tipo cognitivo-conductual, uno de los que han demostrado ser más efectivos hasta la fecha para tratar este tipo de miedos irracionales. En casos así, parte de las técnicas se basan en ayudar a la persona a afrontar lo que le produce miedo, pero sin llegar a ceder totalmente al pánico y a las ganas de huir, resistiendo un cierto nivel de malestar para, poco a poco, ir habituándose al estímulo fóbico. Esto se logra utilizando, por ejemplo, la técnica de la exposición controlada.

Otra de las estrategias que usan los profesionales de la psicología en casos de fobias son la reestructuración cognitiva, es decir, ayudar a la persona a adquirir pensamientos y procesos cognitivos mucho más positivos y adaptativos que le permitan superar su ansiedad, dejando de lado creencias disfuncionales acerca del supuesto peligro del estímulo fóbico y de la capacidad de uno mismo para afrontar esas situaciones.

Y por último la técnica de Tensión Aplicada, una técnica consistente en aplicar tensión en determinados grupos musculares del paciente para evitar desmayos o desvanecimientos ante la exposición a la fuente de miedo.

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