Amor incondicional: qué es, cómo detectarlo y por qué puede ser dañino
El amor incondicional es posiblemente uno de los conceptos más populares del mundo de las relaciones amorosas. Y lo es, entre otras cosas, porque a lo largo de las últimas décadas se ha ido creando una especie de mitología a su alrededor: se lo ha llegado a ensalzar como si fuese el único tipo de amor posible, y todo lo demás fuesen desviaciones de este modelo ideal.
Desafortunadamente, el hecho de que existan tantos mitos acerca de esta dinámica amorosa y relacional ha contribuido a que lo que realmente es el amor incondicional haya quedado distorsionado y camuflado bajo una gruesa capa de estereotipos y apelaciones a lo emocional que muchas veces resultan más negativas que positivas. Hay quien aspira a vivir el amor incondicional sin saber realmente qué es.
A lo largo de este artículo veremos en qué consiste exactamente en qué consiste esta manera de amar y de relacionarse con los seres queridos, cómo podemos reconocerlo en una pareja a partir de una descripción de sus características, y por qué su idealización produce controversia.
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¿Qué es el amor incondicional?
Una de las cosas más curiosas del amor incondicional es que este concepto arrastra tras de sí una carga emotiva tan fuerte que podemos llegar a olvidar su significado a pesar de tenerlo ante nuestros ojos, en el mismo nombre del término. En efecto, el amor incondicional es la forma de amar que se ejerce sin condiciones que comprometan a una de las partes, es decir, sin que exista un beneficio concreto para al menos uno de los amantes… más allá de la experimentación del amor en sí mismo.
Así pues, el amor incondicional resulta especial porque en teoría para su mantenimiento no hay que cumplir una serie de requisitos y compromisos. Ni siquiera el hecho de que sea un amor no correspondido debería terminar con él de manera directa, dado que como incondicional que es, para existir no necesita de la participación de la persona amada. Dicho de otro modo, resulta un amor desinteresado.
Así pues, esta manera de amar es propensa a generar sufrimiento, ya que puede dar lugar a situaciones en los que el malestar experimentado por una persona se cronifica al no existir una línea clara que indique si ese vínculo emocional es funcional o no (algo que sí ocurriría en caso de haber compromisos que establezcan si se valora esa unión).
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Características y señales de amor desinteresado
Entre las señales más habituales que encontramos en las dinámicas de amor incondicional encontramos las siguientes.
1. Propensión a que aparezcan asimetrías
Como hay una persona que ama de manera incondicional, esto desencadena fácilmente que la otra persona deje ir la posibilidad de obedecer a compromisos.
2. Búsqueda de contacto constante
El amor incondicional no es incondicional del todo, porque aunque la otra persona no lo quiera, se paga el precio de someterse a intentos de estar en contacto por parte de quien ama de manera aparentemente desinteresada. Debido a la asimetría de la relación, fácilmente aparecen situaciones de rechazo.
3. Percepción trágica de la situación
Normalmente, quien intenta amar incondicionalmente lo hace influido por toda una serie de imaginería de las historias de amor desinteresado alimentadas por el cine, la literatura y similares. Es decir, se genera una identificación con ese tipo de personajes ficticios o mitificados. Esto da un sentido de propósito a lo que hace.
4. Momentos para fantasear
En el amor incondicional no hay demasiadas expectativas aplicadas al mundo real, y por eso la imaginación suele ser una vía de escape para imaginar realidades en las que esa relación es mejor y más equilibrada.
5. Dudas acerca de la naturaleza del amor
Cuando la relación amorosa se basa en compromisos claros no es tan habitual entrar en estados de introspección en los que uno se pregunta en qué consiste amar de esa manera. Pero cuando aparentemente no hay nada que sostenga ese amor más allá del amor en sí, esta clase de duda son más frecuentes: ¿si la otra persona puede no amarnos, en qué consiste exactamente ese amor que siente uno mismo?
¿Por qué se ha idealizado esta manera de amar?
Tal y como ya empieza a intuirse, el amor incondicional está lejos de ser ese modelo de amor perfecto que muchas personas creen que es. ¿Cómo puede ser, pues, que sea considerado en muchos lugares el objetivo al que aspirar en cuanto a la vida íntima y emocional se refiere? Veamos cómo se aplica esto tanto al ámbito emocional de la pareja como al que tiene que ver con la familia de sangre.
Su idealización en la pareja
Durante muchos siglos, el amor no era el criterio principal por el que se guiaban las personas a la hora de casarse, de formar una familia. Este quedaba desterrado al mundo de las pasiones, aquello que no obedece a la racionalidad y que por consiguiente por muy intenso y agradable que pueda resultar, no debe ser tenido en cuenta si se quiere vivir del modo más sensato y realista.
En unos tiempos en los que la inmensa mayoría de la población vivía al límite de los recursos necesarios para existir y mantener una familia, los matrimonios se parecían más a una transacción económica por la que dos familias pasaban a colaborar.
Sin embargo, a medida que fueron mejorando las condiciones de vida de la mayoría de la población, esta lógica transaccionista y el papel de los sentimientos pasó a un primer plano. Sin embargo, la institución del matrimonio ha seguido manteniendo su popularidad, en parte porque más allá del ámbito religioso del que surgen estos enlaces formales el hecho de casarse ofrece una serie de recursos jurídicos que ayudan a que dos personas mantengan una familia de manera.
La unión entre la idealización de la importancia de los sentimientos (como si siempre hubiesen sido la fuerza fundamental que ha orientado la vida de los seres humanos) y su aplicación a los esquemas fijados por el matrimonio (mantenido por necesidad) ha llevado a la idea de un amor incondicional especialmente poderoso en las relaciones amorosas aplicadas a la búsqueda de pareja.
Es aquello que pasa cuando se da por supuesto que las relaciones amorosas son para siempre a causa de la influencia de la historia de los matrimonios, y se aplica al ámbito de los sentimientos, y ha originado lo que suele ser llamado el mito de la media naranja: la creencia de que todos somos piezas incompletas en búsqueda de una unión que suele quedar plasmada en la boda.
Su idealización en la familia de sangre
En lo que respecta a las relaciones familiares de sangre, la idealización del amor incondicional obedece a otra lógica. Mientras que en el ámbito de la pareja el carácter desinteresado de este sentimiento no tiene un propósito claro, en la familia sí lo tiene; normalmente, lo importante no es el amor en sí mismo, sino el hecho de que va acompañando a la preocupación por la protección y la preocupación por la otra persona.
Esto es típico de padres y madres que cuidan a sus hijos o hijas independientemente de si estos últimos lo aprecian o no, y tiene sentido si tenemos en cuenta el salto generacional y el hecho de que desde el nacimiento de los pequeños se instaura una clara dinámica de protección que es completamente unilateral. Lo raro sería que esta unilateralidad desapareciese completamente a medida que los niños crecen.
Pero esta distinción de roles no es algo exclusivo de la relación entre padres e hijos: se reproduce a través de prácticamente cualquier tipo de parentesco, debido a la dinámica de protección mutua: un hermano mayor puede encontrar fácilmente excusas para controlar al hermano mayor, y lo mismo pasa con un tío y su sobrino, etc.
Por ello, la necesidad de control sobre la vida de la otra puede llegar a convertirse en una tiranía en miniatura, ya que cualquier resistencia por parte del ser amado es vista como algo que hay que obviar a causa de la diferencia de roles que establece el funcionamiento familiar.
En conclusión
Bajo la etiqueta de amor incondicional se esconden diferentes dinámicas psicológicas y relacionales que en muchos casos resultan dañinas debido a la falta de referentes acerca de cuál es el punto en el que una persona debe parar de proyectar sus afectos hacia la otra persona y debe dirigirlos a su propia persona.
Saber encontrar un buen equilibrio entre la preocupación por un ser querido y el mantenimiento de la propia dignidad e integridad es clave para mantener el bienestar.