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El mito de la media naranja: ninguna pareja es ideal


Las expectativas que formamos ante nuestra pareja y las creencias irracionales pueden provocar una gran ansiedad y crear muchas decepciones. ¿Y si he dejado escapar el tren y ha sido mi única oportunidad de ser feliz? ¿Por qué mi pareja no responde a mis necesidades? ¿Por qué aún no he encontrado mi media naranja?

Es por eso que saber gestionar una relación de pareja es también, en parte, saber adaptarnos a unas expectativas razonables para no caer en un integrismo de lo romántico que nos arrastre a nosotros y a la otra persona. Veamos cómo conseguir este objetivo.

Enterrando el mito de la media naranja

Primeramente, merece la pena pararse a reflexionar acerca del mito de la media naranja para que esta idea no nos condicione. Esta visión de las relaciones amorosas nos lleva a considerar a alguien como una extensión del propio cuerpo, algo sin lo que no podemos funcionar bien ya que no estamos completos.

La imagen de la media naranja no sólo sirve para poner en duda nuestra capacidad para servirnos por nosotros mismos y convertirnos en un sujeto autónomo y con capacidad para decidir, sino que reduce a la otra persona a la condición de máquina diseñada para leernos la mente y satisfacer nuestras necesidades.

Las consecuencias

Aunque la metáfora de la media naranja puede aparentar ser muy romántica y tierna, resulta ser una forma engañosa de llenar un vacío. De una manera u otra, si creemos que el otro es una extensión de nuestro propio cuerpo es muy probable que terminemos presionando a esta persona para que satisfaga nuestras necesidades con la esperanza de que pensarán y actuarán conforme a dichas necesidades.

Cuando creemos irracionalmente que la complementariedad perfecta existe, exigimos que nuestra relación encaje, sorprendidos de lo bien que hemos conectado y acoplado en un principio, cuando nos resulta más fácil advertir sólo las facetas que valoramos positivamente. Así, la sobrevaloración de lo novedoso y joven puede derivar en sentimiento de pérdida cuando aparece la rutina.

Así, en un plano teórico el otro nos completaría y nos haría sentir felices y llenos de amor, pero en la realidad lo único que hacemos es poner demasiadas expectativas sobre el otro lo que genera conflictos, decepción, tristeza, etc.

¿Qué hacer?

Merece la pena darle la vuelta a la metáfora de la media naranja. ¿Por qué no pasamos de media naranja dependiente e infeliz y a actuar como una naranja entera autosuficiente emocionalmente y libre?

La clave está en darse cuenta que no necesitamos a nadie para hacernos felices, librarnos de nuestras creencias irracionales y expectativas. Si no, ¿por qué amamos a nuestra pareja tal y como es?

Los amantes van y vienen pero los mitos del amor se asientan. Si somos capaces de abstraernos de estas imposiciones culturales sobre el amor y el romanticismo que vemos en las películas, seguro que seremos capaces de valorar a nuestras parejas sentimentales como lo que son: personas únicas e irrepetibles, con errores y con virtudes que, por la razón que sea, han logrado gozar de nuestra confianza. Hay que aprender a celebrar esto.