Las 4 fases de la Psicoterapia (y sus características)
El propósito de la terapia es conseguir que los pacientes disfruten de una vida más feliz, desarrollando habilidades cognitivas. El proceso de la psicoterapia puede ser realmente largo, pero casi siempre productivo y beneficioso para el paciente.
Este proceso se da, fundamentalmente, en cuatro fases: evaluación, explicación del diagnóstico, tratamiento y finalización de la terapia.
A continuación veremos, de forma detallada, las 4 fases de la psicoterapia, además de ciertos factores que influyen en cómo de larga puede acabar siendo.
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Las 4 fases de la psicoterapia, descritas y resumidas
El proceso psicoterapéutico empieza cuando el paciente contacta con el terapeuta, y finaliza cuando se da la conclusión de la terapia. Aunque hay discrepancias entre manuales, las fases de la psicoterapia son, fundamentalmente, estas:
- Evaluación y orientación
- Explicación de las hipótesis diagnósticas
- Tratamiento
- Finalización de la terapia (conclusión y seguimiento)
La duración de las dos primeras etapas suele ser breve, comprendiendo, a lo sumo, tres sesiones en total. Sin embargo, el tratamiento en sí y la etapa de finalización de la psicoterapia puede variar en duración, dado que cada persona es única y, también, lo es la terapia que se le aplica.
Entre los factores que influyen en la duración y cómo se da la terapia podemos encontrar:
- Haber recibido terapia previa.
- Iniciar terapia con un nuevo terapeuta o iniciarla con uno ya conocido.
- El problema psicológico a tratar.
- Si existe un trastorno mental y la gravedad de sus síntomas.
- Si quien recibe la terapia es un individuo, una pareja, un grupo, una familia...
- El método y enfoque psicoterapéutico aplicado por el profesional.
En cuanto a la frecuencia de las sesiones, esta viene dada por el caso concreto. Por norma general, las primeras sesiones de la terapia suelen tener una frecuencia de visitas semanal. Se prefiere así para que el paciente pueda reflexionar y aplicar los aprendizajes realizados en la etapa de tratamiento. En caso de que se diera una mayor frecuencia de las sesiones, más de una a la semana, sería un tanto innecesario porque no aceleraría el proceso terapéutico. Estas sesiones duran, de media, unos 45 a 50 minutos.
1. Evaluación y orientación
La primera fase es la de evaluación y orientación. En esta, paciente y terapeuta establecen el primer contacto, en el que se empieza a construir la alianza terapéutica. Es decir, es el inicio de la psicoterapia propiamente dicha, aunque no de la acción terapéutica en sí. Aquí, el psicólogo trata de recopilar la máxima información posible acerca del paciente, para así ir conceptualizando la problemática que le preocupa.
Esta parte de la terapia puede ser una situación incómoda tanto para el profesional como para el cliente. Esto es normal, dado que, por el lado del paciente, implica conocer a alguien nuevo, abrirse a alguien que, aún sabiendo que es un profesional, no deja de ser un desconocido. Por el otro lado, esta situación tampoco es cómoda para el psicólogo, dado que implica decidir si puede tratar, o no, al paciente, o tendrá que derivarlo.
Cabe destacar que la primera impresión por parte del paciente puede determinar muchos aspectos de la psicoterapia. De hecho, la forma en cómo se dé la toma de contacto puede hacer que se siga adelante con el proceso terapéutico o, en caso contrario, arruinarlo nada más empezar. De acuerdo con investigaciones, tras la primera entrevista psicoterapéutica, entre el 15 y el 17% de los pacientes no van a la primera sesión, y cerca del 30% abandonan después de la primera o segunda sesión.
En caso de que el paciente sí venga, el psicólogo determina si considera que la psicoterapia es adecuada o no. Es aquí cuando se puede observar cuál es la motivación del paciente. Aunque pueda ser extraño, hay veces que el paciente se niega a ver sus problemas y, por tanto, no es favorable al cambio. Esto puede ocurrir si se trata de un niño o adolescente obligado por sus padres o una persona presionada por alguien cercano.
En la toma de contacto, el paciente dispone de total libertad para preguntarle al terapeuta sobre todo aquello que quiera saber: enfoque terapéutico, primera idea diagnóstica de su problema, experiencia con personas con su mismo problema, competencias psicodiagnósticas...
Si el psicólogo considera que el problema que refiere el paciente está dentro de sus capacidades y competencias diagnósticas, se procede a firmar el contrato por el cual empezará a prestar sus servicios.
Además, aprovechará también para administrar pruebas diagnósticas con la intención de tener una idea más precisa de lo que le pasa al paciente. Se pueden aplicar cuestionarios de personalidad, de inteligencia, de psicopatología o los que pertoquen en función de la problemática que el paciente ha referido.
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2. Explicación de las hipótesis
Una vez superada la primera parte de la psicoterapia, esto es, la toma de contacto y evaluación, se procede a la explicación de las hipótesis diagnósticas. Esta fase es breve, durando normalmente una sesión.
El psicólogo, en base a la información obtenida en la fase previa, presenta al paciente su idea de lo que realmente le sucede, qué posibles causas pueden estar detrás de la problemática en cuestión y cómo se deberían trabajar. Es decir, se ha conceptualizado el problema del paciente y se ha traducido en un lenguaje psicológico. Es en este punto, siempre y cuando la consciencia del paciente lo permita, que se decide sobre qué aspecto se va a trabajar a lo largo de la psicoterapia.
3. Finalización de la terapia
Las dos fases anteriores están pensadas para asentar unos buenos cimientos para esta tercera fase, es decir, el tratamiento. Aquí es donde ocurrirá el progreso y la mejora del paciente, y es la parte fundamental de la psicoterapia, a la vez que la más difícil. Es durante esta fase que el profesional demostrará sus capacidades técnicas en el tratamiento de problemas psicológicos.
La intención de esta fase es la de hacer que el paciente mejore significativamente con el paso de las sesiones. Aquí se trabajará lo que se haya evaluado en las fases anteriores, haciendo que el paciente cambie su sistema de creencias, adquiera comportamientos adaptativos y formas de relacionarse con los demás funcionales.
Cabe decir que durante la fase del tratamiento pueden salir a la luz nuevos problemas, que requerirán reformular la conceptualización original del problema. También, con el descubrimiento de estas nuevas problemáticas, la efectividad del tratamiento puede ser mayor, dado que el terapeuta tendrá conocimiento de más fenómenos que han perjudicado la estabilidad mental del paciente.
Dado que salen a la luz nuevos problemas, es posible que el paciente llegue a sentirse peor de lo que se sentía al inicio de la psicoterapia. Esto no es malo, al contrario, es un signo de que se está volviendo consciente de cuáles son sus problemas, del origen de los mismos. Tenerlos en el espacio de la consciencia permitirá que tenga una mejor capacidad de manejo sobre los mismos. De esta manera, el paciente adquirirá un mayor control de su vida.
Es frecuente que durante la fase del tratamiento el terapeuta haga que el paciente dramatice las conductas enseñadas en la consulta, con la intención de ver si las ha adquirido realmente. Además, pondrá deberes para hacerlos en casa o en las situaciones problema. La intención es que el paciente logre activar, de forma natural y adaptativa, los nuevos aprendizajes en el mundo real, permitiéndole relacionarse adaptativamente con el entorno y las demás personas.
De media, la fase del tratamiento puede durar entre 10 y 15 sesiones, especialmente en tratamientos cognitivos-conductuales, habiendo un 65% de los pacientes que empiezan a notar mejoría a partir de la séptima sesión.
Sin embargo, por el otro lado, cabe decir que, incluso iniciado el tratamiento, hay riesgo de abandono. Cuando no se nota mejora alguna al principio de la terapia o, incluso, se da la sensación de empeorar a partir de la tercera sesión, cerca de la mitad de los pacientes abandonan la terapia antes de tiempo.
4. Terminación
Una vez se han alcanzado los objetivos planteados en la fase de explicación de las hipótesis, o al menos la mayor parte de ellos, ha llegado el momento de finalizar con la terapia.
El final de la terapia se debe hacer de forma gradual, dado que, en caso contrario, puede suponer un evento traumático y contraproducente. Se debe entender con traumático en el sentido de que acabar con un proceso de autoconocimiento tan profundo de forma súbita deja con muchas incógnitas. Además, el paciente es alguien quien se ha organizado la semana para poder ir a la consulta, practicar los nuevos aprendizajes adquiridos en ella y dramatizarlos en su hogar. Requiere de alguien que le asegure que ha avanzado los suficiente para conseguir vivir por su propia cuenta.
Lo ideal es hacer que la finalización de la terapia se planifique, de la misma manera que se ha hecho con todo el proceso psicoterapéutico. Nunca se debe acabar la terapia en la misma sesión en la que ha surgido la idea. Es muy difícil que, al empezar la psicoterapia, se tenga una idea clara de cuándo ésta finalizará pero, llegado el momento, el final de la terapia será algo armonioso y beneficioso para el paciente, organizándolo debidamente.
Es importante entender que no se debe estar pensando durante toda la terapia sobre cuando llegará este momento final, dado que si bien puede darse, no es necesariamente lo recomendable. Como ya hemos comentado, cada persona es única y así lo es también la terapia que se le aplique. De la misma manera que unos pueden requerir unos pocos meses para ver grandes mejoras, otros van a necesitar varios años para conseguir tener bienestar y, algunos, debido a su psicopatología, van a requerir tratamiento de por vida.
También puede darse que la terminación de la terapia con un psicólogo no sea el final de la psicoterapia. A veces, los pacientes creen necesario cambiar de terapeuta cuando creen haber llegado a un límite con uno. Esto puede deberse o bien porque no se está cómodo con el terapeuta o este ya ha hecho todo lo que podía con el paciente. También existe la opción de terminar la terapia con un profesional y, en el futuro, volver a su misma consulta.
Para que se considere que ha llegado el momento adecuado para acabar con la terapia, se deben cumplir con los siguientes puntos:
- El paciente ha mejorado y satisfecho los objetivos planteados.
- El paciente ha adquirido habilidades que sabe usar fuera de terapia.
- Se notan cambios en los patrones relacionales del paciente.
Si se considera que estos puntos han sido satisfechos, se iniciará la conclusión de la terapia. Esto no quiere decir que, una vez concluida, el paciente y el psicólogo no pueda volver a restablecer contacto en un futuro. Siempre habrá un período de seguimiento, en el que el terapeuta se asegure de que el paciente está bien, pero dándole cada vez más autonomía. El seguimiento dejará de realizarse en caso de que se tengan suficientes motivos como para pensar que el paciente ha logrado autonomía plena y una forma relacional plenamente saludable.
Referencias bibliográficas:
- de Rivera, J. (1992). The Stages of Psychotherapy. Eur. J. Psychiat. 6(1), 51-58.