Fenómeno de los lugares altos: ¿qué es y por qué lo sentimos?
¿A alguien no le ha venido por la mente la idea de saltar cuando estaba en la azotea de un alto edificio, o paseando por un puente?
De primeras, esta idea puede parecer la propia de un suicida, pero lo cierto es que son muchas las personas a las que, cuando están en un sitio alto, no pueden evitar pensar en saltar, aunque, afortunadamente, no lo hagan.
De acuerdo con una investigación del 2012 este tipo de pensamiento tiene nombre: es el fenómeno de los lugares altos. Veamos más a fondo de qué se trata.
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¿Qué es el fenómeno de los lugares altos?
En el año 2012, Jennifer Hames y sus colegas se preguntaron acerca de una extraña sensación. Muchas personas, cuando estaban cerca de un precipicio o de un sitio alto, les invadía una extraña sensación, que se podría interpretar como el miedo de querer saltar. Era como si su cerebro les mandara señales de que, pese a que era peligroso, había el deseo de querer probar que se sentiría cayendo en el vacío.
El grupo se preguntó qué podría significar esto, si era algo que pudiera ser sinónimo de psicopatología o si se daba en personas normales, sin ningún problema ni tendencia suicida. También quisieron ver si era algo común, o solo se daba en unos cuantos casos en concreto. En su artículo del 2012 “An urge to jump affirms the urge to live”, Hames y colegas llamaron a este fenómeno como “High Places Phenomenon”, que traducido al español se llamaría “fenómeno de los lugares altos”.
La investigación
Hames tuvo la idea de investigar esta extraña sensación cuando era todavía una estudiante de graduado en la Florida State University. Estando en el laboratorio, hablando con sus compañeros, surgió el tema de si alguno había sentido alguna vez el miedo de querer saltar delante de trenes, estrellar sus coches en el tráfico del carril contrario o saltar de altos edificios, aún sin querer suicidarse.
Lo curioso es que este tipo de sensaciones habían aparecido en la mente de los propios investigadores en más de una ocasión, lo cual despertó su interés acerca de si se daba en la población general.
Haciendo una búsqueda bibliográfica, vieron que una de cada siete personas tenía pensamientos de por el estilo, pero el que más les llamaba la atención era justamente el relacionado con las alturas. ¿Cómo era posible que, estando en lugares altos, nos entre la sensación de querer saltar? ¿Qué tiene de evolutivo esto? ¿Tenemos un problema?
Para abordar estas cuestiones, Hames y sus colegas realizaron una investigación tomando una muestra de 431 estudiantes universitarios y preguntándoles acerca si habían sentido alguna vez esta sensación. En esta muestra, cerca del 50% reportó haber sentido, en alguna ocasión, unas extrañas ganas de saltar de un puente o tirarse de un precipicio. Un dato destacable de la muestra es que estaba conformada por que no presentaban tendencias suicidas, lo cual puede chocar con el hecho de que reportaran que sentían esas extrañas ganas de tirarse al vacío.
Su investigación los llevó a una conclusión que, de primeras, parece contraintuitiva: el cerebro de los participantes, cuando se encontraban en situaciones arriesgadas, como es este caso las alturas, les planteaba la duda de si querían saltar para mantenerlos a salvo. Lo que sucedía era que, objetivamente, les daba la sensación de que realmente querían saltar.
De acuerdo con el grupo, esta sensación de querer saltar no es en realidad un deseo, ni un ansia por querer morir. Se trata de una señal de seguridad, un aviso de que, pese a la altura, se está seguro, siempre y cuando se permanezca detrás de la valla del puente o no se abra la ventana del décimo piso. Es una forma que tiene el cerebro de decirnos que estamos en un lugar seguro, que no hay de qué preocuparse, pero tendemos a malinterpretar esta señal, pensando que reaccionamos de esa manera porque queremos saltar realmente.
El grupo vio que la variable ansiedad influía en lo probable que era que una persona hubiera tenido este tipo de pensamientos. A mayor ansiedad, las personas eran más propensas a experimentar el fenómeno de los lugares altos.
Pese a las explicaciones del grupo de Hames, otros psicólogos consideran que podrían haber más causas detrás de este fenómeno. Por ejemplo, hay quienes consideran que podría tratarse de una forma que tiene el cuerpo para mantenernos despiertos, para hacernos evitar que nos quedemos congelados ante una amenaza o un riesgo, como sería en este caso las alturas.
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El fenómeno en la cultura
Sea cuáles sean las interpretaciones, lo cierto es que el fenómeno ya debía ser conocido en la cultura popular, aunque de forma menos definida y sin un abordaje científico apropiado. Basándonos en la idea de que todo sentimiento y aspecto psicológico relevante acabará siendo expresado, de una u otra forma, en el lenguaje humano, podemos ver que el fenómeno de los lugares altos ya había sido expresado.
Un ejemplo de ello lo tenemos en el francés. Existe la expresión “l’appel du vide”, que significa “la llamada del vacío”, una forma un tanto poética de decir que las personas tenemos como una extraña sensación de ser llamados a lanzarnos de la altura más alta y esperar no chocar contra el suelo. Otro ejemplo es una famosa canción italiana, “Mi fido di Te” de Lorenzo Jovanotti Cherubini, dice “La vertigine non é paura di cadere, ma voglia di volare”, traducido significa “el vértigo no es el miedo de caer, sino el deseo de volar”.
Despatologización del fenómeno
La investigación de Hames y colegas tiene su importancia, especialmente teniendo en cuenta que muchas de las personas quienes han vivido este fenómeno suelen creer que están empezando a volverse locas. Otras suelen pensar que, si realmente piensan que quieren saltar, es que tienen ideación suicida. Este tipo de pensamientos colaterales al fenómeno son los que pueden llevar a un auténtico cuadro psicopatológico, en los casos más graves.
De acuerdo al grupo, el fenómeno de los lugares altos es similar a los pensamientos intrusivos, aunque no son lo mismo. Los pensamientos intrusivos son ideas que aparecen súbitamente en la mente de quienes los padecen, impidiéndoles ejercer sus tareas cotidianas. Suelen ser síntomas propios del Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC) y del Estrés Post-Traumático (TEPT), y por ello están vinculados a la vivencia de situaciones traumáticas.
La diferencia entre el fenómeno de los lugares altos y los pensamientos intrusivos es que los últimos aparecen sin más, de repente y sin avisar, mientras que el de los lugares altos se da cuando se está en un lugar alto, como un edificio, un precipicio o un puente.
Teniendo en cuenta esto, es importante destacar la investigación de Hames por haber conseguido darle una explicación científica y despatologizante al fenómeno. Quienes están al lado de un puente, un precipicio o en un edificio alto y sienten como esa extraña sensación de querer saltar, realmente no quieren hacerlo. Es su cerebro que les informa que, donde están, están a salvo, que no deben preocuparse, siempre y cuando no pasen de la línea segura. Es un pensamiento normal, que aparece en, por lo visto, la mitad de la población. No hay de qué preocuparse.
Referencias bibliográficas:
- Hames, J. L., Ribeiro, J. D., Smith, A. R., & Joiner Jr, T. E. (2012). An urge to jump affirms the urge to live: An empirical examination of the high place phenomenon. Journal of Affective Disorders, 136, 1114–1120.