Trastorno Límite de Personalidad: cómo afecta al paciente y a su entorno
El trastorno límite de personalidad (TLP) es un tipo de trastorno de personalidad (TP) caracterizado por un patrón a largo plazo en el paciente de relaciones inestables, autopercepción distorsionada, pensamiento extremadamente polarizado y dicotómico y reacciones emocionales más fuertes y pasionales de lo normal. Además, los pacientes con TLP tienen una inclinación a temer de forma profunda la soledad y el abandono.
Aunque parezca una condición circunscrita a los libros y la clínica psiquiátrica, cabe destacar que la prevalencia del TLP en la sociedad general en cualquier momento dado es del 1,6% de la población, con una probabilidad de presentarse a lo largo de la vida de todo individuo de casi un 6%. A pesar de que no se hayan detectado sesgos de género en el grueso poblacional, sí que se sabe que la población femenina acuden más a la clínica para tratar este trastorno, en un ratio de 3 mujeres por cada hombre afectado.
Con todos estos datos, queremos evidenciar que el trastorno límite de personalidad es mucho más común de lo que parece, e incluso puede que alguien de tu entorno haya recibido tratamiento para abordarlo sin que lo sepas. Incluso puede que lo sufra, sin todavía ser consciente de ello. Con el fin de empatizar, conocer y comprender, hoy profundizaremos en cómo afecta el trastorno límite de personalidad al paciente y su entorno.
Los criterios del trastorno límite de personalidad
Como ya hemos dicho, el trastorno límite de personalidad (TLP) es una afección mental por la cual una persona tiene patrones prolongados de emociones turbulentas, desorganizadas o inestables. Las experiencias interiores del paciente hacen que, de forma repetida, se comporte de forma impulsiva y muestre relaciones caóticas con otras personas. Como afección/patología/entidad clínica que es, el TLP se puede cuantificar de forma objetiva.
La Asociación Estadounidense de Psicología edita, cada cierto tiempo, su obra clínica Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM-V). Tal y como indica la última actualización (2013) de esta guía diagnóstica, un paciente con TLP debe cumplir los siguientes requisitos:
- El paciente realiza esfuerzos frenéticos para no quedarse solo, sea esta soledad temida real o imaginaria.
- Las relaciones interpersonales son intensas e inestables, oscilando entre eventos de idealización y devaluación.
- Disturbancia de la identidad: la autopercepción del paciente fluctúa de forma constante.
- Impulsividad en al menos dos áreas que pueden ser potencialmente peligrosas (gastos, aproximaciones sexuales, abuso de sustancias, comer de forma compulsiva, etc).
- Comportamientos suicidas recurrentes, ya sean en forma de planes, amenazas, gestos o autolesión.
- Inestabilidad afectiva debido a la inestabilidad en el estado anímico (disforia, irritabilidad o ansiedad). Estos brotes suelen durar unas horas o unos pocos días.
- Sentimiento crónico de vacío.
- Enfados inapropiados e intensos o dificultad para gestionar los enfados.
- Síntomas disociativos severos o paranoia transitoria relacionada con el estrés.
Todos estos síntomas son típicos del paciente con TLP, pero no tiene por qué presentar los 9 para ser diagnosticado. Según el DSM-V, con que se presenten 5 de ellos desde la adultez temprana hasta el momento de diagnóstico es suficiente.
El alcance del TLP en la vida del paciente y su entorno
La fisiopatología del trastorno límite de personalidad parece basarse en un componente genético que codifica anormalidades neurológicas y una clara influencia ambiental. Por ejemplo, estudios de neuroimagen han identificado variaciones en el paciente con TLP en la amígdala, hipocampo y los lóbulos temporales, en comparación con las personas que no manifiestan la condición.
Además, cabe destacar que el paciente con TLP es mucho más proclive a mostrar comorbilidad con otras patologías, como son los trastornos de estado de ánimo (88% de los pacientes), trastornos de ansiedad (88%), trastornos por abuso de sustancias (64%), trastornos de la alimentación (54%), TDAH (10-30%), trastorno bipolar (15%) y trastornos somatomorfos (10%).
Con base en estas cifras, podemos decir que el TLP afecta al paciente en muchos más ámbitos de los que en un principio podría parecer. Uno de los rasgos principales es, sin duda, el miedo al abandono y al rechazo. Una persona con TLP tipo sentirá, por ejemplo, que su vida no está completa sin su pareja y que no puede estar sin ella, rasgo que incurre también en la sintomatología del trastorno de personalidad dependiente (TDP).
También tendrá mayor proclividad a llevar a cabo actos de los que luego se arrepiente, como gastar demasiado, conducir de forma imprudente, entrar en el mundo de las apuestas, sabotaje al éxito o cortar de repente una relación que efectivamente era positiva. El entorno, por tanto, percibirá al paciente con TLP como una persona volátil, caótica y con comportamientos difíciles de explicar. De cara al mundo exterior, el TLP es sinónimo de inestabilidad.
El entorno también puede percibir un claro chantaje emocional por parte del paciente. Con tal de no estar solo, este puede recurrir a las amenazas, ideas de suicidio o incluso autolesión, con el fin de no verse abandonado en ningún momento. De forma inconsciente, la persona está haciendo responsable de su dolor a terceros que no tienen por qué gestionarlo, lo cual fomenta una toxicidad muy marcada en las relaciones interpersonales en los cuadros de TLP.
En los casos más marcados, el paciente puede no terminar sus estudios, tener problemas legales por su impulsividad, involucrarse en relaciones abusivas, caer en algún cuadro de adicción (trastorno por consumo de sustancias) e, incluso, vivir hospitalizaciones frecuentes debido a la autolesión en momentos críticos. Sin duda, esta condición debe atajarse antes de que cualquiera de estos eventos tengan lugar.
El TLP se puede tratar
Si tienes TLP y has estado leyendo estas líneas, no te desanimes. No eres peor persona, menos válido o menos merecedor de recibir apoyo y cariño del entorno. Mucha gente expresa esta condición a lo largo de su vida y, por suerte, se puede tratar.
El primer paso es siempre acudir a psicoterapia: la terapia basada en la mentalización (MBT), terapia dialéctica conductual (DBT) y psicoterapia centrada en la transferencia (TFP) dan muy buenos resultados, en tratamientos prolongados de varios meses de duración.
Por otro lado, también se suele acudir al terreno farmacológico en los pacientes que lo requieran. Aunque no traten la condición por sí solos, los antidepresivos (SSRIs), estabilizadores del estados de ánimo y antipsicóticos pueden ayudar con los ataques de ansiedad, impulsos de autolesión y muchos eventos más. Con la terapia y el apoyo médico adecuado, este trastorno se puede regular.
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