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Abstracción selectiva: qué es y cómo funciona este sesgo cognitivo


Es un clásico el siguiente ejercicio. Hay un vaso en una mesa que está a la mitad de su capacidad y le preguntamos a la gente si lo ve medio lleno o medio vacío.

Algunos dirán una cosa y otros dirán otra, claro está, sin embargo, ¿qué tiene que ver esto con la vida real?

Lo cierto es que las personas quienes ven el vaso medio vacío parece ser que se centran más en lo negativo que en lo positivo y, esta visión del mundo, puede que la apliquen a otros aspectos de su vida.

La abstracción selectiva es el hecho de ver y darle mayor importancia a los aspectos negativos de las cosas antes que sus cualidades positivas. Tiene mucho que ver con la autoestima y es una forma de ver la vida que puede tener sus implicaciones perjudiciales en el día a día de la persona. Veamos con más detalle este estilo de pensamiento.

¿Qué es la abstracción selectiva?

La abstracción selectiva, también llamada filtraje, es una distorsión cognitiva, la cual se da cuando se considera como más relevantes los aspectos negativos por encima de los positivos. Pese a que una situación tenga tanto cosas buenas como malas, se prefiere ver las malas y, además, se magnifican. Es un estilo de pensamiento que se da de forma automática, sin que la persona piense detenidamente sobre si realmente le está dando mayor importancia de la que tiene una determinada situación negativa.

Esta forma de pensar suele aparecer en personas que han sido criadas en entornos en donde se destacan las flaquezas de cada persona o situación, en vez de centrarse también en las virtudes y fortalezas. La persona acaba asimilando esta forma de analizar la realidad, aplicándola en su vida diaria y viendo solamente el vaso medio vacío.

Además, las personas que piensan de esta forma la justifican creyendo que, fijándose en los puntos negativos, correrán menos riesgos de sentirse decepcionadas o, incluso, para sentirse mejores al detectar fallos en los demás, sobre todo porque tienen baja autoestima.

Las personas que aplican la abstracción selectiva en sus vidas suelen considerarse a sí mismas como más objetivas y analíticas, pensando que solo lo malo debe ser el centro atención con la finalidad de corregirlo, mientras que a lo positivo no hace falta prestarle atención porque ya está bien de por sí.

¿Cómo aplicamos esta distorsión cognitiva al día a día?

Es bastante habitual que las personas quienes aplican en su día a día esta distorsión se muestran irritadas y presenten baja autoestima. Frecuentemente, disponen en su mente de todo un catálogo de aquello que nos les gusta, no soportan o les indigna. Si alguien hace algo malo, aunque sea por equivocación, lo pueden ver como una terrible agresión. Ven todo lo que los demás hacen mal, fijándose y remarcándolo hasta la saciedad.

Como ya comentábamos, además de aplicarlo en otras personas, quienes aplican la abstracción selectiva también lo hacen sobre sí mismas, viéndose especialmente inútiles y solamente sintiéndose satisfechas si ven que los demás cometen también fallos.

Al ver todo lo malo del mundo, las personas con este estilo de pensamiento se acaban armando lo que, coloqualmente, llamaríamos una película en su cabeza. Anticipan las consecuencias negativas de una determinada acción, solamente fijándose en aquello malo que han visto y presuponiendo que irá a peor.

Algunos ejemplos

Para tratar de ver con más claridad el concepto de abstracción selectiva vamos a ver una serie de ejemplos fácilmente comprensibles sobre cómo funciona este tipo de distorsión cognitiva:

Llega tarde el bus

Estamos en la parada de bus y vemos que tarda más de lo habitual. Inmediatamente nos planteamos la posibilidad de que el conductor sea un total incompetente, que no le importe los usuarios del servicio, que le dé igual hacer esperar a los pasajeros, que no se preocupa por hacer llegar tarde a la gente… en vez de pensar que, quizás, el tráfico hoy está fatal.

Tras toda esta rumiación, nos vamos enfadando cada vez más y más, anticipando las negativas consecuencias de la demora, como la de que el jefe nos va a criticar nada más llegar a la oficina. También nos enfadamos con nosotros mismos, diciéndonos lo irresponsables que somos por no habernos levantado antes y evitar todo esto.

No me ha saludado un compañero de clase

Vamos paseando por la calle y da la casualidad que, a lo lejos, vemos a un compañero de clase y le saludamos, pero él no nos devuelve el saludo.

En vez de plantearnos la posibilidad de que simplemente no nos ha visto o que, al estar a contraluz, no nos ha sabido reconocer y ha creído que el saludo no iba para él, empezamos a pensar en todo el decálogo de posibles motivos negativos que han hecho que esto pase.

Pensamos que le caemos mal, que en clase nos habla simplemente por interés o que socialmente se ve obligado a ello, que no somos nada populares, que generamos rechazo a los demás…

El niño ha suspendido matemáticas

Nuestro hijo nos trae las notas del trimestre y vemos que ha suspendido matemáticas. Inmediatamente, lo regañamos, diciéndole que esto no pasaría si estudiara más, que la culpa la tienen los videojuegos, que no presta la suficiente atención, que por qué no ha salido como su hermano mayor quien es ingeniero, etc.

Con este ejemplo no queremos decir que se deba ignorar el hecho de que se haya suspendido una asignatura ni que tampoco no se deba hacer nada para evitar que vuelva a pasar. Lo adecuado es preguntarse qué ha pasado y plantearse la posibilidad de ir a refuerzo escolar. Sin embargo, de la misma manera que el niño tiene dificultades con los números, quizás tiene varias fortalezas, como, por ejemplo, haber sacado muy buena nota en plástica.

Al centrarnos en lo malo de suspender matemáticas ignoramos las dotes artísticas del niño, castrando su deseo de ser pintor de mayor en pro de que se obsesione con aprobar la asignatura suspendida.

Cómo superar este sesgo cognitivo

Superar una distorsión cognitiva que se ha tenido tan asentada a lo largo de toda la vida no es tarea fácil. Teniendo esta mentalidad y aún así tratar de ver el lado positivo de las cosas, valorándolo como se debe, supone un gran esfuerzo e implica mucha práctica.

Antes de decidir tajantemente que algo o alguien no es de nuestro agrado, tratemos de reflexionar por un momento sobre lo que hemos visto. Es frecuente que las primeras opiniones se hagan de forma rápida y no adecuadamente meditadas. Por ello, lo conveniente es tratar de obtener toda la información posible de la situación, poniendo especial atención en lo positivo.

Después de tanto tiempo buscando lo malo y dándole demasiado protagonismo, ha llegado la hora de dejar paso a lo bueno de la vida. Por ejemplo, ante la pérdida de algún ser querido, está claro que la situación en sí es triste y desagradable, pero eso no significa que hayamos perdido al resto de amistades y familiares, en quienes podemos encontrar apoyo y comprensión.

La personas quienes sufren ansiedad tienen un auténtico reto por delante, pero una vez que asientan esta forma de ver el mundo, notarán en poco tiempo sus beneficios. Reforzar el pensamiento positivo, evitando pensar en el peor de los escenarios, puede ayudar de forma muy destacable el lograr la tan ansiada calma.

Si se quiere conseguir algo, la ansiedad puede llegar a paralizarnos, y no nos deja cumplir con nuestros sueños. Solo no intentarlo es garantía de fracaso asegurado. Se debe cambiar el chip, pensar que querer es poder y que en algún momento acabará saliendo bien. Además, se debe ver fallar como algo positivo, como una situación en la que aprendemos de nuestros errores.

Referencias bibliográficas:

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