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Diferencias entre la ansiedad y la ansiedad patológica


La preocupación y el estado de alerta son eventos fisiológicos completamente normales, no solo en el ser humano, sino también en el resto de organismos vivos.

El estrés esporádico agudiza nuestros sentidos y nos permite responder de forma más efectiva a las imposiciones ambientales y, por ende, puede llegar a salvarnos la vida en una situación de peligro. En un escenario límite, la diferencia de dos segundos en la capacidad de respuesta puede suponer la diferencia entre la vida y la muerte.

El problema llega cuando, en una sociedad llena de estímulos y responsabilidades, la respuesta del estrés se instaura para quedarse. La Organización Mundial de la Salud (OMS) establece que la depresión es una condición de preocupación global, pues más de 300 millones de personas la sufren. De todas formas, los cuadros de ansiedad no se quedan atrás: 260 millones de personas ven su calidad de vida mermada por cuadros de ansiedad de larga instauración.

Establecer un límite entre lo normal y lo patológico es un auténtico desafío, pues no tenemos como individuos las suficientes herramientas psicológicas para diferenciar una entidad clínica de algo esperable dentro de nuestra personalidad o condición como humanos. Por estas razones y muchas más, a continuación haremos un repaso por las diferencias entre la ansiedad y la ansiedad patológica.

Los mecanismos fisiológicos de la ansiedad

La ansiedad es un mecanismo de defensa natural de los organismos frente a estímulos externos e internos que son percibidos como potencialmente nocivos y que disminuyen la supervivencia individual. Cierto grado de ansiedad es beneficioso en el mundo natural, ya que hace que los animales agudicen sus sentidos en momentos de peligro, traten de acceder a las fuentes de alimentos de forma más insistente y, en resumen, “lo den todo” para permanecer en el entorno un día más.

Cuando el ser humano percibe un estímulo nocivo, las glándulas suprarrenales comienzan a liberar adrenalina. Esta es una hormona que incrementa la frecuencia cardíaca, contrae los vasos sanguíneos, dilata las vías aéreas y participa en la respuesta de lucha o huída, mediada por los mecanismos del sistema nervioso simpático (SNC). La vida media plasmática de la adrenalina es 2-3 minutos, así que genera en el ser humano emociones muy cortas pero intensas.

Por otro lado, el cortisol es la hormona del estrés y ansiedad por excelencia. Aunque su vida media es de unos 60-90 minutos, su secreción puede continuar en el tiempo en los cuadros de ansiedad una vez el agente causal ha desaparecido. El cortisol suprime la acción del sistema inmunitario, promueve la metabolización de los compuestos almacenados en el cuerpo, incrementa los niveles de glucosa en sangre y permite la homeostasis corporal. En resumen, el cortisol moviliza los recursos a lo más importante en el momento de estrés, que es obtener energía y mantener el tono muscular para responder a los peligros.

Las 3 diferencias entre ansiedad y ansiedad patológica

Como hemos visto, la adrenalina promueve la respuesta inmediata al peligro, mientras que el cortisol se encarga de una reacción más modulada y sostenida en el tiempo.

El gran problema de la secreción de cortisol, a nivel patológico, es que puede tener efectos nocivos sobre el sistema inmunitario del organismo y a otros muchos más órganos. Veamos la diferencia entre la ansiedad normal y la patológica.

1. La ansiedad no es una patología, pero el trastorno de ansiedad generalizada (TAG) sí

Como hemos dicho, la ansiedad es una respuesta adaptativa natural, pero si se mantiene en el tiempo, se transforma en una enfermedad diagnosticable. El trastorno de ansiedad generalizada (TAG) se comprende dentro del grupo de los trastornos de ansiedad o anxiety disorders, en los que se incluyen también el trastorno de pánico y varios grupos de fobias.

Según el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, publicado por la Asociación Estadounidense de Psicología (APA) en el año 2013, el TAG se puede diagnosticar con base en una serie de parámetros. Estos son los siguientes:

  • Una preocupación excesiva que se presenta todos (o casi todos) los días durante un período de al menos 6 meses. Estas preocupaciones están fundamentadas en eventos y actividades rutinarias del paciente.
  • El paciente ve muy difícil controlar la sintomatología.
  • Se asocia al menos a 3 de los 6 síntomas que veremos posteriormente al cuadro sostenido de ansiedad.
  • La ansiedad no se explica por otro trastorno mental subyacente.
  • Los síntomas generan distrés físico y mental en el paciente, impidiendo que funcione a nivel social.
  • La ansiedad no se puede explicar por los efectos de una sustancia química o una condición médica metabólica (como el hipertiroidismo).

Todos estos criterios diagnósticos están estandarizados en la práctica clínica. Por ello, un trastorno de ansiedad generalizada se considera una patología, mientras que la ansiedad esporádica no lo es.

Ansiedad normal

2. La ansiedad patológica se sostiene en el tiempo

Este es el factor diferencial más importante a la hora de distinguir entre enfermedad y normalidad. Como hemos dicho, sentir ansiedad de forma puntual es normal (e incluso positivo), pero si esta se extiende una vez el estresor primigenio ha desaparecido, es hora de sospechar de un cuadro un poco más complejo.

Para que un paciente se considere dentro de este espectro patológico, los síntomas de ansiedad deben permanecer por al menos 6 meses de forma continuada en el tiempo.

Es posible que una persona con ansiedad patológica sienta siempre que sus miedos están justificados. Por ello, percibe que se preocupa con fundamento y no cree que su condición se encuentre fuera de la normalidad. Nada más lejos de la realidad: encontrar motivos para preocuparse cíclicamente también es signo de un trastorno emocional, por mucho que estos sean más o menos válidos.

Si dudas de estas afirmaciones, coloca cronológicamente en una línea temporal cuáles han sido tus preocupaciones más intensas en los últimos tiempos, y verás que casi ninguna de ellas se extiende por más de medio año. Si vas encadenando una preocupación con otra y sientes que no te has sentido bien desde hace mucho tiempo, es posible que la ansiedad haya tomado más control de tu vida de lo que crees.

3. La ansiedad patológica tiene una serie de síntomas asociados

Como hemos dicho anteriormente, para que un TAG se considere tal debe cumplir una serie de criterios, entre ellos que el paciente manifieste al menos 3 de los 6 síntomas que te exponemos: falta de descanso (encasillamiento), facilidad para sentir fatiga, dificultad a la hora de concentrarse, irritabilidad, tensión muscular y/o problemas para dormir.

Además, estos signos deben estar presentes por más de la mitad de los días de la semana durante los 6 meses antes citados. Este cuadro clínico sostenido provoca que el paciente se sienta infeliz de forma continua, tenga problemas digestivos, dolores de cabeza, deterioro de la memoria y otros trastornos fisiológicos adicionales.

Por otro lado, algunos estudios señalan que hasta el 20% de profesionales en ciertos ámbitos, en momentos de ansiedad generalizada, tienden a somatizar su problema. Esto quiere decir que, sin ninguna justificación orgánica, sienten dolor o malestar localizado que parece fruto de una enfermedad. Uno de los dolores físicos más famosos es el de estómago e intestinos, ya que la musculatura gástrica se contrae por la acción de las rutas nerviosas estresantes sin sentido aparente.

Dicho de otro modo, la ansiedad generalizada puede llegar a provocar dolores que de otro modo no deberían estar ahí. Aunque esto no afecte de forma directa a la salud “real” del individuo, puede ser un importante desencadenante de dificultades sociales y laborales, además de generar aún más preocupaciones y retroalimentar el círculo de ansiedad.

Resumen

Como puedes ver, la diferencia clave entre la ansiedad y la ansiedad patológica es el intervalo temporal en el que las sensaciones, sentimientos y procesos psicológicos se presentan. Si la duración de las preocupaciones es mayor a 6 meses y no se puede explicar por otras enfermedades subyacentes, es hora de sospechar de este trastorno psicológico.

De todas formas, cabe destacar que el trastorno de ansiedad generalizado se puede tratar, ya sea con un abordaje farmacológico (antidepresivos a largo plazo y benzodiacepinas en los peores momentos) combinado con la terapia psicológica o con terapia psicológica por sí sola, dependiendo de la intensidad del cuadro y los deseos del paciente. Si sientes que tu cuadro se escapa de la normalidad fisiológica, no dudes en pedir ayuda a profesionales.