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¿Nos conocemos tan bien como pensamos?


El auto-conocimiento es una de las capacidades del ser humano que se define por la habilidad de poder determinar todos aquellos aspectos que conforman la esencia del propio individuo, configurando su identidad, sus necesidades e inquietudes, así como también explicar el tipo de razonamiento y de reacciones que la persona pone en marcha ante una determinada situación.

La habilidad para auto-observarse permite la posibilidad de predecir el propio comportamiento de forma general y aproxima al individuo a formar una idea global de “quién es” y “cómo es”. Sin embargo, conocerse a uno mismo no es tan sencillo como puede parecer.

¿Por qué nos cuesta desarrollar auto-conocimiento?

Contrariamente a una idea ampliamente extendida sobre la facilidad que el ser humano posee para poder definirse a sí mismo de una forma objetiva, los últimos hallazgos científicos parecen indicar lo contrario.

A continuación vemos las diversas explicaciones que las investigaciones realizadas al respecto han utilizado para ayudarnos a entender por qué nos cuesta conocernos.

1. Alteración de la perspectiva ante la discrepancia

Diversos estudios realizados parecen concluir que el ser humano tiende a confundir el grado de objetividad con la que emite juicios sobre la propia conducta. Con el objetivo de preservar una auto-imagen positiva, las personas solemos ser benevolentes respecto de lo que pensamos sobre nosotros mismos y, además, no somos conscientes de la subjetividad y parcialidad con la que interpretamos nuestras actitudes o nuestras conductas.

De esa manera, observamos con mayor facilidad un error determinado si lo comete un tercero que si ese mismo error lo hemos cometido nosotros. En definitiva, parece que la capacidad de introspección es una ilusión, ya que queda distorsionada mediante procesos inconscientes.

Así lo demostró Pronin y su equipo de la Universidad de Princeton (2014) con diversas muestras de sujetos experimentales en las que se les demandaba que valorasen la conducta propia y ajena en diferentes tareas: en la situación experimental, los probandos seguían describiéndose como imparciales aún cuando debían emitir juicios y críticas sobre diversos aspectos de la tarea propuesta.

Asimismo, esto no ocurre en sujetos que han experimentado un acontecimiento aversivo en la infancia, el cual ha conllevado en el desarrollo de un funcionamiento inseguro y basado en una autovaloración negativa.

Según la “teoría de la autoafirmación”, las personas con una autoestima baja pretenden ofrecer a los demás una imagen perjudicial de sí mismas con el objetivo de que esta sea coherente y reafirme la autoimagen que ellos mismos poseen de su persona. Ello se relaciona con las aportaciones propuestas por Festinger (1957) sobre la “disonancia cognitiva”, por la cual el grado de discrepancia entre la actitud de uno mismo y su comportamiento produce tal malestar que el individuo tiende a esforzarse por minimizarlo a través de distintas estrategias, bien cambiando su conducta bien modificando las creencias en que basa su actitud.

Por otra parte, los estudios de Dunning y Kruger en el 2000 dieron origen a un planteamiento teórico al que denominaron “Efecto Dunning-Kruger” a partir del cual cuánto mayor es la incompetencia de una persona, más baja es su capacidad para darse cuenta de ello. Según esta investigación, sobre los sujetos que participaron en la situación experimental solo se logró un 29% de correspondencia entre la auto-percepción correcta de la capacidad intelectual y el valor real obtenido en el CI (Coeficiente Intelectual) individual.

Dicho de otro modo, parece ser que una vez más, con la finalidad de mantener una auto-imagen positiva, las características o rasgos “negativos” se tienden a ignorar significativamente. Relacionado con esta última cuestión, otro equipo de investigadores ha hallado más recientemente que las personas que disponen de una imagen positiva moderada (y no exagerada, como se indicaba anteriormente) tienden a presentar mayor nivel de bienestar y un elevado rendimiento cognitivo en tareas concretas.

2. Pruebas para valorar los rasgos de personalidad

Tradicionalmente en algunos ámbitos de la psicología se han venido utilizando técnicas denominadas implícitas o encubiertas para definir rasgos de personalidad, como pueden ser los test proyectivos o los test de asociación implícita tipo TAT (Test de Apreciación Temática).

El fundamento de este tipo de pruebas reside en su naturaleza poco reflexiva o racionada, puesto que parece ser más revelador sobre el propio sujeto aquellos rasgos o características expresadas de manera refleja o automática donde no se da lugar a una posible alteración influida por el análisis más reflexivo o racional que pueden aportar otras pruebas de tipo autoinforme o cuestionario.

La ciencia recientemente ha hallado un matiz a este respecto, argumentado que no todos los rasgos de personalidad se encuentran objetivamente reflejados de manera implícita, sino que parecen ser las facetas que miden la extroversión o sociabilidad y el neuroticismo los aspectos que mejor se miden mediante este tipo de técnicas. Ello lo explica el equipo de Mitja Back de la Universidad de Münster, debido a que estos dos rasgos se relacionan más con impulsos impulsos automáticos o con respuestas de deseo.

Por el contrario los rasgos de responsabilidad y de apertura a la experiencia suelen medirse más fiablemente a través de autoinformes y pruebas más explícitas, puesto que estos últimos rasgos se encuentran dentro del área de lo intelectual o lo cognitivo, y no de lo emocional como en el caso anterior.

3. Búsqueda de estabilidad en un entorno cambiante

Tal como se ha expuesto anteriormente, el ser humano tiende a auto-engañarse para lograr un estado de coherencia respecto de la propia identidad. Una explicación de las motivaciones que llevan al individuo a adoptar este tipo de funcionamiento se relaciona con mantener un núcleo de estabilidad (la propia identidad) ante el entorno tan variable y cambiante que le rodea.

Así, un recurso adaptativo como especie reside en mantener la auto-percepción en dichos contextos sociales a fin de que la imagen externa ofrecida coincida con la interna. Al parecer, los expertos concluyen que la percepción del propio carácter como un fenómeno rígido, inmutable y estático aportan seguridad al individuo y facilitan la capacidad para orientarse con un mínimo de orden dentro de un contexto incierto como es el mundo exterior.

Sin embargo, un funcionamiento rígido va asociado frecuentemente a una baja capacidad para tolerar la incertidumbre y la frustración, la cual se genera cuando la realidad difiere de las expectativas personales, conduciendo todo ello a un aumento de malestar emocional. En definitiva, con el pretexto de dotarse a sí mismo de un mayor grado de seguridad y bienestar, el ser humano actual está consiguiendo precisamente el efecto contrario: un incremento de las propias preocupaciones y del nivel de ansiedad.

Como último apunte, lo indicado líneas arriba aporta un matiz a la denominada “Profecía Autocumplida, según la cual las personas se inclinan a comportarse conforme a la imagen que presentan sobre sí mismas. El matiz reside en considerar que la aplicación de este principio teórico tiene lugar cuando el rasgo es variable, pero no cuando es estático.

Así, según lo hallado por Carol Dweck (2017) en un estudio realizado por la Universidad Stanford de California, ante características personales innatas (como la fuerza de voluntad o la inteligencia) la motivación invertida para reforzarla es menor que ante rasgos cambiantes (por ejemplo como ocurre usualmente con las propias debilidades).

Los beneficios de la meditación y la Atención Plena

Erika Carlson estudió la relación existente entre la práctica habitual de entrenamiento de meditación en atención plena y la capacidad para ser objetivo en la valoración de la propia persona, hallando una correlación positiva entre ambos elementos.

Al parecer, este tipo de prácticas permiten tomar distancia de uno mismo y de las propias cogniciones para poder analizar más racionalmente las características y rasgos que conforman el “yo” de un individuo, ya que posibilitan que el sujeto pueda desprenderse de dichos pensamientos y mensajes, asumiendo que puede dejarlos pasar sin identificarse con ellos para simplemente observarlos sin juzgarlos.

Conclusión

Las líneas precedentes han puesto de manifiesto que el ser humano tiende a alterar la imagen que dispone de sí mismo como mecanismo de defensa o “supervivencia” respecto de las demandas del entorno en el que interactúa. Las aportaciones de las teorías de la disonancia cognitiva, la Profecía Autocumplida, el Efecto Dunning-Kruger, etc., son solo algunos fenómenos que ponen de manifiesto la escasa objetividad con la que los individuos elaboran la definición de la propia identidad.

Referencias bibliográficas:

  • Ayan, S. La esencia del yo. En Mente y Cerebro. Vol 92 (2018), pp. 31-39.
  • Brookings, J. B., & Serratelli, A. J. (2006). Positive illusions: Positively correlated with subjective well-being, negatively correlated with a measure of personal growth. En Psychological Reports, 98(2), 407-413.
  • Hansen K., Gerbasi M., Todorov A., Kruse E., and Pronin E. People Claim Objectivity After Knowingly Using Biased Strategies Personality and Social Psychology Bulletin. Vol 40, Issue 6, pp. 691 – 699. First Published February 21, 2014.
  • Pronin, E. (2009). The introspection illusion. En Advances in experimental social psychology, 41, 1-67.