Alzheimer: causas, síntomas, tratamiento y prevención
Cáncer, VIH/SIDA y demencias son algunos de los trastornos que más preocupan a día de hoy en la población occidental, siendo algunos de los trastornos más frecuentes que todavía no cuentan con una solución o tratamiento efectivos.
Dentro del grupo de las demencias, la más conocida es la demencia producida por la enfermedad de Alzheimer.
Alzheimer: definición general
La enfermedad de Alzheimer es una de las enfermedades neurodegenerativas más frecuentes y conocidas. Se trata de un trastorno crónico y actualmente irreversible de causas desconocidas que actúa produciendo un deterioro progresivo en las facultades mentales de quien lo padece. Inicialmente actúa solo a nivel de corteza, pero según el deterioro va avanzando termina afectando también a nivel subcortical. De inicio insidioso, las primeras lesiones aparecen en el lóbulo temporal para posteriormente ir expandiéndose a otros lóbulos como el parietal y el frontal.
Actualmente su diagnóstico sólo se considera totalmente definitivo después de la muerte del paciente y del análisis de sus tejidos (antes del deceso se considera su diagnóstico es solo probable) si bien según van avanzando las técnicas de neuroimagen se hace posible un diagnóstico más exacto. El curso de la enfermedad de Alzheimer provoca un deterioro cognitivo homogéneo y continuo, teniendo una duración media de entre ocho y diez años.
Síntomas típicos
- Para profundizar en los síntomas: "Los 11 primeros síntomas del Alzheimer (y su explicación)"
Uno de los síntomas más característicos y conocidos es la pérdida de memoria, la cual suele darse de forma gradual. Se pierde en primer lugar la memoria reciente, para según la enfermedad sigue su curso irse olvidando aspectos y elementos cada vez más lejanos en el tiempo. También disminuye la capacidad de atención, la capacidad de juicio y la capacidad de aprender cosas nuevas.
Al igual que la mayor parte de demencias corticales, la enfermedad de Alzheimer se caracteriza por una pérdida progresiva de funciones que se dan especialmente en tres ámbitos, configurando lo que se ha denominado síndrome afaso-apraxo-agnósico. Dicho de otra forma a lo largo de su deterioro el paciente va perdiendo la capacidad de hablar (es muy típica la presencia de anomia o dificultad para recordar el nombre de las cosas), realizar acciones secuenciadas o incluso de reconocer los estímulos provenientes del exterior, culminando en un estado de mutismo e inmovilidad. La presencia de caídas, alteraciones del sueño y la alimentación, alteraciones emocionales y de la personalidad y pérdida de olfato suelen ser también comunes en quienes padecen Alzheimer.
Con el tiempo, el sujeto tiende a desorientarse y perderse, tener descuidos y comportamientos extraños y descuidos, olvidar el valor de las cosas e incluso acaba por ser incapaz de reconocer a sus seres queridos. A medida que la enfermedad avanza el sujeto va perdiendo poco a poco su autonomía, dependiendo con el tiempo del cuidado y la gestión de agentes externos.
Estadísticamente, la media de edad a la que empieza a aparecer la enfermedad de Alzheimer se sitúa alrededor de los 65 años, aumentando su prevalencia según la edad va aumentando. Se considera de inicio temprano o presenil si empieza antes de los 65, y senil o de inicio tardía si ocurre después de dicha edad. A menor edad de inicio peor pronóstico, avanzando con más rapidez los síntomas.
Proceso de deterioro: fases de la enfermedad
Como hemos dicho la enfermedad de Alzheimer provoca un deterioro progresivo de las funciones mentales del paciente. Dicha progresividad puede observarse a lo largo de las tres fases en las que se ha diferenciado el proceso de degeneración.
Además de dichas fases, se ha de tener en cuenta que en ocasiones puede haber un periodo de tiempo previo al inicio del trastorno en que el individuo padece un deterioro cognitivo leve (generalmente de tipo amnésico).
Primera fase: Inicio de los problemas
En los primeros momentos de la enfermedad, el paciente empieza a experimentar pequeños déficits de memoria. Le cuesta recordar lo que acaba de hacer o comer, así como retener nuevas informaciones (dicho de otro modo, padece amnesia anterógrada). Otro síntoma especialmente típico es la anomia o dificultad para recordar el nombre de las cosas pese a saber qué son.
El juicio y la capacidad de solucionar problemas se encuentran también comprometidos, rindiendo menos en actividades laborales y cotidianas. Inicialmente el paciente es consciente de la aparición de limitaciones, siendo frecuente que aparezcan síntomas depresivos y ansiosos como apatía, irritabilidad y retraimiento social. Esta primera fase de la enfermedad de Alzheimer puede durar hasta cuatro años.
Segunda fase: Pérdida progresiva de capacidades
La segunda fase de la enfermedad de Alzheimer se caracteriza por la aparición del síndrome afaso-apraxo-agnósico, junto a la aparición de la amnesia retrógrada. Es decir, el sujeto empieza a tener problemas de comprensión y emisión de lenguaje más allá de la anomia, así como a tener severas dificultades para realizar actividades secuenciadas y a reconocer objetos, personas y estímulos, además de comenzar a tener problemas para recordar hechos pasados (hasta ahora las pérdidas de memoria se refieren principalmente a sucesos que acababan de suceder y que no eran retenidos).
El paciente necesita supervisión y no es capaz de llevar a cabo actividades instrumentales, pero puede llegar a realizar actividades básicas como vestirse o comer por sí solo. Suele haber desorientación temporoespacial, no siendo extraño que se pierda.
Tercera fase: La fase avanzada de la enfermedad de Alzheimer
Durante la tercera y última fase de la enfermedad, el deterioro del individuo resulta especialmente intenso y evidente. La pérdida de memoria episódica puede llegar a remontarse a la infancia. También existe pérdida de memoria semántica. El sujeto deja de reconocer a sus familiares y seres queridos e incluso es incapaz de reconocerse a sí mismo en una imagen o un espejo.
Suelen tener una afasia extremadamente grave que puede terminar en mutismo total, así como descoordinación y alteraciones de la marcha. Hay una pérdida de autonomía total o casi total, dependiendo de cuidadores externos para sobrevivir y no siendo capaces por sí mismos y se pierden las habilidades básicas de la vida diaria, teniendo dependencia total de cuidadores externos. Es frecuente que aparezcan episodios de inquietud y alteraciones de personalidad.
Pueden aparecer también hiperfagia y/o hipersexualidad, falta de temor ante la estimulación aversiva y episodios de ira.
Características neuropsicológicas
La demencia producida por la enfermedad de Alzheimer provoca una serie de efectos en el encéfalo que termina por provocar los síntomas.
En este sentido destaca la progresiva reducción del nivel de acetilcolina en el cerebro, uno de los principales neurotransmisores cerebrales implicados en la comunicación neuronal y que influye en aspectos como la memoria y el aprendizaje. Dicha disminución en los niveles de acetilcolina provoca una degradación progresiva en las estructuras cerebrales.
En la enfermedad de Alzheimer la degradación de estructuras empieza en los lóbulos temporales y parietales, para ir a lo largo del curso del trastorno avanzando hacia el frontal y poco a poco hacia el resto del encéfalo. Con el tiempo se reduce la densidad y masa neuronal, dilatándose los ventrículos para ocupar el espacio dejado por la pérdida neuronal.
Otro aspecto de gran relevancia es la presencia en el citoplasma neuronal de ovillos neurofibrilares y placas de betaamiloide, que obstaculizan los procesos sinápticos y provocan un debilitamiento de las sinapsis.
Causas desconocidas
La investigación de este tipo de demencia ha intentado dar una explicación a cómo y por qué surge la enfermedad de Alzheimer. Sin embargo, aún no se tienen evidencias de por qué aparece.
A nivel genético se sospecha de la participación de mutaciones en el gen APP, de la proteína precursora de amiloide, así como en el gen ApoE, vinculado a la producción de proteínas que regulan el colesterol.
La disminución del nivel de acetilcolina cerebral provoca la degradación de las diversas estructuras, estando basados los tratamientos farmacológicos en combatir dicha reducción. Aparece una atrofia cortical de inicio temporoparietal que termina generalizándose con el tiempo al resto del sistema nervioso.
Factores de riesgo
Las causas de la enfermedad de Alzheimer siguen siendo a día de hoy desconocidas. Sin embargo, existen una gran cantidad de factores de riesgo que deben tenerse en cuenta a la hora de realizar tareas de prevención.
Uno de los factores a tener en cuenta es la edad. Como la mayor parte de las demencias, la producida por la enfermedad de Alzheimer tiende a aparecer a partir de los 65 años, si bien existen casos de inicio aún más temprano.
Interviene también el nivel educativo o, mejor dicho, la actividad mental del individuo. Y es que a mayor ejercicio mental mayor resistencia y fortaleza de las conexiones neuronales. Sin embargo este efecto, si bien es positivo dado que retrasa el avance de la enfermedad, puede dificultar la identificación del problema y su tratamiento.
Otro de ellos es el historial familiar. Si bien la enfermedad de Alzheimer no suele transmitirse genéticamente (salvo alguna variante concreta), sí que es cierto que casi la mitad de individuos con este problema tienen algún familiar con este trastorno.
Por último también debe tenerse en cuenta la historia vital del paciente: Al parecer el consumo de tabaco y de dietas ricas en grasas pueden favorecer su aparición. Del mismo modo, una vida sedentaria y con altos niveles de estrés potencia la probabilidad de aparición. La presencia de algunas enfermedades metabólicas como la diabetes o de hipertensión resultan elementos facilitadores de la enfermedad de Alzheimer.
Tratamientos
A día de hoy la enfermedad de Alzheimer sigue siendo incurable, basándose el tratamiento en la prevención y retraso del deterioro cognitivo.
Tratamiento farmacológico
A nivel farmacológico tienden a emplearse diferentes inhibidores de la acetilcolinesterasa, una enzima que degrada la acetilcolina cerebral. De este modo, se logra que la acetilcolina se encuentre durante más tiempo presente en el cerebro, prolongando su funcionamiento óptimo.
Concretamente se usa el donepezil como tratamiento en todas las fases de la enfermedad de Alzheimer, mientras que en las etapas iniciales suele recetarse rivastigmina y galantamina. Estos medicamentos han demostrado ser capaces de retrasar el avance del enfermedad alrededor de medio año.
Tratamiento psicológico
A nivel psicológico suele emplearse la terapia ocupacional y la estimulación cognitiva como principales estrategias para frenar el ritmo del deterioro. Asimismo, la psicoeducación es fundamental en los primeros compases de la enfermedad, cuando el paciente es aún consciente de la pérdida de facultades.
No es infrecuente que los individuos a los que se indica que se padece una demencia sufran episodios de tipo depresivo o ansioso. De este modo, el clínico debería evaluar el efecto que tiene sobre el sujeto la notificación del problema.
Se ha de trabajar también con el entorno familiar, asesorándoles de cara al proceso de deterioro que va a seguir el paciente, su pérdida de autonomía y indicando estrategias válidas para afrontar la situación.
Prevención
Teniendo en cuenta que las causas de la enfermedad de Alzheimer son todavía desconocidas y que su tratamiento se basa en frenar o reducir los síntomas, se hace necesario tener en cuenta factores vinculados al trastorno con el fin de poder realizar tareas de prevención.
Como hemos dicho, la vida sedentaria supone un factor de riesgo para desarrollar esta enfermedad. El ejercicio físico se ha mostrado un excelente mecanismo de prevención, dado que ayuda a fortalecer tanto el cuerpo como la mente, siendo útil en una gran cantidad de trastornos.
Teniendo en cuenta que otro de los factores de riesgo incluyen colesterol alto, diabetes e hipertensión, el control de la alimentación se hace un elemento preventivo de gran importancia. Es de gran utilidad tener una dieta rica y variada con pocas grasas saturadas.
Otro aspecto a tratar es el nivel de actividad mental. Ejercitar el cerebro supone fortalecer la capacidad de aprendizaje y las conexiones neuronales, con lo que leer o aprender cosas nuevas (no necesariamente conocimientos teóricos técnicos) puede ayudar a frenar las sintomatología o a que esta no aparezca.
Por último, uno de los elementos fundamentales de la prevención es la detección temprana de los síntomas. Dado que con la edad es común la pérdida de memoria sin necesidad de la implicación de una demencia, no es raro que los primeros indicios de la enfermedad de Alzheimer sean ignorados. Si las quejas de memoria son muy frecuentes y se acompañan de otras alteraciones del comportamiento y/o otras facultades, sería recomendable acudir a un centro médico donde pudiera evaluarse el estado del paciente. También hay que prestar atención en los casos de deterioro cognitivo leve, que en ocasiones puede progresar hasta convertirse en diferentes demencias (entre ellas la derivada de la enfermedad de Alzheimer).
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