¿Existe la adicción a la limpieza?
La Tierra está rodeada de microorganismos invisibles al ojo humano que permiten la estabilidad y el desarrollo de los ecosistemas a largo plazo.
Se estima que la masa de carbono (materia orgánica) del planeta asciende a 550 millones de toneladas (Gt) y las bacterias aportan unas 70 Gt, es decir, el 15% del total. Estos microorganismos son cruciales para la conversión de materia y las reacciones químicas en el ambiente, así que sin ellos, la vida no sería posible.
Tampoco hace falta ir muy lejos para comprobar la importancia de los mal catalogados como “gérmenes”. Sin ir más lejos, en nuestro intestino viven 100 billones de bacterias (Firmicutes, Bacteroidetes, Actinobacteria y otros géneros) que nos ayudan a digerir la celulosa vegetal, activan nuestro sistema inmune en las primeras etapas vitales y nos protegen de la colonización de microorganismos patógenos. Se estima que hay 10 bacterias en nuestro cuerpo por cada célula del organismo, así que no mentimos al afirmar que somos nuestros microorganismos.
Por desgracia, todos estos conceptos pueden resultar agobiantes, difíciles de comprender e incluso peligrosos para las personas que no pueden internalizar del todo el papel de los procariotas en el ecosistema y en el cuerpo de los seres vivos. Con base en estas premisas, te lanzamos la siguiente pregunta: ¿Existe la adicción a la limpieza? Veamos en qué consiste ese malestar asociado a la dependencia de la conducta de la limpieza que muchas personas sufren.
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¿Es posible ser adicto a la limpieza?
Seremos directos: aunque esta postulación requiere de matices, la respuesta es que no, este tipo de problemas forman parte de un conjunto de psicopatologías separadas de las adicciones, como veremos. La adicción se concibe como una enfermedad crónica y recurrente a nivel fisiológico que se caracteriza por la búsqueda de alivio y/o recompensa mediante la ingesta de sustancias o realización de ciertas actividades (como el juego de azar). Como veremos a continuación, la compulsividad a la hora de limpiar no puede englobarse dentro de esta categoría.
¿Qué es una adicción?
Para dilucidar todas las cuestiones que hay sobre la mesa, vamos a utilizar como referencia a la última edición del Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM-5), publicado por la Asociación Estadounidense de Psicología (APA) en el año 2013. Este libro de diagnóstico psicológico sienta cátedra en torno a lo que se considera o no como una patología y cuáles son sus límites.
En el mecanismo adictivo, hay una respuesta fisiológica clara que se describe en todos los casos clásicos: el circuito dopaminérgico. Por ejemplo, cuando un ser humano consume nicotina se activan los receptores colinérgicos de la nicotina, produciendo liberación de neurotransmisores dopamina, GABA, serotonina, norepinefrina, péptidos opiáceos, vasopresina y endorfinas. La liberación de dopamina produce un estado de euforia transitoria que, por desgracia, solo dura unos segundos.
A medida que se consume la sustancia, se desarrolla una clara resistencia a ese elemento psicoactivo (o actividad) a la que el paciente es adicto. En este mecanismo juegan roles esenciales el núcleo accumbens y el circuito de recompensa neuronal, pero en resumen, nos quedamos con que “cuanto más se consume, más se necesita para sentir el mismo pico de euforia”.
Según la APA, se puede desarrollar adicción a 10 tipos de sustancias diferentes, como son el alcohol, la nicotina, los relajantes musculares o drogas más famosas, como la cocaína o los opiáceos (heroína, entre otros). En lo que a actividades se refiere, la única que hemos encontrado como verdaderamente catalogada como una adicción es la ludopatía, ya que el circuito de recompensa al ganar un premio en metálico en estos pacientes es similar al que experimenta un paciente adicto con una dosis de cocaína.
Se quedan fuera de esta definición clásica las compras compulsivas, el consumo excesivo de videojuegos, el ejercicio patológico y otros muchos actos que podríamos considerar como “adicciones” y que forman parte de trastornos psicológicos separados (y que también implican necesitar asistir a terapia). Por supuesto, la obsesión con la limpieza tampoco se puede englobar a nivel clínico dentro de los mecanismos adictivos, y la psicopatología subyacente es de otro tipo que veremos a continuación.
La verdadera respuesta: el Trastorno Obsesivo-Compulsivo
Lo que erróneamente se puede concebir como “adicción a la limpieza” es, en muchos casos, otro signo clínico de que el paciente presenta trastorno obsesivo-compulsivo (TOC u OCD). Este es un tipo de trastorno psicológico caracterizado por la aparición de pensamientos recurrentes, intrusivos y persistentes que provocan en el paciente inquietud, temor, preocupación y conductas repetitivas (compulsiones) enfocadas a reducir la ansiedad.
Un paciente con TOC presenta obsesión, compulsión o ambos. La obsesión se instaura con la aparición de pensamientos recurrentes y persistentes, en forma de urgencias o impulsos, que son percibidos como indeseados y que causan gran cantidad de ansiedad en el paciente. La clave de esta patología a nivel conceptual es que la persona con TOC intenta suprimir estos pensamientos y sensaciones indeseadas con rituales repetitivos, es decir, compulsiones.
Las compulsiones en sí son la forma de canalizar la obsesión, mediante la ejecución de rituales con un marcado procedimiento controlado que se realiza de forma meticulosa. El objetivo de su realización es reducir la carga de ansiedad que la persona está experimentando, pero realmente estos actos no están correlacionados con la fuente real de distrés en ninguna realidad. Como podrás imaginar en este punto, el limpiado excesivo de las manos, las superficies cercanas o el cuerpo puede ser una compulsión en un paciente con TOC.
A nivel neurológico, se ha observado que las personas con este trastorno muestran actividad anormal en diversas áreas del cerebro, como el núcleo caudado y las circunvoluciones orbitarias. Se producen hiperactivaciones e hipoactivaciones de ciertos grupos neuronales durante la realización de estas compulsiones, pero claramente, la finalidad no es llegar a un pico de euforia (como sí sucede durante el mecanismo adictivo).
De todas formas, cabe destacar que algunos tratamientos con resultados positivos se han asociado con una mayor cantidad de dopamina en el núcleo accumbens, estructura que también participa en el mecanismo de recompensa de los adictos. Estas evidencias podrían indicar que las diferencias en la señalización de dopamina podrían explicar en parte el OCD, pero desde luego, la correlación es mucho más difusa que en los mecanismos descritos con anterioridad.
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Los washers y el TOC
Aunque pequemos de reduccionistas (debido a la complejidad de la patología), diversas fuentes catalogan a los pacientes con TOC en washers (limpiadores), checkers (controladores), doubters (desconfiados) y contadores (obsesionados con la simetría). Como ves, muchos de los pacientes con este trastorno canalizan su ansiedad y estrés en la pulcritud absoluta, tienen obsesión con la idea de presentar gérmenes en su superficie y temen infectarse con cualquier patógeno que exista.
En conclusión, más que hablar de adicción a la limpieza, podemos afirmar que esta conducta se trata de una compulsión típica en pacientes con TOC, cuya realización tiene como objetivo disminuir la ansiedad de forma inmediata (propiciada por un pensamiento/evento traumático). Los mecanismos de la adicción son muy diferentes a los del TOC y, por ello, la limpieza compulsiva no se puede considerar adictiva, aunque no por ello deja de ser un problema que debe ser tratado con ayuda profesional.
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