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Antipsicóticos atípicos: características y usos principales


Tradicionalmente se ha utilizado la distinción entre los antipsicóticos típicos y los antipsicóticos atípicos o de segunda generación, como la quetiapina, la olanzapina y la risperidona; no obstante, en la actualidad la utilidad de esta dicotomía se encuentra muy cuestionada en la comunidad científica en general.

En este artículo analizaremos las características y usos principales de los antipsicóticos atípicos. Enfatizaremos de forma particular en la distinción entre estos fármacos y los neurolépticos típicos.

¿Qué son los antipsicóticos atípicos?

Los antipsicóticos atípicos son un tipo de psicofármaco que se utiliza para tratar distintos trastornos mentales, en particular la esquizofrenia y otros problemas similares, uso para el cual fueron diseñados. Sus efectos principales tienen que ver con la depresión del sistema nervioso central, y por tanto con la sedación.

El término “atípico” se utiliza para diferenciar a esta clase de antipsicóticos de los clásicos, conocidos en la actualidad como “típicos”. No obstante, la distinción entre las dos categorías de fármacos es borrosa y existe debate en torno a su acierto y su utilidad; a este aspecto dedicaremos el siguiente apartado.

Los medicamentos antipsicóticos reducen los síntomas de la psicosis y otros trastornos mediante la inhibición de la actividad dopaminérgica en las vías cerebrales. Algunos antipsicóticos atípicos interactúan también con los receptores de serotonina y noradrenalina, neurotransmisores que forman parte de la clase farmacológica de las aminas, como la dopamina.

Entre los efectos secundarios y reacciones adversas más habituales de los antipsicóticos atípicos encontramos el síndrome neuroléptico maligno (caracterizado por rigidez muscular, fiebre, confusión y alteraciones cardiacas que pueden provocar la muerte), la discinesia tardía (movimientos involuntarios de la cara) o el aumento del riesgo de diabetes.

Diferencias con los antipsicóticos típicos

Cuando surgieron antipsicóticos modernos como la clozapina, la olanzapina, la risperidona, la quetiapina o el aripiprazol, estos fármacos fueron promocionados como más seguros que los fármacos neurolépticos que ya existían. En particular se destacaba el menor riesgo de padecer síntomas extrapiramidales como el parkinsonismo, la discinesia tardía y la acatisia.

Sin embargo, investigaciones recientes apuntan a que no existen diferencias especialmente significativas entre los antipsicóticos típicos y los atípicos en cuanto a la gravedad de los efectos secundarios, como tampoco las hay en el grado de eficacia o en el mecanismo de acción. En este sentido se ha propuesto que es más útil distinguir entre fármacos individuales.

En todo caso, sí parece que los antipsicóticos típicos provocan síntomas de tipo parkinsoniano de forma más frecuente, mientras que los atípicos se asocian en mayor medida con el aumento de peso y en consecuencia del riesgo de desarrollar diabetes mellitus de tipo 2 o no insulinodependiente.

¿Para qué se utilizan estos medicamentos?

Los antipsicóticos atípicos se utilizan sobre todo para tratar la esquizofrenia y el trastorno bipolar, dos de las alteraciones mentales más asociadas a los síntomas psicóticos. También se prescriben ocasionalmente en casos de autismo, demencia, trastorno de ansiedad generalizada o trastorno obsesivo-compulsivo, pero no son fármacos de primera elección.

1. Esquizofrenia

El amplio cuerpo de investigación que se ha desarrollado en las décadas en torno a la efectividad de los neurolépticos revela que los antipsicóticos atípicos son eficaces para reducir los síntomas positivos de la esquizofrenia (principalmente las alucinaciones y los delirios), pero fracasan en el tratamiento de los síntomas negativos como el aplanamiento afectivo.

En cualquier caso, en muchos casos de esquizofrenia y otros trastornos del espectro de la psicosis resulta necesario administrar este tipo de fármacos para evitar síntomas graves. Aun así la tasa de eficacia de los antipsicóticos no es completa, puesto que el 20% de pacientes no responden adecuadamente y el 30-40% lo hacen sólo de forma parcial.

2. Trastorno bipolar

En su forma clásica, el trastorno bipolar se caracteriza por la alternancia entre periodos en que el estado de ánimo es muy bajo y otros en que es patológicamente elevado; dicho de otro modo, se presentan episodios de depresión y de manía. Los antipsicóticos atípicos se usan en ocasiones para controlar los síntomas de los episodios maniacos y mixtos.

En estos casos se utilizan medicamentos como la olanzapina y la quetiapina como terapia coadyuvante a los fármacos de elección: los estabilizadores del estado de ánimo, entre los que destacan el litio y el ácido valproico o valproato. Los antipsicóticos atípicos sólo se recomiendan si los síntomas son intensos y el tratamiento principal resulta insuficiente.

3. Demencia

Los antipsicóticos se prescriben en algunos casos de demencia si existen síntomas psicóticos significativos (como delirios) y en especial si se da agitación psicomotora severa; este tipo de alteraciones facilitan la aparición de comportamientos agresivos o interferentes, pudiendo llegar a ser verdaderamente problemáticas para los cuidadores y para la persona.

Es importante mencionar que se ha detectado un aumento del riesgo de problemas cardiacos, accidentes cerebrovasculares y mortalidad en general en pacientes ancianos con demencia tratados con antipsicóticos, particularmente los típicos. La quetiapina, que se incluye en el grupo de los atípicos, parece ser más segura que otros neurolépticos.

4. Autismo

Antipsicóticos atípicos como la risperidona y el aripiprazol han sido aprobados en algunos países como tratamientos para ciertos síntomas característicos de los trastornos del espectro autista: agitación, irritabilidad, agresividad, comportamientos repetitivos, problemas para dormir... En estos casos también se prescriben psicoestimulantes y antidepresivos.