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​Los límites y fallos de la memoria humana


No acordarnos de si hemos cerrado el coche, ir a buscar las llaves o el móvil y tenerlo en la mano, no recordar dónde hemos aparcado, y, por supuesto, olvidarnos de lo que íbamos a decir. Son situaciones cotidianas y en cierto modo graciosas en los que la memoria se revela contra nosotros.

Todos estos acontecimientos hacen plantearse a la persona que los experimenta si se tiene mala memoria o si se es poco inteligente. Incluso, el más hipocondríaco se planteará acudir al médico en busca de un diagnóstico de Alzheimer.

Pero hay motivos para mantener la calma; estas experiencias no muestran déficit intelectual ni indicios de enfermedades neurodegenerativas, sino que se trata de un fenómeno psicológico común que se debe a los límites de nuestra memoria a corto plazo.

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¿He cerrado el coche? La memoria a corto plazo y sus fallos

Recordemos que la memoria a corto plazo es aquella que nos permite interactuar con el ambiente presente, ya que gracias a ella se mantiene en la mente de forma activa una pequeña cantidad de información, de forma que se encuentre inmediatamente disponible, al menos, durante un corto periodo de tiempo.

Cuando mantenemos una conversación, realizamos cálculos matemáticos o hablamos con nosotros mismos, estamos haciendo un uso directo de esta memoria. No obstante, esta memoria no es perfecta, sino todo lo contrario.

El número mágico siete

El psicólogo George A. Miller fue el primero en investigar estos fenómenos, y publicó un ensayo llamado “El número mágico siete, más o menos dos” en el que refleja los límites de nuestra capacidad para procesar información que encontramos dentro de los rangos de la memoria a corto plazo (MCP). Según Miller, la memoria a corto plazo tiene una capacidad de almacenamiento limitada, que está entre 5 y 9, es decir, 7 más o menos dos. Se trata de una limitación biológica que nos plantea nuestro sistema nervioso.

Esto quiere decir que cuando retenemos en el momento presente 7 unidades de información, no somos capaces de percibir lo que hay más allá de estos “paquetes de datos” ya que todos los estímulos externos no tienen espacio para entrar en nuestra memoria en ese momento en concreto.

El papel de la atención

La atención es el proceso psicológico que va de la mano de la memoria a corto plazo, siendo esta también altamente limitada. Miller aclaró que es posible aumentar el número de elementos que procesa una persona si lo que percibe es un asunto de importancia y valor para el individuo. No obstante, si no es de su interés, y ya está ocupando el espacio, no quedará almacenado en su memoria.

Esto explica que aunque estemos ocupando toda la capacidad de nuestra memoria a corto plazo, si percibimos (aunque sea de forma inconsciente) una araña en frente nuestro, todos nuestros recursos atencionales irán dirigidos a ella y no a nuestro pensamiento. Aquí radica la funcionalidad de que esta memoria sea limitada, en momentos en los que el hombre luchaba por su supervivencia con otras especies, aquellos estímulos amenazantes no podían prescindir de este espacio tan escaso en la memoria.

Conclusiones y reflexiones

Puede que ahora entiendas por qué muchas veces no escuchas a alguien que lleva tres minutos hablándote. Seguramente, aquello que tuvieras en la cabeza mientras esta persona te hablaba, ocupaba esos 7 más menos dos paquetes de información que eres capaz de retener y, evidentemente, era mucho más importante para ti tus propios asuntos que lo que te aquella persona te estaba contando.

También podemos plantear la situación que comentamos inicialmente sobre la duda de si el coche está o no cerrado. Cuando salimos del coche, solemos hacerlo con prisa y pensando en todo aquello que tenemos que hacer después de aparcar. Es por ello que en el momento de cerrar el coche nuestra memoria a corto plazo está completamente llena de información y aunque hayamos cerrado el coche de forma inconsciente y automática (ya que es una acción muy rutinaria), al estar ocupada nuestra conciencia, para nosotros es como si no lo hubiéramos vivido.

Algo parecido ocurre en todas aquellas situaciones en las que el número 7 pone encima de la mesa, una vez más, que el ser humano no es perfecto, sino presa de sus limitados procesos psicológicos.