¿Por qué a veces cuesta mirar a los ojos a alguien?
Mirar a alguien a los ojos durante un diálogo es algo esencial. Enseguida se nota mucho cuando alguien está esquivando la mirada de su interlocutor, y en estos casos se asume que mantener el contacto visual con alguien le resulta incómodo, ya sea por timidez o porque en ese momento oculta algo.
Es cierto que las personas muy tímidas o con fobia social pueden llegar a tener muchas dificultades para mirar a los ojos a un relativo desconocido (y en el caso de las últimas, pueden llegar a ser totalmente incapaces de eso). Lo mismo ocurre con personas con Trastornos del Espectro Autista.
Sin embargo, en ciertas situaciones gente que no cumple con estas características también puede llegar a darse cuenta de que les cuesta mirar directamente a las pupilas del otro. ¿A qué se debe esto?
Cuando mantener el contacto visual cuesta
Normalmente se ha asumido que esquivar la mirada de alguien es un signo de inseguridad. La idea era que se trata de una acción inconsciente y no voluntaria que expresa un temor a ser descubiertos.
No es una explicación descabellada, a fin de cuentas, la cara es la parte de nuestro cuerpo en la que más y mejor se expresan nuestras emociones, y el miedo es una de ellas. La zona de los ojos, en concreto, es especialmente expresiva, porque está rodeada de pequeños músculos muy sensibles que reaccionan ante cualquier reacción de nuestro sistema límbico, la parte del cerebro más relacionada con los sentimientos.
Además, los ojos de una persona nos indican hacia dónde dirige la atención. Pueden indicarnos literalmente la dirección del elemento físico próximo que está observando, y también puede revelar en qué momentos se está concentrando en sus recuerdos o en operaciones mentales que está realizando.
Por ejemplo, cuando alguien está improvisando una excusa, es más probable que mantenga la mirada perdida durante más tiempo del normal y que la trayectoria de su mirada parezca errática y con un movimiento algo caótico.
Con el paso del tiempo, las personas aprendemos que podemos saber mucho acerca del estado mental de la otra mirándole a los ojos, pero también llegamos a la conclusión de que ese mismo principio se puede aplicar en nosotros. Por eso, sin que nos demos cuenta, aprendemos que los nervios y la acción de mirar a alguien a los ojos es una mala combinación, porque nos puede delatar.
Desviando la mirada en casos de timidez
Cuando se es una persona tímida o se tiene fobia social, lo que se quiere ocultar es, justamente, las propias inseguridades, que de manera espontánea asociamos a "lo malo". De este modo, aunque no estemos mintiendo ni encubriendo información importante, si somos tímidos aprenderemos a desviar la mirada como estrategia para no dar demasiadas pistas sobre nuestra vida mental.
Pero la ansiedad que produce ser consciente de esta estrategia a su vez produce más nerviosismo y estrés, lo cual da más motivos para no mirar a alguien a los ojos, creándose así una situación de tipo "pez que se muerde la cola". Cada vez hay más motivos para intentar que la otra persona no sepa lo que pasa por nuestra mente.
De este modo, se puede decir que desviar la mirada es una estrategia que parte de la irracionalidad y que, a la práctica, resulta muy poco útil e incluso contraproducente. Lamentablemente, ser conscientes de este hecho no mejora las cosas, ya que es algo que en parte escapa a nuestro control.
Una nueva explicación sobre la incapacidad de mirar a los ojos
La explicación que acabamos de ver se basa en el aprendizaje y en los sentimientos que nos produce creer que debemos impedir que el otro sepa algo que nosotros sí sabemos. Sin embargo, recientemente se ha llegado a otra explicación que no contradice a la anterior, sino que la complementa.
En un estudio realizado en la Universidad de Tokio, se reclutó a una serie de personas voluntarias y se les propuso realizar una tarea de asociación de palabras. Lo curioso era que al realizar esta tarea mirando fijamente a los ojos de una persona cuya fotografía era proyectada ante ellos, su rendimiento caía significativamente, a pesar de no conocer a estas personas de nada ni tener que interactuar con ellas más allá de mantener la vista fija.
Esta investigación podría ser un indicio de que el simple hecho de mirar a alguien a los ojos es, en sí misma, una actividad que requiere que una buena parte de nuestro cerebro se concentre en ella. Podríamos estar predispuestos a usar muchos de los recursos de nuestro sistema nervioso para procesar la información de la cara del otro, y hay momentos en los que hacer eso nos vuelve incapaces de hacer otras cosas; mantener una conversación complicada o basada en la reflexión, por ejemplo.
Es decir, que no esquivaríamos la mirada del otro tanto para ocultarle directamente nuestros pequeños movimientos expresivos, sino que lo haríamos para evitar que una gran parte de nuestro foco de atención quede "enganchado" en su mirada, dejándonos sin la capacidad de hacer otras operaciones mentales.