Los 4 motivos por los que duele cuando nos rompen el corazón
Puede que el amor sea una de las grandes fuentes de felicidad de las que puede disfrutar el ser humano, pero también es cierto que, en determinadas circunstancias, puede dar pie a situaciones de pesadilla. En el fondo, cualquier aspecto de nuestras vidas que nos lleve a sentir apego es una posible vulnerabilidad. Y, cuando amamos a alguien, ese apego llega a ser tan fuerte que buena parte de la relación amorosa que puede surgir de eso llega a ser uno de nuestros proyectos más importantes, de modo que si algo le pasa a ese vínculo, todo a nuestro alrededor se tambalea.
Esta clase de impactos emocionales son tan fuertes que no quedan aliviados ni en los casos en los que nos rompen el corazón de una manera predecible: el hecho de que sintamos desengaño amoroso y pasemos a ver realmente que a la otra persona no le importábamos tanto como parecía en un principio no evita que sigamos añorando esa relación. ¿Por qué ocurre esto?
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Lo que ocurre cuando nos rompen el corazón
Bajo el concepto de “rompernos el corazón” en realidad están ocurriendo varios procesos psicológicos que corren en paralelo pero que, al aparecer más o menos a la vez, son percibidos como un todo. Todos ellos producen malestar y son los coletazos emocionales que quedan a partir del vació que la otra persona deja en nosotros.
Así pues, los motivos por los que nos duele cuando alguien nos rompe el corazón son los siguientes.
1. El fin de los hábitos compartidos
Cuando alguien con quien compartíamos el día a día desaparece de nuestro lado, no solo se va ella: también lo hacen todas esas rutinas que asociamos a esa vida en común. Ya sea pasear por el parque, ir frecuentemente al cine o hacer deporte, el hecho de que una parte importantísima de esas experiencias ya no esté hace que se conviertan en hábitos que no significan nada.
Por eso, después de haber pasado por una relación amorosa intensa hay que lidiar con la incertidumbre de cómo volver a construir la propia vida sin la participación de la otra persona, lo cual es doloroso por dos motivos: por un lado, es un recordatorio constante de que nos han roto el corazón, y por el otro, el hecho de tener que decidir cómo empezar de nuevo es algo que causa estrés.
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2. Aparecen los pensamientos intrusivos
No hay mayor mito que la creencia de que los pensamientos, por el hecho de ser procesos psicológicos superiores (por tanto, teóricamente alejados de “los instintos”) son algo que controlamos. En realidad, cualquier persona que haya pasado por una experiencia fuertemente estresante o traumática sabe que esto no es cierto.
Los pensamientos relacionados con esos recuerdos que nos marcaron emocionalmente en el pasado suelen aparecer y desaparecer sin previo aviso, independientemente de nuestra fuerza de voluntad. Es algo que está más allá de las intenciones con las que decidamos enfrentar el día; simplemente, emergen dentro de nuestra consciencia y, una vez allí, es casi imposible no hacerles caso: actúan como un imán sobre nuestro foco atencional, justamente porque son pensamientos que producen dolor emocional.
3. El malestar emocional suele durar
Hay que tener en cuenta que, del mismo modo en el que la evolución nos ha hecho capaces de pensar a través de conceptos abstractos y de amar a partir de una comprensión sofisticada de la identidad de la otra persona, también nos ha hecho capaces de sufrir mucho por hechos que no suponen heridas físicas.
Lo que ocurre cuando nos rompen el corazón es el ejemplo paradigmático de esto: curiosamente, se ha visto que lo que ocurre en el cerebro de las personas que están pasando por ese proceso se parece mucho a lo que pasa cuando se activan los mecanismos neurobiológicos de la percepción del dolor físico. Sin embargo, a diferencia de lo que suele ocurrir cuando recibimos daño por cortes o golpes, los problemas emocionales pueden durar mucho más. Como consecuencia, el desgaste es mayor.
4. Algo parecido al síndrome de abstinencia
Cuando una persona habituada al consumo de una droga deja de usar esa sustancia, su sistema nervioso entra en crisis, porque a causa de la dependencia se había ajustado a niveles anormales de químicos entre las neuronas, creando una especie de falso equilibrio bioquímico en el organismo.
De un modo similar, cuando alguien nos rompe el corazón tenemos que adaptarnos a un mundo en el que ya no está algo que dábamos por garantizado: el amor y el afecto de alguien en concreto. Específicamente, salen a reducir los efectos de la ausencia de esos momentos juntos de los que antes disfrutábamos.