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Carnofobia (fobia a la carne): síntomas, causas y tratamiento


La carnofobia se caracteriza es un temor persistente e intenso a la carne. No necesariamente se acompaña de una decisión política de abandonar el consumo de este alimento, aunque sí puede estar relacionado con esto.

Veremos a continuación qué es la carnofobia, cuál es la diferencia entre una fobia y una aversión, y finalmente cuáles son los remedios que existen para tratar sus síntomas.

Carnofobia: miedo a la carne

Tal como su nombre lo indica, la carnofobia es el miedo persistente e intenso a la carne. En tanto que se trata de una fobia, el miedo persistente a la carne debe presentarse de manera irracional o excesiva, es decir, es un temor desproporcionado a un estímulo que generalmente no representa un peligro para quien lo percibe.

Dicho de otra manera, para ser considerada como una fobia, este temor a la carne no debe manifestarse únicamente como un rechazo decidido al consumo de alimentos de origen animal, como podría ocurrir en el caso del veganismo o vegetarianismo.

Tampoco se trata de un gusto poco desarrollado por la carne o de una preferencia por un tipo específico de este alimento. Se trata más bien de un temor que se activa ante cualquier estímulo que se aproxime a la carne, desencadenando una respuesta de ansiedad desproporcionada.

Ahora bien, si este miedo no se manifiesta de manera persistente, intensa y desproporcionada, no afectando significativamente la calidad de vida de la persona, puede que no se trate de una fobia, sino de una aversión.

¿Fobia o aversión a la carne?

La principal diferencia entre una fobia y una aversión es la intensidad del miedo experimentado, y la manera en la que este se presenta. Una aversión puede ser definida como una fuerte repulsión a tocar, probar o escuchar cosas ante las cuales la mayoría de la gente es indiferente o las encuentra agradables (Bados, 2005).

A diferencia de una fobia, las aversiones producen malestar, pero no miedo o ansiedad; se presentan ante estímulos distintos a las fobias específicas y no provocan obsesiones o rituales.

Las aversiones pueden provocar una serie de reacciones fisiológicas momentáneas como las siguientes: escalofríos o erizamiento del vello, palidez, frío, respiración onda, y en algunas ocasiones náuseas. Son comunes, por ejemplo, las aversiones al tacto de las superficies vellosas como lana o pluma; a escuchar sonidos chirriantes; o a oler y probar alimentos grasos, alimentos de ciertas texturas, o los tejidos musculares de origen animal (la carne).

Por lo general las aversiones no afectan negativa y significativamente la calidad de vida de una persona, ya que no le impiden realizar las actividades cotidianas, y no se manifiestan por un cuadro de ansiedad clínicamente observable. No obstante, sí pueden representar molestias importantes ante el estímulo que provoca la aversión.

Así pues, si la exposición a la carne provoca malestar y reacciones fisiológicas leves o momentáneas, entonces se trata de una aversión. Por el contrario, si la exposición a la carne provoca un malestar clínicamente significativo (una ansiedad que interfiere con las actividades cotidianas), y se presenta de manera persistente generando la evitación voluntaria e involuntaria de la carne, entonces puede tratarse de una carnofobia.

Posibles causas

Tal como ocurre con otras fobias, un miedo persiste a la carne puede estar provocado por un daño real o percibido asociado con el consumo de dicho alimento. Algunos ejemplos concretos de experiencias que pueden provocar este miedo son los siguientes:

  • Una enfermedad severa, generada inmediatamente después de haber consumido carne.
  • Un viaje traumático a una carnicería o matadero.
  • Un accidente mientras se cocinaba carne.
  • Emociones adversas relacionadas con imágenes a favor o en contra de productos cárnicos.

Lo anterior puede ser la causa de haber desarrollado tanto una fobia como una aversión a la carne, y esto último puede haber generado una posición política sobre el consumo o la industrialización de este alimento, aunque no necesariamente.

¿Es necesario tratamiento?

Todo miedo real o percibido, que sea experimentado de manera persistente y desproporcionada, puede ser tratado mediante una serie de estrategias clínicas. Por ejemplo, la técnica de exposición en vivo, la reestructuración cognitiva, la desensibilización sistemática o estrategias de relajación, entre otras. Todas ellas tienen el objetivo de reducir las experiencias de ansiedad asociadas con el estímulo que las provoca; lo que en última instancia significa que la persona desarrolla un contacto positivo con el estímulo.

No obstante, si el rechazo de la carne se deriva de una elección personal, que no interfiere su vida cotidiana aunque implique una experiencia de aversión, el tratamiento no debe tener por objetivo el consumo de este alimento, sino la búsqueda de alternativas y sustitutos.

Referencias bibliográficas:

  • Rodríguez, U. (2012). Gastrofobias: todos los miedos del mundo de la comida. Recuperado 11 de septiembre de 2018. Disponible en http://www.infonews.com/nota/37358/gastrofobias-todos-los-miedos-del-mundo.
  • Bados, A. (2005). Fobias específicas. Factultat de Psicología. Departament de Personalitat, Avaluaciò i Tractament Psicològics. Universitat de Barcelona.
  • Fear of raw meat? (S/A). Perspecs. Recuperado 11 de septiembre de 2018. Disponible en http://www.perspecsnews.com/read/business/fear-of-raw-meat/rkxnikyGhz/rygKWvyf2f.