Vivir sin miedo: consejos para lograrlo
Miedo. Con este término se identifican diferentes estados de intensidad emocional que van de una polaridad fisiológica, como el temor, la preocupación, la ansiedad o la vacilación, hasta una polaridad patológica como la fobia o el pánico.
Con la palabra miedo expresamos un momento emocional muy fuerte e intenso, provocado cuando existe la percepción de un peligro, real o no. Esta definición indica, por sí misma, que el miedo es una constante en nuestra existencia. Pero… ¿sería posible vivir alejados de esta mala sensación?
¿De dónde nace el miedo?
De acuerdo con la Teoría de Ledoux, los órganos de nuestro cuerpo que son responsables de recoger los primeros estímulos sensoriales (ojos, lengua, etc.) reciben información del entorno y nos indican la presencia o la posibilidad de un peligro. Esta información llega a la amígdala a través dos vías: una directa que viene directamente del tálamo y una más larga que pasa por el tálamo y luego por la corteza para llegar finalmente a la amígdala.
El hipocampo también desempeña un papel importante: él se encarga de hacer comparaciones con nuestras experiencias pasadas y es capaz de proporcionar información contextual sobre el objeto del miedo.
A partir de los resultados de muchos estudios empíricos se ha llegado a la conclusión de que prácticamente cualquier objeto, persona o evento puede en potencia ser experimentado como peligroso y, por tanto, inducir una sensación de miedo. Su variabilidad es absoluta, incluso la amenaza puede ser generada por la ausencia de un evento esperado y puede variar dependiendo del momento.
Los tipos de miedo
El origen del miedo también depende de la clase de miedo de la que se trate en cada momento.
Esencialmente, el miedo puede ser de dos tipos: aprendido (causado por experiencias pasadas, directas o indirectas, que se han demostrado negativas o peligrosas) o innato (como el miedo a ciertos animales, a la oscuridad, a la sangre, etc.) Los factores fundamentales para determinarlo siguen siendo la percepción y la evaluación del estímulo como peligroso o no.
¿Para qué necesitamos sentir miedo?
El miedo es una emoción predominantemente gobernada por el instinto, y tiene como objetivo la supervivencia ante una supuesta situación de peligro; por eso se manifiesta cada vez que hay un posible riesgo que amenaza nuestra seguridad.
Generalmente esto es algo positivo en nuestra vida, así como lo es también el dolor físico, ya que nos informa sobre un estado de emergencia y de alarma, preparando la mente a la reacción del cuerpo que se manifestará probablemente en comportamiento de ataque o de huida. Obviamente, si esta emoción se manifiesta de forma intensa causándonos ansiedad, fobia o pánico, pierde su función fundamental y se convierte en un síntoma psicopatológico.
¡Es una emoción importante!
El miedo tiene una función esencial en nuestra vida, y por ello es importante atenderlo y entenderlo.
Si por un momento pudiéramos borrar los prejuicios y observar el temor desde un nuevo punto de vista, se abriría ante nosotros un escenario denso de significados. Detrás de nuestro propio miedo, inofensivo o incontenible, se esconde su razón de ser: desempeña una función específica que tiene su origen en la historia personal de cada uno de nosotros, o mejor aún, en nuestro inconsciente.
Al mismo tiempo, podemos atrevernos a pensar que el miedo es nuestro aliado y que sirve para mantenernos estables, es decir, para permanecer en una situación de equilibrio mental y físico. Por tanto, podríamos considerarlo como un amigo de confianza que nos protege.
Superar el miedo, vivir sin temor
En este momento sería útil preguntarnos: ¿cómo podemos superarlo y vivir sin miedo?
Ganarle al miedo no significa “borrarlo” ignorándolo totalmente, y tampoco quiere decir que tengamos que rendirnos y entregarnos a él, así como adoptar actitudes de “declaración de guerra" no conducen a ningún resultado positivo.
Más bien, es inevitablemente más ventajoso aceptarlo como si fuera un invitado molesto pero necesario. La aceptación, entonces, es el primer paso. Esto significa admitir tener un temor y también tratar de entenderlo, y seguramente la sola forma racional no es la mejor opción. Comprenderlo significa acogerlo dentro de nosotros, dándole la posibilidad de existir. Siento ese miedo y le hago espacio en mi interior, con el fin de que pueda desempeñar su función, pero al mismo tiempo sé que me sirve también para comprender mejor lo que soy. El miedo a menudo nos revela aspectos de nosotros mismos de los cuales a menudo no somos conscientes.
Cuando ganamos un miedo, significa que nos hemos abierto a una nueva conciencia, hemos hecho nuestros aquellos aspectos de nosotros mismos, y de la vida, que no aceptábamos y que rechazábamos.