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Antropomorfismo: qué es y cómo nos influye


El antropomorfismo consiste en otorgar características o rasgos humanos a objetos, animales o plantas, a entidades que no son humanas.

El propósito de esta proyección es dar tranquilidad y seguridad, lo desconocido o distinto nos puede crear inseguridad o temor. Asimismo, los rasgos humanos captan más nuestra atención, percibiéndolos más cercanos. Vemos la aplicación del antropomorfismo en distintos ámbitos como en los animales; en la religión, para describir los dioses; en la representación de extraterrestres; en la construcción de robots o en la explicación de fenómenos meteorológicos.

En este artículo hablaremos del antropomorfismo y veremos cuál es su relación con el antropocentrismo, qué produce en las personas y cuál es su funcionalidad.

¿Qué es el antropomorfismo?

El antropomorfismo consiste en otorgar cualidades humanas a animales, plantas, objetos… Es decir, describir con características propias de las personas a seres vivos u objetos que no lo son. Esta humanización del entorno que nos rodea se hace con la intención de proporcionarnos tranquilidad al describir y presentar algo como conocido, similar a nosotros, ya que de lo contrario lo que no podemos explicar o desconocemos nos genera malestar e inquietud.

Esta proyección de rasgos humanos es habitual durante la infancia, disminuyendo con la edad, aunque como hemos apuntado también puede hacerse presente en la adultez. Vemos pues cómo el antropomorfismo es típico entre los humanos, es decir, que mostramos esta tendencia a humanizar nuestro entorno. Por ejemplo, otorgamos sentimientos o actuaciones propias de las personas a animales o incluso le damos vida a objetos que realmente no la tienen.

Relación entre antropomorfo y antropocéntrico

Ambos términos tanto antropomorfo como antropocéntrico hacen referencia al hombre, dado que comporten el prefijo “antropo”. Aunque el significado total de los conceptos es distinto, antropomorfo significa “forma de hombre” y antropocéntrico “el centro es el hombre”, los dos términos se relacionan, ya que en ambos casos vemos una tendencia a dar mayor importancia al hombre y a colocar al ser humano como ser central.

Es común que los seres humanos nos consideremos los seres con mayor superioridad o al menos actuemos como tales. Por esta razón y, ya que percibimos el mundo desde nuestra vivencia como personas, es fácil que valoremos o describamos nuestro entorno con los rasgos propios de nuestra especie.

Como hemos dicho, esta acción nos da tranquilidad y nos proporciona mayor seguridad, no entendemos la vida sin estas características que nos pertenecen, así es común que cuando debemos describir, por ejemplo, animales, usamos expresiones como “está contento” o “sonríe”, incluso es habitual ver dibujos animados para niños que muestran animales con rasgos físicos humanos como dedos o habilidades humanas como poder hablar.

Los dos conceptos dan prioridad y conciben y entienden el mundo desde la visión del hombre, poniendo a los seres humanos en el centro. Esta concepción también nos recuerda a la visión geocéntrica del sistema solar cuando creíamos que todos los planetas, incluso el sol, giraban alrededor de la tierra, reforzando así su creencia de la superioridad e importancia de las personas, aunque actualmente sabemos que este modo de sistema solar no es correcto.

¿Qué produce la concepción antropomórfica?

Otorgar rasgos humanos a nuestro entorno es algo que hacemos de manera inconsciente, siendo difícil de controlar, ya que el ser humano no entiende el mundo sin él mismo. Por tanto, al estar acostumbrados a utilizar ciertas expresiones o conductas, es fácil que nos refiramos del mismo modo utilizando los mismos términos para todo lo que nos rodea. Este hecho crea en nosotros una distorsión cognitiva, un modo de entender o ver el mundo que nos rodea distinto a la realidad.

Como ya hemos dicho, hacerlo da esta seguridad y tranquilidad, ya que nos permite explicar cosas o dar sentido a sucesos que si no, nos costaría comprender, y si hay algo que los seres humanos no soportamos es no saber el porqué de las cosas o la falta de explicación o información sobre un hecho. Este antropomorfismo se ve aplicado en muchos ámbitos; por ejemplo solemos tratar a nuestras mascotas o animales como si fueran humanos, les otorgamos características propias y actuamos con ellos como si de otra persona se tratara, incluso podemos llegar a hablarles.

Asimismo, en el ámbito natural también se ha utilizado el antropomorfismo. Por ejemplo, al hablar del mar podemos decir que está en calma o furioso. Del mismo modo, utilizamos la descripción propia de los humanos para explicar sucesos que no entendemos o nos falta información. Vemos como la representación de un ser superior, de un dios la realizamos utilizando características que nos pertenecen, tanto físicas como psicológicas. En la religión cristiana es habitual representar a dios como un hombre describiendo como alguien bueno, que nos cuida, que nos protege y vigila, refiriéndose a él como padre.

Características del antropomorfismo

Ante la falta de conocimiento o información, como puede ser las creencias en dioses, vemos cómo desde siempre se ha representado la naturaleza con rasgos humanos, observándose así la tendencia a dar explicación a algo que desconocemos o no podemos conocer 100%. Igual sucedía cuando nuestros antepasados intentaban explicar sucesos que se les escapaban de su entendimiento como podía ser la lluvia o el aire, se daban explicaciones propias de conductas humanas como es el llanto de los dioses o son los dioses que están soplando.

Aunque actualmente conocemos el motivo de su aparición, y, por tanto, no es tan habitual utilizar el antropomorfismo, estas explicaciones como las de la tormenta o del viento se siguen utilizando en ocasiones para explicar fenómenos a los niños cuando no pueden entender explicaciones más complejas.

Otro ejemplo de antropomorfismo podemos percibirlo en la construcción de robots. Actualmente, con el desarrollo de la tecnología hemos sido capaces de crear máquinas, utilizando características propias de los seres humanos tanto físicamente como psicológicamente, pretendemos alcanzar el máximo parecido entre ambos.

También vemos el uso del antropomorfismo para representar lo desconocido al hacer descripciones de los extraterrestres. Estos seres que habitan fuera de la tierra pueden tener cualquier forma y actuar de cualquier modo, pero al representarlos en películas o imágenes percibimos la tendencia a utilizar rasgos humanos como dos piernas, dos brazos, ojos, cabeza e incluso les otorgamos la capacidad de hablar o emociones, como vimos en la películas de E.T. el extraterrestre. Cuesta imaginar seres que no sean similares a nosotros, y hacerlo nos puede provocar temor.

¿Cómo nos afecta el antropomorfismo?

Como ya hemos visto, el antropomorfismo nos puede generar una distorsión de la realidad, es decir, percibir el mundo que nos rodea de un modo menos objetivo. Si somos conscientes de ello, no tiene por qué valorarse como algo malo. Es decir, el antropomorfismo no supone una alteración ni repercute en la funcionalidad de la persona, pero sí que puede ser útil conocer este efecto y que mostramos esta tendencia para así ser más conscientes de la realidad y que no todo es tan similar a nosotros, que no todo gira en torno al ser humano, que hay características distintivas igual de válidas que las nuestras.

En ocasiones, cuando la intención es ser objetivos, conocer realmente el mundo, debemos evitar esta concepción. Por ejemplo, al estudiar y conocer los animales debemos procurar no otorgarles rasgos humanos y ser conscientes de su naturaleza animal que les hace únicos y distintos a nosotros, definirlos sin utilizar vocablos humanos, este es el mejor modo de ser más fiel a la realidad.

Pese a no ser una conducta recomendada para el conocimiento del mundo real, sí que se ha visto útil en algunas ocasiones, puesto que a fin de cuentas no es malo para los humanos. El trato de las mascotas como humanos (o más bien el otorgarles rasgos humanos) puede ayudar a las personas que se sienten solas a sentirse más acompañadas.

No nos confundamos, no queremos decir que la relación con los animales sea sustitutoria de la relación con otras personas, puesto que estas no son equivalentes, pero sí que puede ayudar a disminuir la necesidad de relación social que los humanos tendemos a mostrar dada nuestra condición de seres sociables.

De igual forma, el recurso del antropomorfismo en las pinturas, la literatura o los audiovisuales también se utiliza con frecuencia, y puede dar mayor riqueza a estas obras de arte; permite conectar mejor con las personas, llamarles más la atención, porque como hemos visto, al final, los rasgos humanos son los que captan más nuestra atención ayudándonos a sentirnos más cercanos a la obra artística, animal o ser superior.