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Parkinson: causas, síntomas, tratamiento y prevención


El Parkinson es la enfermedad neurodegenerativa más habitual después del Alzheimer. Se calcula que aproximadamente un 1% de las personas mayores de 60 años sufren este trastorno.

Aunque se cree que la enfermedad de Parkinson tiene causas genéticas y por tanto difícilmente se puede prevenir o curar, existen tratamientos capaces de aliviar sus síntomas y retrasar el deterioro físico y cognitivo que conlleva, en especial medicamentos como la levodopa.

¿Qué es la enfermedad de Parkinson?

La enfermedad de Parkinson afecta a las regiones del cerebro que producen dopamina, un neurotransmisor que permite los movimientos voluntarios y precisos (finos) además de otras funciones no relacionadas con la motricidad.

Los síntomas principales de esta enfermedad, descrita por James Parkinson en 1817, incluyen los temblores en reposo, la rigidez muscular y la afectación del habla y de la marcha.

El Parkinson suele iniciarse entre los 50 y los 60 años, aunque no es infrecuente que empiece a partir de la década de los 30. El curso de esta enfermedad es crónico y normalmente provoca incapacidad severa en la persona que la sufre al cabo de unos 10 años.

Si bien algunos tratamientos pueden aliviar los síntomas, una vez desarrollada la enfermedad de Parkinson no tiene cura.

Causas de esta patología

Los síntomas del Parkinson son consecuencia de la degeneración de estructuras cerebrales subcorticales. La destrucción de neuronas dopaminérgicas de los ganglios basales, especialmente de la región conocida como “sustancia negra”, dificulta múltiples funciones cognitivas y motoras.

Las causas de la enfermedad de Parkinson son desconocidas. Se sabe que existe un componente genético, ya que un 15% de las personas diagnosticadas tienen familiares cercanos que también sufren o han sufrido este trastorno.

El desarrollo de Parkinson probablemente se deba a la combinación de mutaciones en varios genes. La exposición a algunas toxinas, como las presentes en pesticidas, herbicidas y metales pesados, se considera también un factor de riesgo, si bien la importancia de estos factores ambientales parece menor que el de los genéticos.

Síntomas

Los primeros síntomas de la enfermedad de Parkinson suelen incluir ligeros temblores que se intensifican de forma progresiva. Lo mismo sucede con el resto de síntomas, que se relacionan también con el movimiento.

Otros de los signos tempranos son la rigidez de los brazos al caminar, las dificultades para articular sonidos y la falta de expresividad facial (la “cara de máscara” característica de esta enfermedad).

Posteriormente todos estos síntomas empeorarán al aumentar el grado de afectación cerebral, evolucionando en muchos casos hasta el diagnóstico de demencia causada por la enfermedad de Parkinson.

1. Temblores de reposo

Los temblores de reposo son lentos y amplios y se producen en una parte del cuerpo que no está realizando ningún movimiento. Son muy característicos de la enfermedad de Parkinson, hasta el punto de que en muchos casos se los denomina “temblores parkinsonianos”.

Normalmente empiezan en una de las manos, pero a medida que la enfermedad avanza se generalizan a los dos brazos y puede llegar a afectar también a las piernas y la cabeza.

En general los temblores de reposo se dan junto con rigidez muscular y lentitud motora, y se producen en menor medida durante los movimientos voluntarios.

2. Rigidez muscular

El aumento del tono muscular que se produce como consecuencia de la enfermedad de Parkinson da lugar a su vez a rigidez en los músculos, que limita los movimientos y provoca dolor.

Es característica del Parkinson la que conocemos como “rigidez en rueda dentada”, consistente en que cuando otra persona mueve las extremidades afectadas del paciente éstas se van deteniendo, mostrando una resistencia excesiva, como si hubiese algo que traba las articulaciones. Sin embargo, el problema no está en las articulaciones, sino en los patrones de activación muscular que ordena el sistema nervioso en tiempo real.

3. Bradicinesia (lentitud motora)

La enfermedad de Parkinson dificulta progresivamente los movimientos, sobre todo los de las extremidades. Esto disminuye la capacidad para llevar a cabo tareas manuales sencillas, que cada vez se realizan con mayor lentitud. También hace que resulte más difícil incorporarse y caminar.

Por otro lado, las dificultades causadas por estas dificultades motoras también hacen que exista poca disposición a moverse, por lo que a los síntomas motores se le añade un efecto psicológico que se solapa con lo anterior.

4. Pérdida de movimientos automáticos

La afectación de los ganglios basales provoca una progresiva pérdida de los movimientos automáticos en las personas con Parkinson. Esto se manifiesta en la ausencia de parpadeo, sonrisa y balanceo de brazos al andar.

5. Problemas de postura y de equilibrio

En la enfermedad de Parkinson los reflejos posturales se van afectados, dando lugar a una postura encorvada y flexionada que a su vez provoca falta de equilibrio o inestabilidad postural, facilitando las caídas y haciendo más difícil el desplazamiento. Además, en el caso de las caídas, evitar caer al suelo con todo el peso y después levantarse también cuesta más.

6. Afectación de la marcha

Una de las consecuencias más visibles de los problemas motores que hemos mencionado son los cambios en la marcha. Las personas con Parkinson normalmente dan pasos más cortos, arrastran los pies y mueven menos los brazos al andar.

Las dificultades se producen en todas las fases de la marcha, de modo que no sólo se complica el hecho de caminar, sino que también disminuye la capacidad para iniciar la marcha, para girar y para pararse.

7. Dificultades en el habla

Algunos de los problemas del habla más habituales en los casos de Parkinson son la disminución del volumen y las dificultades para pronunciar, derivadas de afectaciones motoras en los órganos articulatorios.

Asimismo la prosodia se altera, el habla se puede acelerar (taquifemia) y se pueden repetir compulsivamente algunas palabras y frases (palilalia). Estos síntomas parecen ser más frecuentes en los casos en que la enfermedad de Parkinson cursa con demencia.

Como consecuencia, la vida social de la persona se ve dañada, y en ocasiones la predispone a buscar el aislamiento.

8. Demencia

Las alteraciones que provoca el Parkinson en el encéfalo pueden hacer que se desarrolle una forma de demencia específica de esta enfermedad.

La demencia se diagnostica en un 20-60% de casos de Parkinson, aunque en el resto también puede producirse un grado inferior de deterioro cognitivo. La demencia causada por la enfermedad de Parkinson es especialmente probable si el paciente es un varón, su edad es avanzada, el inicio de su trastorno ha sido tardío o no responde bien a la medicación.

En comparación con la enfermedad de Alzheimer, la causa más habitual de deterioro cognitivo grave, en la demencia por Parkinson las alteraciones motoras tienen mayor relevancia al inicio. Esto se debe al déficit de dopamina propio del Parkinson. Por el contrario, los síntomas cognitivos son más intensos en las fases iniciales del Alzheimer.

No obstante, a medida que el deterioro parkinsoniano avanza aumentan los síntomas cognitivos como la pérdida de memoria y los delirios. Los distintos tipos de demencia se diferencian menos entre ellos cuando se encuentran en fase avanzada.

Prevención y tratamiento

No está claro si se puede prevenir la aparición de esta enfermedad. Algunos estudios sugieren que el consumo de cafeína y de té verde reduce el riesgo de Parkinson.

Además se ha relacionado la práctica de ejercicio aeróbico de intensidad moderada en la edad adulta con una menor probabilidad de desarrollar esta enfermedad en la vejez. No obstante por el momento no se ha podido confirmar la eficacia preventiva del deporte, y lo mismo sucede con la cafeína y el té verde.

Una vez se ha desarrollado la enfermedad de Parkinson sus síntomas se pueden aliviar utilizando distintos tipos de tratamiento. El manejo de este trastorno se lleva a cabo principalmente con medicación que aumenta los niveles de dopamina en el organismo.

La levodopa es el fármaco más usado para tratar el Parkinson, sobre todo en sus fases iniciales. Este compuesto incrementa la concentración de dopamina. A medida que avanza la enfermedad la levodopa puede perder efectividad, en cuyo caso se sustituye por agonistas de la dopamina como el pramipexol y el ropinirol.

Otras formas de tratamiento, como la cirugía, resultan menos eficaces que la levodopa y fármacos similares. El ejercicio físico y las técnicas de relajación también ayudan a mantener la movilidad en mayor medida, retrasando el progreso de la enfermedad de Parkinson.