¿Qué son las dendritas de las neuronas?
Las diferentes partes de las neuronas nos dicen mucho acerca de cómo funcionan estas pequeñas células del cerebro.
Los axones neuronales, por ejemplo, con su forma alargada similar a un cable permiten que la electricidad viaje por ellas, independientemente de si van acompañadas o no por las vainas de mielina. Las dendritas, a su vez, cumplen otra función que veremos ahora.
¿Qué son las dendritas y cuál es su función?
Las dendritas son partes de las neuronas que se encuentran repartidas por todo el cuerpo, es decir, tanto en el cerebro y la médula espinal como en aquellas que están en los ganglios, los órganos internos, los músculos, etc.
En concreto, las dendritas son pequeñas ramificaciones que salen del cuerpo celular (la parte de la neurona en la que se encuentra el núcleo de la célula). En comparación con el axón, las dendritas suelen ser más cortas y finas, de manera que terminan más cerca del cuerpo celular.
Además, por la superficie de las dendritas hay aún otra clase de prolongaciones microscópicas. Se trata de unas pequeñas formaciones llamadas espinas dendríticas, que son, a su vez, los lugares en los que las dendritas cumplen con su principal función, tal y como veremos.
Las espinas dendríticas y las sinapsis
Desde la época del famoso neurólogo español Santiago Ramón y Cajal, se sabe que las neuronas son pequeños cuerpos relativamente independientes, es decir, que hay una separación entre ellos. Una parte de este espacio que separa a las neuronas entre sí son los llamados espacios sinápticos, que son los puntos por los que estas células nerviosas se pasan información mediante unas sustancias llamadas neurotransmisores.
La función de las dendritas en general, y de las espinas dendríticas en particular, es la de hacer de principal toma de contacto de los neurotransmisores que llegan desde fuera. Es decir, que las espinas dendríticas actúan como terminales a las que llegan los estímulos de la otra neurona que manda neurotransmisores a través del espacio sináptico. Gracias a esto es posible que se establezca la transmisión de impulsos nerviosos que permite el funcionamiento no solo del cerebro, sino de todo el sistema nervioso, dado que hay neuronas repartidas por todo el cuerpo.
Por otro lado, el potencial que tiene el cerebro a la hora de adaptarse a las circunstancias (por ejemplo, aprendiendo de la experiencia) también es posible gracias al trabajo de las dendritas. Son estas las que regulan las posibilidades de que dos células nerviosas entren en contacto con más o menos frecuencia, así que deciden la "ruta" que toman los impulsos nerviosos.
Con el paso del tiempo, el grado de afinidad que van ganando las dendritas de una neurona con los terminales de otra hace que se cree una vía de comunicación habitual, hecho que afecta, aunque sea mínimamente, al progreso de las operaciones mentales que se van llevando a cabo. Por supuesto, ese efecto multiplicado por el número de sinapsis que hay en el sistema nervioso no es mínimo, y no solo afecta al funcionamiento del encéfalo y del resto del sistema, sino que es, en sí mismo, la base de este.
En la superficie de las espinas dendríticas hay una serie de estructuras llamadas receptores que se encargan de captar ciertos tipos de neurotransmisores y de activar un mecanismo concreto. De este modo, un neurotransmisor como por ejemplo la dopamina llegará a un receptor compatible con él y hará que este active un proceso en la neurona receptora.
Su rol en la comunicación del cerebro
Si los axones son los encargados de hacer que los impulsos nerviosos viajen a través de dos puntos del sistema nervioso, las dendritas son las encargadas de captar las sustancias químicas que salen desde la punta de los axones y de hacer que estas señales químicas se transformen o no en impulsos eléctricos, aunque este proceso también se puede iniciar en el cuerpo de la neurona.
Es decir, que es en las dendritas y en el cuerpo neuronal donde nacen las señales eléctricas (también llamadas potenciales de acción) que recorren las neuronas y que terminarán en la punta de los axones, haciendo que esta parte de la neurona libere sustancias químicas. Cuando la cantidad adecuada de neurotransmisores llegan a las dendritas, se produce la despolarización, que es el proceso que genera impulsos nerviosos.
Las dendritas son muy sensibles a las más ligeras variaciones en el tipo y cantidad de neurotransmisores que recogen, y eso hace que dependiendo de las sustancias químicas que detecten inicien uno u otro patrón de impulsos eléctricos, o que directamente no se genere una señal eléctrica, si se cumplen condiciones.
Eso significa que no es necesario que las dendritas no recojan ningún neurotransmisor para que no produzcan un impulso eléctrico; esto también puede ocurrir si captan una cierta cantidad de un tipo concreto de sustancias químicas. Es por eso que algunos psicofármacos actúan sobre las dendritas de las neuronas, para hacer que estas no generen señales eléctricas tal y como lo harían si no fuese por el efecto de este principio activo.
En definitiva, las huellas moleculares que las experiencias vividas van dejando en las dendritas y en los terminales de las neuronas son la base del funcionamiento del sistema nervioso y su capacidad de hacer que su actividad vaya variando de forma dinámica. A la vez, son una parte fundamental del proceso de gestión de los recuerdos, que son patrones impresos en esas huellas moleculares con los que trabaja la célula nerviosa.