Psicología de la Música, la asignatura pendiente
Arte, entretenimiento, profesión, negocio… La música es una parte muy significativa de nuestra sociedad y, siendo una asignatura tradicionalmente infravalorada en nuestras escuelas, no hemos dudado en construir un entorno de educación formal muy poderoso en torno a esta disciplina.
Escuelas, academias, conservatorios y demás están destinados a llenar el vacío que la música deja en la en el sistema educativo y, según cuáles sean las aspiraciones del estudiante, puede elegir desde una formación más casual o recreativa hasta otra más reglada y orientada hacia el ámbito profesional.
Sin embargo, llegados a cierto nivel de especialización, encontramos una cada vez mayor exigencia en la ejecución, que conlleva un creciente número de horas de clases y ensayos, y aquello que empezó como un hobby o la asignatura pendiente de la escuela, pasa a convertirse en un deporte de alto rendimiento. Como tal, puede implicar todos aquellos riesgos asociados a nivel psicológico que encontramos en todo deporte.
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Las exigencias de la formación en música
Por una parte, un estudiante de música suele tener que, por necesidad, combinar su formación musical con su formación académica y no nos engañemos: la formación musical no es un complemento, sino que involucra tanta exigencia o más que una carrera universitaria (o mucha más, en el caso de algunas carreras), y aún se tiene que escuchar eso de “estudias música… ¿y qué más?”.
Y es que, dedicar tantísimo esfuerzo y tiempo a la música en un mundo que nos insta a “no despistar” nuestra “verdadera” formación, unido a la tremenda exigencia y competitividad de algunos centros, implica un altísimo riesgo para la motivación intrínseca, es decir, para poder orientar nuestra conducta hacia la música simplemente porque nos gusta, lo que tiene como consecuencia que muchos estudiantes abandonen antes de tiempo, quedándose en el camino mucho talento, y muchos otros continúen pudiendo desarrollar otro tipo de malestares.
Gestionar el estrés y la ansiedad
En primer lugar, la exigencia de un rendimiento y dedicación superior al que cada uno considere como “normal”, puede llevar al estado mental que conocemos como estrés. El estrés es una respuesta adaptativa del organismo ante una situación de cambio en el entorno o de máxima exigencia, pero que sin la adecuada gestión, puede extender durante más tiempo del que la evolución había calculado, y traer consigo ciertas consecuencias psicológicas (trastornos de ansiedad, depresión) y fisiológicas (indigestión, tensión muscular, dolores de cabeza, de espalda, etc.).
Una de las consecuencias psicológicas del estrés es la ansiedad, caracterizada por pensamientos involuntarios como arrepentimientos (“debía haber estudiado más”, “cometí un error demasiado grave”) o expectativas pesimistas (“me voy a equivocar en esta parte”, “voy a suspender”, “quiero que acabe cuanto antes”) que tienden a estar inter relacionados con reacciones físicas (temblores, sudoración, taquicardias…).
Lo más irónico es que este estado, en altas dosis, es muy perjudicial a la hora de conseguir un alto rendimiento al desempeñar cualquier tarea, especialmente si es tocar una pieza en público cuando nos estamos jugando un título, pero lo más descorazonador es que aquello que antes nos apasionaba haya dado paso a esos sentimientos tan negativos.
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Los progresos en psicología de la música
Es esta situación la que ha llamado la atención de los psicólogos sobre este medio, y aunque la mayor parte del trabajo ha consistido, al menos en España, en investigar aquellos métodos óptimos para la enseñanza y el aprendizaje de la música (aprendizaje constructivo vs directivo), cada vez son más los centros interesados en el entrenamiento mental de sus jóvenes músicos, una variable que tradicionalmente se había dejado al azar y había servido como una suerte de selección natural tautológica en los conservatorios (“si no puedes soportar esto, es que no vales para la música”).
Hoy cada vez se alzan más voces para decir que no, que estas variables sí que son susceptibles de ser entrenadas. Así, existen ciertas técnicas orientadas al mantenimiento de la motivación intrínseca, basadas en el trabajo con objetivos y la percepción de autoeficacia, técnicas para combatir la ansiedad, como respiración y relajación en la búsqueda de ese nivel óptimo de activación o técnicas para manejar esa presión que sí, siempre va a existir, pero está en nuestra mano regularla, y podemos hacerlo a través de técnicas como la exposición o la reestructuración cognitiva, todo ello con el objetivo final de optimizar la experiencia y el rendimiento de no solo nuestros músicos, sino también nuestros bailarines, actores y todos aquellos integrantes de las artes escénicas.
Por último, recalcar que cada día se hace más notoria la importancia del trabajo del psicólogo en el entrenamiento mental del músico. En un mundo tan competitivo como es la música, el factor mental puede marcar la diferencia en la carrera musical de un profesional.
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