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5 ejercicios de escucha activa para entrenar esta habilidad


Solemos dar por hecho que sabemos escuchar. Consideramos que por el simple hecho de saber hablar también sabemos escuchar y que las conversaciones son meras transacciones de compartición de información.

Oír implica recibir estímulos sonoros, pero esto no significa que comprendamos o nos demos cuenta del todo de qué nos está diciendo nuestro interlocutor. Ya sea porque nos distraemos o porque pensamos en otras cosas, puede que nos estén diciendo cosas y simplemente no nos llegan a la mente.

La escucha activa implica no solo oír lo que nos dicen, sino también comprenderlo, retenerlo y seguir el hilo de la conversación. Esta habilidad se puede poner en práctica y, por ello, a continuación vamos a ver unos cuantos ejercicios de escucha activa.

¿Es posible entrenar la escucha activa mediante actividades?

¿Crees que sabes escuchar? Veámoslo. A continuación te planteamos unas cuantas preguntas y te pedimos que, por favor, las respondas de la forma más sincera posible. Piensa en cuando te encuentras en una conversación con un amigo o un familiar, situación en la que tienes que escuchar a la otra persona:

  • ¿Piensas en tu respuesta mientras el otro sigue hablando?
  • ¿Supones lo que va a decir antes de que lo diga?
  • ¿Le cortas para dar tu punto de vista o para terminar sus frases?
  • ¿Desconectas o te distraes pensando en otros temas?
  • ¿Reaccionas con impulsividad ante ciertas palabras?

Si has contestado de forma afirmativa a más de tres de estas preguntas, entonces te recomendamos y mucho seguir leyendo.

Definimos a la escucha activa como la habilidad para escuchar el mensaje que nos da nuestro emisor, haciendo un esfuerzo consciente y voluntario para prestar atención, siguiendo el hilo de la conversación y entendiendo de forma profunda qué es lo que nos está diciendo. No se trata solo de oír las palabras que nos está diciendo, reteniéndolas en la memoria de trabajo, sino comprendiendo el mensaje completo.

Para conseguir poner en práctica esta habilidad es necesario poner en el foco de nuestra atención a la persona con quien estamos manteniendo una conversación, evitando cualquier distracción además de evitar tratar de formular argumentos en contra mientras la otra persona todavía está hablando. No es posible comprender todo lo que nos dice si nos distraemos pensando en cómo lo vamos a replicar, porque de hacerlo empezamos a ignorar parte del mensaje que nos está tratando compartir.

Para poder desempeñar el rol de oyente activo es necesaria mucha concentración y determinación. Esto es complicado, pero no imposible, porque si bien romper con los viejos hábitos es difícil y trabajar conscientemente la evitación de distracciones es un auténtico reto, conseguir prestar la máxima atención a quien nos está compartiendo sus pensamientos, emociones y opiniones es perfectamente alcanzable, siempre y cuando pongamos en práctica la escucha activa.

En general, podemos decir que la práctica de la escucha activa se centra en cinco aspectos a tener en consideración:

  • Prestar verdadera atención
  • Demostrar que se está escuchando
  • Proporcionar retroalimentación
  • No hacer juicios de valor mientras se escucha.
  • Responder apropiadamente.

La escucha activa nos sirve para ser mejores comunicadores. Además, al escuchar mejor lo que los demás nos dicen conseguimos crear un ambiente más positivo, evitando los malentendidos y reduciendo la posibilidad de que se den situaciones incómodas como, por ejemplo, que nos tengan que repetir una y otra vez lo que ya nos han dicho.

A nadie le gusta que, después de haber dado su discurso, la persona que se suponía que le estaba escuchando no haya entendido absolutamente nada de lo que le ha dicho. La escucha activa es una muestra de respeto y aprecio.

Escucha activa

Ejercicios de escucha activa para comunicarte mejor

A continuación veremos cinco ejercicios de escucha activa ideales para mejorar esta habilidad:

1. Visualización de una conversación

El primero que presentamos es individual. Puede parecer extraño que exista un ejercicio de escucha activa que se pueda hacer sin nadie más, pero lo cierto es que es la mejor manera de practicar antes de encontrarse en una situación interpersonal real en la que necesitemos hacer gala de una buena capacidad de escucha. Este ejercicio es ideal para hacer un simulacro de escucha activa.

Imagínate que quieres contarle a otra persona cómo pasaste el día de ayer (piensa en lo que hiciste y piensa a quién se lo quieres contar). Una vez ya hayas decidido el tema y la persona, sigue adelante. Ahora, imagínate cómo se lo estás contando, en qué detalles te estás parando más porque te gustaría incidir en ello, qué aspectos quieres contar en profundidad.

Pongamos que ha estado atento o atenta a lo que le contabas durante todo este rato, mirándote y sonriéndote, haciendo gestos de acuerdo a la información que le decías como sorpresa ante detalles inesperados o tristeza ante datos desafortunados. Te ha dejado todo el tiempo del mundo para que puedas explicarle con pelos y señales lo que le querías expresar.

Ahora nos imaginaremos justo la situación contraria. La persona se muestra de forma muy diferente, cortándote cada vez que dices tres palabras e interrumpiéndote constantemente. Te da consejos sin que tú se los hayas pedido e, incluso, cambia de tema y te cuenta su punto de vista.

¿Cómo te sientes? ¿Qué tipo de comportamiento preferirías?

Este es un ejercicio que, aunque en solitario y mental, es muy bueno para poner en práctica la empatía, aquello que sentirían otras personas si les hiciéramos lo mismo que nos ha pasado con el segundo escenario.

2. El autobús

El juego del autobús es una actividad clásica usada para romper el hielo en casas de colonias o talleres de práctica de emociones. La consigna es sencilla, pedirles a los asistentes que escuchen con atención la historia que a continuación les vas a contar y que, al final, les harás una pregunta:

“Imagina que conduces un autobús. Al principio el autobús está vacío. Al llegar la primera parada se suben cinco personas. En la siguiente parada se bajan tres personas del autobús y dos suben (Generalmente, al oír esta frase los asistentes comienzan a hacer cálculos matemáticos de cuántos pasajeros hay en el vehículo). Más tarde, se suben diez personas y se bajan cuatro. Por último, al final de la línea se bajan otros cinco pasajeros”

La pregunta es: ¿Cuál es el número de pie que calza el conductor del autobús?

Al hacerse esta pregunta lo normal es que los oyentes se queden pillados, diciendo que es imposible conocer la respuesta. Si se da este caso, se debe repetir de nuevo el enunciado, tantas veces como el dinamizador vea necesario hasta que los participantes den con la respuesta a la que sólo llegarán si escuchan atentamente el ejercicio.

La respuesta es en realidad bastante sencilla (y graciosa): “Tú eres el conductor del autobús, así que tú sabrás cual es tu número de calzado”

3. El ciego

Otra actividad grupal que podemos poner en práctica es el juego del ciego. En este ejercicio se dividen a los asistentes en dos equipos, haciendo que cada equipo elige entre sus miembros a una persona que actuará haciendo de “ciego”.

La actividad consiste en hacer que el ciego, quien tendrá los ojos vendados, vaya de un lado a otro de la sala o del campo donde se haga el ejercicio tratando de esquivar una serie de obstáculos como por ejemplo mesas, sillas, colchonetas… Para poder esquivarlos sin hacerse daño ni chocar deberá estar pendiente de las instrucciones que le dé sus compañeros.

El dinamizador cronometará cuánto tiempo tarda cada equipo en conseguir que su ciego llegue a la meta, aunque realmente esto no es el objetivo principal de la actividad. El objetivo principal es conseguir que el que hace del rol de ciego ponga en práctica la escucha activa, prestando mucha atención a lo que sus compañeros le dicen sin distraerse.

4. Escucha selectiva

Otro ejercicio muy interesante es el de la escucha selectiva. Para esta actividad vamos a dividir al equipo en dos grandes grupos, uno A y otro B. El grupo A será subdividido en A1 y A2 y les vamos a contar una historia corta a la que deberán prestar mucha atención porque les vamos a pedir dos consignas distintas.

La historia puede ser la que sea, y las consignas también, siempre y cuando sean distintas. Por ejemplo, al grupo A1 le podemos pedir que nos cuente el número de veces que decimos la palabra “la”, mientras que al grupo A2 le podemos pedir que nos cuente cuántas veces decimos “una”. Un ejemplo de historia sería la siguiente:

“Hace tiempo había en una aldea una niña de pelo moreno y con una capucha roja a la que su madre le dijo que llevara una cesta de comida. La niña cogió la cesta y se fue feliz por el bosque, caminando por el camino que la llevaba a casa de su abuelita. Por el camino se encontró un lobo que intentó comérsela, pero la niña pudo huir, llegando a casa de su abuelita y dándole la cesta porque tenía mucho hambre”

Mientras el grupo A1 y A2 están pendientes de cuántos “la” y “una” aparecen en la historia, está el otro grupo, el B. A este grupo solo le hemos pedido una cosa: que escuchen la historia atentamente, nada más. No le pedimos que se fijen en nada concreto, simplemente que estén atentos mientras contamos el cuento.

Una vez que hemos acabado de contar el cuento, hacemos preguntas relacionadas con lo que les acabamos de decir. Entre estas preguntas podríamos decir “¿de qué color era el cabello de la niña?” o “¿qué había en la cesta?”. Aquí veremos diferencias entre los grupos A y B.

Los del A, quienes habrán estado pendientes de las palabras que les hemos dicho que contarán, es bastante probable que no se hayan fijado de qué iba la historia mientras que los del B, que solo les hemos pedido que escucharan, les resultará más fácil responder a estas preguntas.

Aquí vemos las diferencias entre hacer una escucha selectiva, que se correspondería con lo que han hecho los del grupo A, y haber aplicado la escucha activa, que sería el caso del grupo B.

5. Cuéntame tu historia

Esta actividad se hace por parejas. Cada uno de los miembros contará al otro una historia de manera resumida, haciendo mucho hincapié en detalles y eventos importantes y significativos para quien los cuenta. Después, cada miembro de la pareja presentará a su compañero y tratará de contar la misma historia que él le contó, tratando de recordar los detalles y aspectos destacados.

Una vez finalizado este primer paso, habiendo contado todos sus historias, se hará un debate y habrá una ronda de preguntas:

  • ¿Has sentido que tu compañero te ha escuchado y entendido?
  • ¿Cómo te has sentido cuando has contado tu historia y tus sentimientos?
  • ¿Cómo te has sentido cuando te tocó contar la historia de tu compañero y reflejar sus emociones?
  • ¿Qué ha sido más difícil: repetir o reflejar? ¿Por qué?
  • ¿Qué es lo más importante para ti del mensaje?
  • ¿Qué aprendes de esta experiencia?

Esta actividad pretende entrenar la atención, poniendo el foco en lo que se dice y en la emoción que acompaña al explicar historias ajenas. También nos permite entrenar nuestra empatía al tratar de explicar de forma respetuosa lo que los demás nos han confesado.