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Síndrome del salvador: qué es, síntomas y posibles causas


Idealmente, las relaciones humanas se deben basar en la reciprocidad. Ya sea con la pareja, amigos o familiares, todos nos debemos apoyar, cuidar y ayudar. Unas veces, somos nosotros quienes ayudamos, y otras son los demás que nos ayudan a nosotros. Esta mentalidad es fundamental para que el tejido social funcione, cosido con altruismo.

Sin embargo, hay personas que llevan esto al extremo. No es que no ayuden, sino que ayudan tanto que no dejan a los demás ser autónomos ni independientes, mientras que a su vez ellos mismos se sacrifican tanto que descuidan sus intereses, deseos y voluntades. Su ansia por ser salvadores de los demás cae en lo patológico.

Aquí hablaremos del síndrome del salvador, una condición que se manifiesta en forma de relaciones de excesiva dependencia, de apoyo y altruismo unidireccional que perjudica tanto al ayudado como el que ayuda.

¿Qué es el síndrome del salvador?

Hacer cosas por los demás es fundamental para nuestra especie y se podría decir que el altruismo es lo que cose al tejido social. Los seres humanos somos animales gregarios, que viven en sociedad, y para que tal sociedad funcione es necesario que nos ayudemos los unos a los otros. Esta idea toma una forma mucho más concreta con nuestras relaciones más directas, como por ejemplo nuestra pareja, familiares, amigos, hijos… Con ellos se ve claro y práctico lo de “hoy por ti, mañana por mí”.

Las relaciones humanas se basan en la reciprocidad de ayuda mutua. De hecho, es gracias a esta idea de ayudarse los unos a los otros que nuestra especie ha podido sobrevivir a lo largo de su historia. Ofrecer ayuda desinteresada a los demás hace que las personas ayudadas sean más propensas a ayudarnos en futuras situaciones de necesidad. El altruismo, aplicado especialmente a nuestro grupo más cercano, supone protección y previene posibles peligros.

Sin embargo, hay personas cuyo comportamiento va más allá del altruismo y el simple deseo de querer ayudar a sus seres queridos. Estas personas asumen la responsabilidad de ayudar a los demás continuamente, solventándoles todos sus problemas hasta tal punto de que olvidan sus propias necesidades. Este ansia de ser el salvador de los demás en realidad no ayuda en lo personal pues, su intento de apoyar y proteger a otras personas es tan intenso que supone coartar su autonomía y libertad. Su sobreprotección es asfixiante.

Esta forma de ayudar a los demás ignorando las necesidades propias, este apoyo unilateral recibe el nombre de síndrome del salvador o del perro San Bernardo. Esta dinámica disfuncional suele darse en relaciones de pareja, aunque tampoco es extraña entre padres e hijos. Puede verse con el típico caso de padres con hijos jóvenes a los que les resuelven toda su vida, cocinándoles o haciéndoles la colada a pesar de ser ya veinteañeros. También lo vemos en la dirección contraria, con hijos cuyos padres ya se han jubilado que los tratan como si fueran unos ancianos inválidos y les hacen todas sus gestiones.

Así pues, podríamos resumir el comportamiento propio de una persona con el síndrome del salvador como que siempre va al rescate de los demás, pero nunca de sí mismo. El salvador nunca deja a la persona que dice cuidar la posibilidad de afrontar y resolver sus propios problemas, ni le deja tomar un papel activo en su propia vida. Puede que lo disfrace de amor, pero la realidad es que dejar que el otro sea un individuo autónomo, libre e independiente, no es dar amor, sino invalidación.

Síntomas del sindrome del salvador

Causas de este síndrome

El síndrome del salvador puede deberse a varios factores, estando entre ellos las propias características de personalidad, estilos educativos recibidos, exigencias de la sociedad y tipo de personas con las que nos relacionamos. Las personas salvadoras suelen tener una patológica necesidad de aprobación y aceptación por parte de los demás, salpicada por la creencia de que, con su actitud, se asegura el puesto de persona indispensable para aquel a quien salva.

También cabe mencionar que las personas salvadoras pueden mostrar una patológica necesidad de control. El salvador siente que, como los demás lo necesitan y dependen de su ayuda, él tiene el poder sobre ellos. Siente que los puede controlar con su apoyo.

Perfil del salvador y del salvado

En el síndrome del salvador hay, como mínimo, dos personas implicadas: el propio salvador y la persona a la que salva, es decir, el salvado. Son relaciones de codependencia en las que a ambos les va “bien” que el otro esté a su lado. Las personas con síndrome del salvador van asumiendo y solucionando los problemas de los demás, necesitando sentirse imprescindibles para dar sentido a su existencia. Cuando no pueden ayudar a otras personas, se sienten extremadamente frustradas, poco valoradas y perdidas. Por ello necesitan encontrar una persona que requiera de sus cuidados.

Salvador

Muchos salvadores poseen rasgos controladores. Por lo general, no confían en la capacidad de resolución de sus problemas de las personas a las que pretende cuidar, por lo que prefiere encargarse él mismo con el pretexto de que quiere ayudar.

Como íbamos comentando, en muchos casos, detrás de este interés de proteger y ayudar a los demás se esconde una necesidad de control. Mientras el salvado requiere ser protegido y cuidado, el salvador le podrá controlar, y no correrá el riesgo de ser abandonado.

Irónicamente, en su intento patológico por ayudar, apoyar y resolver la vida a los demás, las personas que toman el rol de salvadores tienen un profundo miedo a enfrentarse a sus propios conflictos, defectos y carencias.

Salvado

En el caso de la persona salvada, tenemos un individuo con una personalidad muy dependiente, acompañada de una baja autoestima y escasa seguridad en sí misma. Suelen ser personas que les cuesta mucho salir de su zona de confort y tienen un locus de control muy exteriorizado, es decir, atribuye lo que les pasa a factores externos que no dependen de ellos, sino a la conducta de los demás.

Las personas salvadas piensan que no tienen el poder de cambiar su situación ni son dueñas de sus propias vidas. Sienten que necesitan tener a su lado a personas más “fuertes”, más seguras de sí mismas, alguien que les ayude en todo.

Síntomas y efectos del síndrome del salvador

Tanto la persona que presenta el síndrome del salvador como la persona a la que salva sufren las consecuencias negativas asociadas a estas dinámicas relacionales disfuncionales. Que uno asuma las responsabilidades ajenas y el otro no tome el control de su vida genera una dinámica de extrema dependencia, teniendo varios efectos negativos que, por lo general, afectan más al salvador que al salvado. Si la persona salvada consigue adquirir una mayor autonomía, el salvador siente que está perdiendo su función o que, incluso, ha perdido su sentido vital.

Naturalmente, la persona rescatada sufre los efectos negativos de esta dinámica relacional tan malsana. Al ser liberada de sus propias responsabilidades y problemas, esto le dificulta desarrollarse como una persona independiente, autónoma y aprender habilidades de resolución de problemas porque hay alguien que le soluciona absolutamente todo. Esto, además, dificulta que desarrolle confianza en sí mismo.

Tampoco se desarrolla el salvador pues, al estar pendiente de solucionarle la vida a los demás, se descuida de sí mismo. Dedica toda su atención y energía a resolverle la vida a los demás, solucionar sus problemas, no los de él o ella misma. Es decir, se da la situación de que el salvador, al ayudar a los demás más de lo necesario, se descuida y no soluciona sus propios problemas, por lo que no se desarrolla; mientras que al salvado no se le permite solucionar sus propios problemas, por lo que tampoco se desarrolla. Resulta irónico pues se ofrece y recibe mucha ayuda, pero esta hace que se perjudiquen mutuamente.

Por otro lado, la capacidad de control del salvador no la tiene asegurada siempre, pues hay algunas circunstancias que pueden hacer que el salvado decida ser más autónomo y empiece a querer mayor independencia, prescindiendo de la ayuda o, incluso, de la presencia del salvador. Este salvador, al sentir que ya no es necesitado por aquel que ayudaba y protegía, se empieza a sentir perdido y lo sufre con sintomatología depresiva.

Esto se ve mucho con algunas parejas. Muchas veces, acuden a psicoterapia porque el salvado toma conciencia de su problema y decide acudir a ayuda profesional para tomar un rol activo en su propia vida. El salvador, en cambio, se asusta y se muestra incómodo con el nuevo rumbo de la relación, llegando a decir que así no le gusta su pareja. El salvador empieza a sentirse inseguro, temeroso de la pérdida de su función en la relación, se deprime o termina por romper la relación, si es que no se hay roto ya al cobrar el salvado mayor autonomía y decidir romperla él

Las personas que padecen el síndrome del salvador basan su felicidad en la de las personas que ayudan, olvidando sus propios deseos, motivaciones, necesidades. Su propia forma de comportarse les impide tener el tipo de vida que realmente quieren, por lo que son víctimas de emociones negativas muy a menudo, como ansiedad y frustración por una satisfacción que nunca llega del todo. Las personas con el síndrome del salvador, lejos de tener una vida plena por ayudar a los demás, se suelen sentir profundamente tristes, irritadas y agotadas mental y físicamente, pero su miedo a no ser valoradas ni servir de ayuda les impide romper con esta dinámica.