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El cerebro de Heslington: características de esta anomalía histórica


El cerebro de Heslington, hallado en el condado de Yorkshire, Inglaterra, es el cerebro humano más antiguo conservado. Este descubrimiento supone no solo un avance para la Arqueología, sino también para la Medicina, permitiendo investigar tejidos genéticos antiguos nunca antes observados.

En este artículo veremos cuáles son las características del cerebro de Heslington, a quién perteneció, dónde y cuándo fue descubierto, las posibles causas de su estado de conservación y cuán importante ha sido para los distintos ámbitos científicos.

¿Qué es el cerebro de Heslington?

El cerebro de Heslington es el cerebro humano más antiguo conservado, ya que data de hace 2600 años, concretamente la Edad de Hierro. Recibe el nombre del lugar donde fue hallado, en la población de Heslington, en el condado histórico de Yorkshire en el norte de Inglaterra.

Este cerebro perteneció a un varón de alrededor de 30 años, quien tuvo un trágico final siendo golpeado brutalmente en la cabeza, ahorcado y por último decapitado con un cuchillo. No se puede saber con exactitud cuál fue la causa que le llevó a encontrar este terrible final, pero se cree que pudo deberse a un ritual o sacrificio humano, dada la forma en la que fue asesinado y que su cabeza fuera enterrada rápidamente.

¿Cómo ocurrió el descubrimiento?

El cráneo fue hallado en Heslington, en el año 2008, durante la realización de unas excavaciones arqueológicas que estaba realizando la Universidad de York. Ahí se encontraron restos de campos de cultivo y de una antigua población que se estima que perteneció a la Edad de Hierro.

Junto a otras fosas y objetos de rituales, se encontró un cráneo humano que conservaba la mandíbula inferior y las dos primeras vértebras cervicales. Aunque en un primer momento no se le dio más importancia, cuando la arqueóloga Rachel Cubitt lo limpió se dio cuenta de que en el interior se encontraba una sustancia de color amarillo que no se había considerado antes; por esta razón decidió que lo más adecuado sería conservar el cráneo de manera especial y consultar con expertos en medicina dado lo extraño que era el hallazgo.

Una de las razones por la cual se consiguió conservar tan bien el cerebro es que la cabeza fue enterrada justo después de ser decapitada. De este modo, el ambiente húmedo bajo tierra y el lodo en el que envolvió el cráneo hicieron que el cerebro se pudiera mantener frío y evitaron que estuviera en contacto con el aire, hecho que impidió que las baterías se formaran y empezaran el proceso de descomposición.

También ayudó el corte y heridas que presentaba el cráneo, ya que de este modo fue más fácil que el ácido húmico, componente principal de las sustancias húmicas, se filtrara y accediera al cerebro, proporcionando así las características del entorno y de conservación ya mencionadas.

Análisis e investigaciones sobre el cerebro de Heslington

Dado el buen estado que presentaba el cerebro, nunca se había encontrado uno de tanta antigüedad en esas condiciones; eso dio la posibilidad de analizarlo y de realizar distintas pruebas. Es muy difícil encontrar tejido conservado de tantos años, ya que normalmente el cadáver empieza a descomponerse pasadas 36 horas de la muerte y entre 5 y 10 años se da el proceso de esqueletización.

De este modo, mediante el estudio del hallazgo se supo que el cráneo pertenecía a un hombre de mediana edad, de unos 30 años, quien había sido asesinado brutalmente entre el siglo VII y el V antes de Cristo, más o menos entre los años 673 y 482 a.C.

Mediante la realización de la prueba de tomografía axial computarizada, que permite obtener imágenes de distintos cortes cerebrales, se pudo observar la sustancia gris y blanca típica que forma el cerebro, así como los surcos, circunvoluciones y giros que forman su estructura. Así pues, pese a encontrarse mezclado con sedimentos y haberse reducido a un 20% de su tamaño, aún eran visibles las principales estructuras y características anatómicas cerebrales.

Pero... ¿Qué factores hicieron que se conservara tan bien después de tantos años? Como ya sabemos un factor primordial fue la conservación inmediata del encéfalo en un lugar húmedo y sin mucho aire, oxígeno. Este hecho también se ha observado en otros descubrimientos de restos cerebrales no tan antiguos.

Otro hallazgo importante fue que no se observó ningún resto de sustancia adipocira, un tipo de grasa que aparece en los cadáveres cuando se empiezan a descomponer. Este acontecimiento se intentó explicar aludiendo a la separación de la cabeza y del cuerpo, propiciando que la descomposición del cuerpo no afectara al cerebro.

En lo relativo a la desunión de la cabeza y el cuerpo, cabe apuntar también que la mayor parte de la descomposición del cadáver se debe a un grupo de bacterias procedentes de la zona gastrointestinal. En esta ocasión, al encontrarse la cabeza desvinculada del cuerpo, las bacterias no pudieron llegar a esta, ayudando de este modo al mantenimiento del cerebro.

Características del cerebro de Heslington

También se descubrió otro aspecto que nunca antes se había podido observar; se encontró que las sustancias principales que forman el cerebro en condiciones normales, como las proteínas y lípidos, habían sido sustituidas por moléculas de hidrocarburos con una cadena más larga y de mayor peso molecular; este hecho había propiciado que se volviera más resistente.

Recientemente, el 8 de enero de 2020, el neurólogo perteneciente a la University College London Axel Petzold publicó una nueva investigación en la Revista de la Royal Society Interface, donde presentaba un estudio del cerebro Heslington centrado en la perspectiva molecular con especial interés en las proteínas, encargadas de conectar el tejido corporal.

La investigación fue intensa y larga, estudiando y observando cómo se desarrollaron y evolucionaron las proteínas de ese cerebro en particular. El trabajo de laboratorio tuvo sus frutos y se pudieron hallar e identificar más de 800 proteínas; fue sorprendente observar que la mayoría de estas proteínas se encontraban aún en buen estado, pudiendo incluso generar una respuesta inmune.

De este modo quedaba apuntado que la mayor resistencia y la capacidad para persistir se debía en parte a que se habían juntado, plegado formando paquetitos que las hacían más compactas y a su vez más estables que como se encuentran en situaciones normales en los cerebros de personas vivas. Fue así como Petzold dedujo que este estado de compactación de las proteínas permitió que duraran más, haciéndolas también más resistentes a la descomposición cerebral producida después de la muerte.

Este hallazgo fue trascendente no solo para la Arqueología sino también dentro del ámbito de la Medicina, ya que se descubrieron unas estructuras cerebrales la presencia de las cuales permitió que se conservara en perfecto estado la materia del cerebro de Heslington. Estas dos estructuras son dos tipos de fibras cerebrales denominadas neurofilamentos y proteínas ácidas fibrilares gliales, cuyo trabajo conjunto permite dar más consistencia y proteger a las neuronas y a los astrocitos, un tipo de célula glial.

También se observó que el proceso de autolisis de descomposición se presentaba en la partes externas de la materia gris y no en las partes internas de la sustancia blanca donde se encuentra típicamente. Por esta razón, ya que no había ningún elemento interno del cerebro que lo explicara, se llegó a la conclusión que lo más probable es que una sustancia externa hubiese entrado en el cerebro antes o después de la muerte de la víctima, algo propiciado tal vez por el tipo de muerte que se efectuó.

Asimismo esta cuestión sigue siendo un enigma y no está confirmada; se barajan aún otras posibilidades, como que fuera el propio hombre quien tuviera una enfermedad no catalogada que favoreciera que el cerebro se mantuviera en este estado.

De este modo, se cree que fue un cúmulo de condiciones y factores determinados y específicos, tanto previos como posteriores a la muerte, los que permitieron tal conservación.

Aunque sigue siendo necesaria más investigación, este descubrimiento podría facilitar que se comprenda mejor el proceso de envejecimiento del cerebro y, en concreto, las enfermedades neurodegenerativas donde intervienen proteínas, como sería el caso de algunas demencias. Del mismo modo, estos hallazgos también podrían servir de ayuda a los investigadores para obtener información de otros tejidos antiguos de los que no se ha podido conseguir el material genético, el ADN.