¿Existe el libre albedrío?
¿Podemos decidir libremente sobre nuestras propias acciones? Esta pregunta ha estado latente desde que la humanidad pudo ser considerada como tal. Filósofos como Platón ya exploraron estos conceptos hace siglos con los medios a su alcance.
Parece una pregunta sencilla de contestar, pero no debe serlo tanto cuando se trata de una incógnita que está latente en toda la estructura jurídica que da forma a las sociedades modernas. Para poder decidir si alguien es responsable de una acción o no, lo primero que hay que dilucidar es si tenía la capacidad para entender lo que estaba haciendo y, luego, si tenía la posibilidad de tomar una decisión diferente. El principio de inocencia deriva de ese precepto. Lo que parece estar claro es que no es tan fácil saber la respuesta. Quizá la neurociencia pueda ayudarnos a aclarar un poco esta cuestión.
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Libet y su investigación sobre las decisiones
Hace unos años, un investigador llamado Libet puso a prueba la capacidad de las personas para identificar en tiempo real la decisión que se ha tomado. Sus conclusiones fueron claras; hasta casi un segundo antes de que el sujeto tomara consciencia de su propia decisión, los investigadores ya sabían cuál iba a ser atendiendo a la actividad de sus neuronas.
Sin embargo, Libet también descubrió que, antes de ejecutar la decisión, había un pequeño periodo de tiempo en el que esa acción podía ser “vetada”, es decir, que no llegara a ejecutarse. Los experimentos de Libet han sido ampliados y refinados por algunos de sus discípulos a lo largo de los últimos años, habiendo confirmado repetidamente sus hallazgos.
Estos descubrimientos sacudieron la base de lo que hasta ese momento se consideraba libre albedrío. Si mi cerebro es capaz de tomar decisiones antes de que yo mismo sea consciente de ellas ¿cómo puedo ser responsable de nada de lo que hago?
El problema del libre albedrío
Veamos un poco más de cerca la neurociencia que subyace en este problema. Nuestro cerebro es una máquina seleccionada evolutivamente para procesar información, tomar decisiones en base a ella y actuar, lo más rápido posible, de forma eficaz y con el menor consumo de recursos posible. Por este motivo, el cerebro tiende a automatizar todo lo que puede las diferentes respuestas que va encontrando.
Desde este punto de vista no parecería haber libre albedrío y seríamos más parecidos a un autómata; uno muy complejo, sí, pero un autómata al fin y al cabo.
Pero, por otro lado, el cerebro también es un órgano con capacidad para analizar y entender sus propios procesos internos, lo que, a su vez, le permitiría desarrollar nuevos procesos mentales que actuaran sobre él mismo y modificaran las respuestas que ya tenía automatizadas.
Este enfoque trasladaría así la posibilidad de existencia del libre albedrío a la mayor o menor capacidad que tengamos para adquirir conocimiento de nosotros mismos, y nuevos hábitos capaces de modificar nuestras propias respuestas. Este enfoque, por tanto, sí abriría la puerta a la posible existencia del libre albedrío.
La importancia del autoconocimiento
Aquí, la reflexión que tendríamos que hacer entonces es: si queremos ser más libres y tomar mejores decisiones, deberíamos ser capaces de empezar por “tomar la decisión” de intentar conocernos mejor y, de esa forma, tener la oportunidad de desarrollar nuevos procesos mentales que actúen sobre nuestra propia mente y nos permitan gestionar mejor nuestras propias respuestas. En una palabra, autoconocimiento.
Esto se parece bastante al famoso dicho que coronaba la entrada del Templo de Delfos en Grecia, “Nosce te ipsum”, o “conócete a ti mismo” y conocerás el mundo. La verdadera libertad sólo se alcanza cuando conseguimos liberarnos de nosotros mismos.
Pero, dando una vuelta de rosca más al tema… ¿de qué depende que decidamos iniciar el proceso de autodescubrimiento? ¿Depende de algo externo, como la oportunidad de que alguien nos haga reflexionar sobre ello? Y si eso no ocurre... ¿depende entonces nuestro libre albedrío de la suerte?
Creo que este es un buen punto para dejar abierta la reflexión para el debate y su exploración en próximos artículos.