Estilos educativos: creencias y conductas parentales ineficaces
Desde que en la década de los sesenta Diana Baumrind propusiera su clasificación sobre los distintos estilos educativos hasta la época actual, diversas investigaciones se han orientado a revisar y actualizar el conocimiento que se dispone de este ámbito de la psicología.
La mayor parte de los distintos modelos teóricos propuestos han valorado como factores determinantes en la distinción de los estilos educativos variables como: el nivel de control, de poder ejercido, el grado de afecto, el nivel de madurez demandado, el apoyo y cuidado expresado o también el tipo de comunicación existente entre progenitores y menores.
Inicialmente, la clasificación propuesta por Baumrind (1966) diferenciaba tres clases de estilos educativos: el autoritario, el permisivo y el democrático. Posteriormente, McCoby y Martin (1983) combinaron en sus investigaciones los factores de control e implicación afectiva para dar lugar a cuatro categorías: recíproco, represivo, indulgente y negligente. En la década de los noventa otros autores como López Franco (1998) o Torres y cols. (1994) han desarrollado modelos que, en esencia, mantienen muchos de los elementos de las teorías anteriores.
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La familia como agente socializador principal
Por otra parte, no puede dudarse de que la familia es el principal agente socializador del infante en los primeros años de vida.
Así, las figuras parentales ejercen una enorme influencia en los hijos al transmitirles tanto el conjunto de creencias y de valores morales, como también los comportamientos y actuaciones que ellos consideran más adecuados para el desarrollo madurativo de su progenie.
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La propuesta del PEE: estilos educativos y efectos psicológicos asociados
Los estudios concluyen que existen significativas diferencias en la configuración psicológica y en el desarrollo personal del infante en función del estilo educativo y de las estrategias de socialización que los padres tienden a aplicar con los hijos a nivel pedagógico.
En concreto, Magaz y Pérez elaboraron en 2011 una prueba psicométrica útil para evaluar el estilo educativo de los padres, el PEE (Perfil de Estilos Educativos), que refleja algunos ejemplos de creencias y conductas parentales relativas a cuatro tipos de perfiles: sobreprotector, inhibicionista, punitivo y asertivo.
Estos son algunos de dichos planteamientos que resultan ineficaces y/o perjudiciales, al considerar las consecuencias emocionales y conductuales que de estos se derivan en la conformación de la personalidad de los pequeños.
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1. Estilo educativo sobreprotector
- "La vida ya es muy dura y mientras yo pueda facilitársela hasta que se haga mayor, tengo que hacerlo para que disfrute todo lo posible".
- "Todavía es muy pequeño/a para...".
Según los autores, este tipo de creencias se corresponden con un estilo de crianza denominado sobreprotector, ya que se basa en valores de hiperresponsabilidad y de culpabilización elevada por parte de los padres ante las potenciales adversidades que pueda sufrir el/la niño/a. Así, se inhibe la posibilidad de que este/a aprenda a valerse de forma autónoma y se responsabilice activamente de sus propias conductas.
Esta excesiva preocupación y nerviosismo parental puede provocar que el/la menor tome iniciativas y desarrolle un bajo nivel de autoconcepto, ya que no ha tenido la oportunidad de practicar habilidades de autocuidado o de interacción social, así como también pueden generar un elevado nivel de inseguridad personal.
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2. Estilo educativo inhibicionista
- "Si le resuelvo los problemas, no aprenderá jamás a afrontarlos por sí mismo/a".
Este tipo de ideas son propias de una educación inhibicionista, ya que en el polo totalmente opuesto al anterior, se da una elevada desculpabilización y se ejerce un nivel de responsabilidad por parte de los padres casi nulo. Esta clase de padres se sienten molestos o nerviosos cuando el/la pequeño/a pide ayuda y se muestran tranquilos solo cuando este/a actúa de forma independiente y autónoma, ya que tienden a confundir el concepto de ayuda con el de dependencia. Por otra parte, este tipo de padres suelen prestar muy poca atención o reconocimiento a la conducta adecuadamente “normalizada” del/la menor a la vez que ejercen castigos de manera aleatoria ante comportamientos inadecuados, sin un criterio coherente o consistente.
Las consecuencias de practicar esta clase de crianza pueden ser negativas para la descendencia, ocasionando la búsqueda continua de apoyo en otras figuras de autoridad, así como la tendencia a desarrollar de forma generalizada desinterés y despreocupación para hacer frente a los asuntos que le conciernen. También pueden observarse déficits de habilidades sociales, en concreto en la capacidad de empatizar con los demás.
3. Estilo educativo punitivo
- "Mi hijo tiene que aprender a comportarse de la forma adecuada".
Este estilo se corresponde con una educación punitiva, la cual se fundamenta en valores como la exigencia, la intolerancia a puntos de vista alternativos y la incomprensión. Las reacciones parentales suelen ser de explosiva furia cuando el hijo desobedece las instrucciones y de ausencia de reconocimiento ante comportamientos adecuados “normativos”.
Por otra parte, este tipo de padres se comportan de forma crítica y tienden a fijarse en los errores o las imperfecciones de los/as hijos/as, valorando exclusivamente acciones sobresalentes. Así, emiten frecuentes y desproporcionados castigos aleatorios y amenazas previas. También suelen atribuir a la persona las cualidades de la conducta concreta, de forma que estigmatizan y generalizan características negativas de los/as pequeños/as.
El efecto que esta dinámica educativa ejerce sobre el/la hijo/a es el desarrollo de un elevado nivel de desagradecimiento y normalización de la crítica, altos niveles de ansiedad e inseguridad personal, a la vez que puede aparecer un nivel de autoconcepto negativo. Se normaliza un sentimiento de rencor hacia el educador y la toma de decisiones tiende a basarse en criterios de fracaso o castigo en lugar de la orientación al éxito.
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4. El estilo educativo asertivo
- "Es importante que aprenda a comportarse adecuadamente y que adquiera hábitos y habilidades personales".
- "Aprenderá poco a poco a medida que practique y cometa sus propios errores".
- "Es razonable que sus gustos, deseos y necesidades puedan discrepar de los que presentan las personas de su alrededor".
Estos planteamientos son los propios de un estilo educativo asertivo. En este caso, la crianza se fundamenta en valores como la paciencia, la tolerancia, la comprensión y la responsabilidad equilibrada con la libertad.
Así, los progenitores entienden que los errores y las conductas inadecuadas se entienden como naturales en el proceso de aprendizaje y maduración personal, aunque por otra parte aplican consecuencias a dichas conductas a fin de promover el valor de la responsabilidad del/la niño/a.
Por otra parte, se presta atención al progreso y se reconoce el logro o la conducta adecuada como algo positivo, y también se valora la expresión de los propios gustos y opiniones.
Al contrario que el anterior, los progenitores no suelen atribuir a la persona las cualidades de la conducta, por lo que no generalizan o etiquetan al niño/a negativamente.
Este estilo conlleva en el/la menor el desarrollo de consecuencias más saludables derivadas del reconocimiento y el refuerzo positivo obtenido por parte de sus padres. Esto provoca un mayor nivel de consolidación de aprendizajes a nivel personal y social, así como el fomento de un nivel de autoconcepto favorable, mayor seguridad personal y un grado de motivación para la consecución de metas individuales más positivo.
Por otra parte, los/as niños/as criados de esta manera suelen aprender a tolerar las críticas de forma adecuada y a fundamentar la toma activa de decisiones en cuestiones más racionales, como lo son las consecuencias que estas pueden ocasionar.