Hormonas de la felicidad: mitos y verdades sobre estas sustancias
¿Existen las hormonas de la felicidad? Una de las expresiones más mencionadas en psicología y ciencias afines es eso de que hay ciertas sustancias que, cuando son liberadas en nuestro cerebro, nos inducen a un estado de bienestar emocional.
Sin embargo, parece un tanto simplista eso de reducir una emoción tan compleja y abstracta como lo es la felicidad en un mero conjunto de reacciones químicas en nuestro sistema nervioso, así que suele haber cierto escepticismo ante una visión biologicista del comportamiento humano.
Aquí vamos a abordar el tema de qué se suele entender por el concepto de las "hormonas de la felicidad".
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¿Qué son las hormonas de la felicidad?
Una de las expresiones más oídas en psicología y en ciencias de la salud en general es que existen algo a lo que comúnmente se les ha llamado como “las hormonas de la felicidad”. Estas sustancias que dicen que albergan la alegría suelen ser el cuarteto de la serotonina, dopamina, endorfinas y oxitocina. Esta expresión, que ya es casi un mantra, pudiera sonar basta y simplista al pretender reducir un sentimiento tan intenso y abstracto como lo es la felicidad a simples reacciones bioquímicas.
Pero, claro, nuestros estados emocionales no son producto de la magia. Aun corriendo el riesgo de caer en una perspectiva demasiado biologicista, es un hecho que nuestro pensamiento, sentimientos, creencias y demás aspectos psicológicos tienen que fundamentarse en un soporte biológico. Ese soporte es el sistema nervioso central, una máquina orgánica que hospeda diferentes fenómenos neurológicos y reacciones bioquímicas que están detrás de cómo nos sentimos y reaccionamos.
Sí que podemos afirmar que existen las hormonas de la felicidad aunque, hablando con más propiedad, diríamos que aquello que nos provoca felicidad son en realidad neurotransmisores. La diferencia entre “neurotransmisor” y “hormona” es muy sutil y, en la práctica, poca gente diferencia ambos términos. Decir que la serotonina es una hormona es tan correcto como decir que es un neurotransmisor, aunque al hablar de sus reacciones a nivel de nuestro cerebro se prefiere el segundo término. Lo principal es que los neurotransmisores son moléculas intercambiadas por neuronas, mientras que las hormonas circulan a través del torrente sanguíneo y sus efectos son menos inmediatos. Muchas moléculas que actúan como neurotransmisor son, a la vez, hormonas, dependiendo de su ubicación y contexto.
Se hable de neurotransmisores o se hable de hormonas, el hecho es que sí existen unas sustancias que cuando se liberan en el espacio sináptico de las neuronas inducen a cambios en nuestro estado anímico. La felicidad, junto con los demás estados de ánimo, son en parte un producto de la química cerebral, la misma en la que la psicofarmacología se ha basado para crear los medicamentos orientados en mejorar la salud de pacientes con diferentes trastornos interviniendo en la producción y recaptación de ciertos neurotransmisores.
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¿Cuáles son estas hormonas y hasta dónde llegan sus efectos emocionales?
Aunque todo el mundo ha sentido felicidad, describir esta emoción nunca ha sido tarea fácil. Es por este motivo que durante miles de años los filósofos han discutido sobre qué es sentirse feliz, qué es lo que lo provoca, cómo nuestra alma se comporta para que sintamos felicidad… No es óbice de este artículo entrar en un debate filosófico, así que vamos describir la felicidad de forma más pragmática, usando la misma definición de la que se han valido los científicos para buscarla en el cerebro: es la sensación de bienestar y emociones positivos que sentimos de forma subjetiva cuando conseguimos algo agradable.
En base a esta definición, los neurocientíficos y endocrinólogos han establecido que son un total de 4 sustancias diferentes las que toman un papel fundamental cuando sentimos felicidad: las endorfinas, la serotonina, la dopamina y la oxitocina.
1. Endorfinas
Las endorfinas son neurotransmisores y hormonas que generan un cierto efecto sedante, por lo que ayudan a disminuir el dolor físico. Por ejemplo, en situaciones en las que experimentamos una repentina subida de los niveles de estrés, el aumento de endorfinas hace que sintamos menos dolor por las eventuales heridas que podemos sufrir en esa situación asociada al riesgo o al peligro.
Evidentemente, el dolor está vinculado al displacer y, por ello, puede decirse que nos aleja a la felicidad, pero su ausencia tampoco nos la garantiza. Y algo se puede decir del estado de relajación que en ocasiones nos proporcionan las endorfinas; por ejemplo, podemos estar calmados pero a la vez muy aburridos.
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2. Serotonina
La serotonina suele ser vinculada a los momentos de bienestar, pero lo cierto es que su funcionamiento es mucho más complejo que esto, y puede "desplegarse" a través de múltiples vías y reacciones en cadena de varias moléculas interactuando entre sí y con las neuronas.
De hecho, un exceso de serotonina puede tener consecuencias muy dañinas para el cuerpo: el máximo exponente de esto es el síndrome serotoninérgico, que puede ser ocasionado como efecto secundario de algunos psicofármacos.
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3. Dopamina
La dopamina está asociada a las relaciones amorosas y al afecto. Sin embargo, este hecho en sí mismo os da una de las claves por las que no puede ser una causa de felicidad: está muy vinculada a experiencias sociales, es decir, a la interacción con otras personas o seres a los que queremos o aprendemos a querer con el paso del tiempo.
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4. Oxitocina
La oxitocina también está vinculada al afecto, pero no tanto al enamoramiento. Se ha visto que su presencia está asociada a las relaciones a largo plazo, de manera que su proceso de liberación en el cuerpo humano es más estable y sostenido. Ahora bien, también debe ser “sostenido” por algo más allá del organismo: esas relaciones con los demás.
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La clave está en la interacción entre lo biológico y lo comportamental
Como hemos visto, hay hormonas que sí pueden ser asociadas a ciertas experiencias agradables y que puede participar en el proceso de ser feliz. Sin embargo, la felicidad es un fenómeno demasiado complejo para ser reducido a moléculas, y siempre implica las relaciones sociales y la interacción con el entorno (esto es, lo que por definición está más allá de nuestra piel).
Por ello, el concepto de "hormonas de la felicidad" tiene sentido, pero no deja de ser una simplificación que en ocasiones podemos usar para explicar el funcionamiento de las partes del cuerpo involucradas en las emociones.