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Cómo surge el miedo a la soledad, y qué hacer


El miedo a la soledad es un tipo de malestar relativamente frecuente entre las personas que acuden a psicoterapia, así como entre muchas otras que no se plantean que este problema puede ser tratado con ayuda profesional.

Se trata de un fenómeno en el que las emociones y las ideas acerca de lo que puede pasar en el futuro se combinan formando un círculo vicioso de temores y sentimiento de indefensión.

En este artículo veremos un resumen acerca de cómo surge el miedo a la soledad, y lo que podemos hacer para superarlo.

¿Cómo aparece el miedo a la soledad?

Lo primero que hay que tener claro es que, siempre que en Psicología hablamos de las causas de determinado problema emocional o comportamental, necesariamente estamos simplificando una realidad muy compleja.

Eso sí, simplificar, en un sentido abstracto, no siempre es malo; a fin de cuentas prácticamente todas las ramas de la ciencia deben simplificar aquello que estudian, por ejemplo, descomponiéndolo en variables. La clave está en saber detectar los aspectos más relevantes que permiten explicar gran parte de aquello que intentamos comprender.

¿Cuáles son los elementos más relevantes a la hora de entender cómo surge el miedo a la soledad? Veámoslo.

1. Ansiedad

En primer lugar, cabe destacar la importancia de la ansiedad como fenómeno involucrado en el miedo a estar solo. La ansiedad es un estado psicológico y a la vez fisiológico que nos lleva a ponernos en “modo alarma”, es decir, a reaccionar rápidamente ante cualquier señal de peligro o de riesgo de perder algo.

A diferencia del simple temor, en la ansiedad nuestra mente trabaja de manera activa llevándonos a imaginar cosas malas que podrían ocurrir. Es decir: quien está ansioso, tiene su foco atencional orientado hacia el futuro, desde un sesgo pesimista, para intentar reaccionar cuanto antes a la primera señal de que uno de esos problemas empiece a asomar.

Así, ante el miedo a la soledad, la ansiedad nos lleva a prever todo tipo de escenarios desastrosos para nuestro futuro: carencia total de amigos, ausencia de quienes nos podrían proteger, etc.

2. Hábitos de aislamiento o de tipo antisocial

A la vez que sentimos ese miedo a quedarnos solos, con el paso del tiempo también vemos que ese estado de ansiedad no sirve para solucionar el problema. Por eso, ante el miedo a la soledad, aunque parezca paradójico, muchas personas adoptan hábitos que generan un efecto de “profecía autocumplida”: las expectativas de que algo ocurre hacen que eso tenga mayores probabilidades de ocurrir.

Esto puede ocurrir de varias formas diferentes. Por un lado, algunas personas creen estar predestinadas a no contar con relaciones afectivas o amorosas relevantes, y ese sentimiento de indefensión las lleva a adoptar un estilo de vida muy solitario, en el que intentan encontrar formas de gratificación en una vida caracterizada por el aislamiento social.

Por el otro, algunas personas adoptan una mentalidad en la que los demás se convierten en instrumentos para un fin: no quedarse solo. A la larga, si no se cuenta con apoyo terapéutico, esto suele generar problemas, por lo que las relaciones que puedan llegar a establecer no suelen ser sanas o estables.

3. Predisposiciones de tipo biológico

En prácticamente cualquier fenómeno psicológico hay influencias de la biología. Sin embargo, estas no determinan nada, sino que interactúan con los elementos psicológicos y contextuales. Por ejemplo, las personas cuyos genes las predispongan a sufrir más ansiedad tienen mayores posibilidades de sentir miedo a la soledad, pero esto no implica que estén condenadas a sufrir por eso siempre.

Distinguiendo el miedo a la soledad a las fobias

En la mayoría de los casos, el miedo a la soledad no constituye una alteración mental que pueda ser considerada un trastorno. Sin embargo, resulta importante diferenciar entre dos fenómenos que encajan en el término “miedo a la soledad”, y que a pesar de ello son muy distintos. Por un lado está el temor a quedarse solo, el cual es de carácter difuso y se manifiesta de formas muy variadas incluso en una misma persona, y por el otro, la fobia a la soledad, que es un tipo de trastorno de ansiedad.

La fobia a la soledad, o eremofobia, hace que quien la desarrolla sufra crisis en las que su nivel de ansiedad se eleva rápidamente, hasta el punto de tener dificultades para controlar los propios actos. Sus síntomas son los propios de la mayoría de tipos de fobias: temblores, sudoración, mareos o incluso náuseas, etc. Es decir, que se expresa sobre todo en situaciones puntuales durante varios minutos seguidos.

En cambio, el miedo a la soledad de tipo difuso y no fóbico no tiene este componente de súbita elevación de la ansiedad hasta un punto muy extremo. Eso sí, hay algo que ambos tipos de problemas psicológicos comparten: los pensamientos catastróficos acerca de lo que ocurrirá en el futuro a causa de esa soledad a la que se teme.

¿Qué hacer?

Estos son algunos consejos para afrontar el miedo a la soledad que no es de tipo fóbico.

1. No te centres en las personas, sino en los contextos

Sería un error fijarse el objetivo de ganar amistades con personas concretas para esquivar el miedo a la soledad; esto solo llevaría a esa mentalidad instrumentalista que da problemas. Es mucho más recomendable ponerse como objetivos el hecho de exponernos a contextos en los que seamos capaces de desarrollar una vida social rica, en la que sea más fácil llegar a conectar con los demás.

2. Ten en cuenta el equilibrio entre lo controlable y lo no controlable

Por definición, no podemos controlar totalmente lo que ocurre en nuestra vida social, ya que en ella participan muchas personas. Sin embargo, en todos los casos tenemos cierto margen de decisión. Ten siempre en cuenta que incluso en las circunstancias más adversas podemos hacer cosas para mejorar nuestra calidad de vida.

3. Mantente en marcha

No cedas a la indefensión paralizante; establece una rutina de vida social. No hace falta que te plantees ser una persona muy carismática o que siempre sabe qué decir y qué hacer frente a los demás, contar con buenas amistades y relaciones sociales sanas no implica tener que hacer todo eso.

4. Busca más allá

No es imprescindible llegar a sentirse comprendido y querido por quienes suelen estar en nuestro entorno social. Puedes buscar más allá: por ejemplo, en grupos de personas con intereses similares a los tuyos.

5. Ayuda a los demás

Ayudar a los demás resulta especialmente beneficioso en casos de miedo a la soledad, porque es una de las formas de socialización más importantes que existen, y ayudan a estrechar lazos.

6. Cuídate

No te encierres en ti: recuerda que tu relación con tu propio cuerpo es tan o más importante que la interacción con los demás. Si no te cuidas, no tendrás ni ganas ni energía para socializar.

7. Si lo necesitas, acude a psicoterapia

Los psicólogos estamos formados para ofrecer apoyo a formas de malestar como la del miedo a la soledad. Si crees que lo necesitas, cuenta con nosotros.

Referencias bibliográficas:

  • American Psychiatric Association. (2013). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Quinta edición. DSM-V. Masson, Barcelona.
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  • Coplan, R. J., Bowker, J. C. (2013). A Handbook of Solitude: Psychological Perspectives on Social Isolation. Wiley Blackwel.
  • Sylvers, P.; Lilienfeld, S.O.; LaPrairie, J.L. (2011). Differences between trait fear and trait anxiety: implications for psychopathology. Clinical Psychology Review. 31(1): pp. 122 - 137.