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Adaptarse a la jubilación


Entre los acontecimientos vitales, la jubilación ocupa un lugar relevante. La actividad laboral estructura la vida del individuo, ya que le permite cubrir sus necesidades, acceder a servicios, y le facilita desarrollarse como persona. Además, en algunos casos, ayuda a darle sentido a su existencia.

El mundo laboral determina los compases vitales, dado que delimita el tiempo dedicado al trabajo y al resto de actividades, incluidos el disfrute y el descanso.

Por lo tanto, la profesión es un aspecto clave en la configuración de la identidad individual y, a raíz de la jubilación, el sujeto vive un cambio drástico que limita sus posibilidades de interacción social, salud, estabilidad económica (Fouquereau, Fernández, Fonseca, Paul y Uotinen, 2005).

El proceso de adaptación a la jubilación

Así pues, la jubilación es un evento que ocurre en un momento determinado de la vida pero, sin embargo, sus efectos se extienden mucho más allá del momento en que ocurre (Rico, 1994). De hecho tiene su impacto desde el mismo momento en que se planea la jubilación hasta tiempo después de que ésta se hace efectiva.

Además, se trata de un proceso de transformación, de adaptación, a una nueva situación vital con nuevos roles sociales (Argulló, 2001; Conroy, Franklin y O''Leary-Kelly, 2014). De esta manera, Atchley (1975) propone una serie de fases por las cuales puede pasar una persona a la hora de jubilarse:

  • Prejubilación.
  • Luna de miel.
  • Desencanto-reorientación.
  • Estabilización.

A estas fases, Agulló (2001), suma una de resocialización, en la cual la persona reestablece sus roles, adquiriendo nuevos y adaptando los anteriores.

Variables involucradas en una correcta adaptación

Entre las variables asociadas a una buena adaptación a la jubilación encontramos:

  • La voluntariedad del retiro (Ashforth, 2001), ya que cuando el retiro es voluntario, se incrementa la satisfacción con la jubilación.
  • Por otro lado, Gómez y Martí (2003) apuntan que la situación económica es una variable relevante dado que un nivel intermedio de ingresos (entre 1000 y 2000 €) actúa como factor protector ante la insatisfacción causada por el retiro laboral.
  • En lo que se refiere al estado civil, la presencia de cónyuge influye positivamente, siendo menor la adaptación de los individuos solteros o viudos (Kim y Feldman, 2000; Wang, 2007).
  • También ha de tenerse en cuenta el momento en que se produce el retiro, siendo preferible que se dé en un momento de estabilidad personal (George, 1993).
  • Además, tanto la buena salud física, psicológica y social como la realización de actividades y un autoconcepto elevado influyen positivamente en la adaptación (Canes y García, 1989; De Zayas, 1996; Moen, Field, Quick y Hofmeiser, 2000).
  • Sumado a esto, uno de los factores más condicionantes, y al que se debe prestar más atención es la planificación del retiro, que actúa como factor protector (Cerezo y Topa, 2008).
  • El género, sin embargo, parece no ser determinante en la calidad de las experiencias vitales en este momento (Wong y Shobo, 2016).

Adaptación a la jubilación

¿Qué resulta eficaz?

Como puede observarse, la preparación previa tiene un efecto positivo sobre la vivencia, la narrativa y el bienestar durante la jubilación (Conroy y cols., 2014).

En este punto cobran especial relevancia los programas que favorecen la adaptación anticipada a este proceso de cambio vital. Existe evidencia de que el asesoramiento previo a la jubilación tiene impacto en la reducción de la ansiedad relacionada con la inseguridad económica y en la reflexión, anticipación y actuación de cara a tomar medidas para adaptarse a ella (Feldman, 2003).

No obstante, existe poca evidencia en torno a la eficacia de programas de adaptación a la jubilación, a pesar de lo cual se pueden observar pequeñas experiencias que, desde distintas entidades públicas y privadas, se han puesto en práctica, centrándose especialmente en asesoramiento en temas económicos y de carácter ejecutivo. Además, algunas de estas experiencias dejan de lado aspectos relacionados con la vida familiar y la gestión del ocio y el tiempo libre (Kleiber, Bayón-Martín y Cuenca-Amigo, 2012). Entre las entidades que han desarrollado algunos cursos y programas de adaptación a la jubilación destacan, a nivel estatal: CEATE, Unión Fenosa (Moragas, 2007), IMSERSO (Barrera, Malagón y Sarasola, 2008), Mapfre y EMagister (Villoslada-Manero, 2018), UPV/EHU (Buiza-Bueno y Lizaso-Elgarresta, 1998).

El acceso a este tipo de programas está muy limitado. Entonces, ¿qué podemos hacer? Tratar, en la medida de lo posible, de tener la mayor seguridad emocional, social y económica, planificando la jubilación y teniendo en cuenta la existencia de diferentes momentos o fases. Así que toca prepararse y ajustar nuestras expectativas a la realidad, aunque sin olvidar que se abre una nueva etapa vital que puede traer grandes momentos y nuevas ilusiones.

Autor: Borja Luque, Psicólogo General Sanitario y Sexólogo en Vitaliza Psicología de la Salud.