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Crisis de identidad: qué es, características y cómo se trata en terapia


Hazte la siguiente pregunta de manera consciente y reflexiva: “¿para qué estoy aquí?”.

Está claro que la respuesta no es fácil, de hecho, es bastante probable que te hagas más preguntas. Incluso puede que hayas empezado a plantearte un poco sobre el sentido de tu propia existencia.

Buscar respuesta a este tipo de preguntas puede que te haya dejado un poco con mal cuerpo. Es normal. Las emociones que has sentido son lo que sienten las personas que se encuentran sumergidas en una crisis de identidad. Veamos en qué consisten.

¿Qué es una crisis de identidad?

Podemos describir a las crisis de identidad como patrones de pensamientos y otros procesos cognitivos centrados en el sentido de la propia existencia, tanto pasada como futura, marcados por un importante nivel de malestar emocional y de incertidumbre. Es un período en el que la persona tiene muchas dudas sobre sí misma, acompañadas por sentimientos de vacío y soledad y varios interrogantes cómo por qué está en este mundo, quién es realmente y cuál es su objetivo vital.

Solemos asociar a estas crisis con la adolescencia, una época de profundos cambios e incertidumbre relacionados con la personalidad y los roles del individuo, que todavía no están bien definidos ni tampoco tiene garantías de cómo va a ser su futuro. El adolescente tiene preguntas acerca de su orientación sexual, sobre con quién debería relacionarse en el instituto, qué estudiar en el futuro, qué trabajo quiere tener cuando sea adulto…

Si bien son muy frecuentes en la adolescencia, las crisis de identidad no son exclusivas de este período. Todos vamos a manifestar alguna de estas crisis en varios momentos de nuestras vidas, sobre todo en períodos marcados por grandes cambios como, por ejemplo, un nuevo empleo, tener un hijo, perder a un familiar o mudarse. De hecho, las crisis de identidad son sinónimo de crisis evolutivas, propias de cambiar de etapa vital de acuerdo a modelos como los de Erich Fromm o Erik Homburger Erikson.

Habitualmente, estas crisis suelen ser transitorias. El sujeto va probando diferentes vías para salir adelante, resolviendo este conflicto interno y dando fin a su crisis de identidad. No obstante, en algunos casos pueden durar demasiado tiempo dando paso a un desequilibrio emocional tan grande que afecte negativamente a la salud psicológica del individuo. Una persona sumida en una larga y profunda crisis de identidad podría desarrollar problemas de estado anímico, como depresión y trastornos de ansiedad.

Crisis de identidad en el trabajo

¿Un concepto diagnóstico?

Las crisis de identidad suelen aparecer en momentos de grandes cambios y alta tensión emocional, como por ejemplo la adolescencia, tras una ruptura sentimental o al perder el trabajo. Es un proceso lleno de incertidumbre y miedo pero, en sí mismo, no es un problema psicológico ni mucho menos un trastorno. Como decíamos, todos vamos a manifestar crisis de identidad en algún momento y, en la mayoría de los casos, vamos a saber salir adelante. No obstante, a veces puede traer consigo problemas de salud mental en caso de que duren demasiado o no se consigan resolver.

La expresión “crisis de identidad” es un concepto más bien coloquial, “de calle”. Es un término que suelen mencionar los pacientes o los psicólogos para hacerse entender, refiriéndose en realidad a aquellos períodos en los que se está dando una fuerte crisis vital, cargada de gran incertidumbre y que no se sabe muy bien hacia dónde se va a ir a parar. Son momentos de profunda ansiedad, pero que también pueden ir cargadas de oportunidades y progreso.

Las crisis de identidad se dan en momentos trascendentales de la vida, momentos de cambio en los que si bien no sabemos exactamente qué va a suceder, aunque eso no tiene por qué ser algo necesariamente malo ni tampoco sinónimo de patología alguna. Son situaciones en las que se da un replanteamiento de temas vitales, habiendo una crisis que puede partir tanto de algo negativo, como puede ser un divorcio o un problema de salud, como de algo positivo, como un cambio de empleo, una nueva vivienda o tener un hijo.

Estas crisis de identidad no son trastornos ni patologías, pero que pueden derivar en uno. Si la persona se obsesiona con no saber quién es exactamente, no encontrando respuesta a sus interrogantes y sintiendo gran ansiedad e incertidumbre por ello, puede desarrollar problemas de salud. La ansiedad y la depresión son dos estados emocionales que pueden aparecer si la crisis de identidad no ha sido resuelta satisfactoriamente con el paso del tiempo debido a que el afectado siente gran frustración al no ser capaz de averiguar cuál es su lugar en el mundo.

Características propias de una crisis de identidad

Las crisis de identidad no son un trastorno. Carecen de identidad diagnóstica como tal y no las vamos a encontrar como una categoría clínica ni en el DSM-5 ni en la CIE-11. No son algo patológico pero de no resolverse podrían dar lugar a un problema de salud mental en caso de durar demasiado el desequilibrio emocional asociado a estos procesos de interrogantes. Igualmente, podemos encontrar una serie de “síntomas” que sufren las personas que se encuentran en una crisis de identidad.

El principal aspecto que encontramos en las personas en una crisis de identidad son pensamientos acerca del sentido de su existencia, los cuales cobran gran protagonismo a lo largo de todo el día. El individuo los verbaliza con frases como “me siento perdido, sin sentido” o “no sé qué hacer con mi vida”. Estos pensamientos pueden ser verdaderamente intrusivos, interrumpirle mientras está haciendo sus quehaceres y provocarle un gran malestar emocional.

La persona trata de poner fin a su desasosiego buscando una respuesta, pero no la encuentra con facilidad, lo cual hace que se sienta perdido y sin rumbo. El malestar interfiere en su vida, impidiéndole hacer otras cosas como salir con los amigos o practicar sus aficiones, puesto que siente que primero debe dar respuesta a la pregunta “¿quién soy?”. Se siente vacío, solo y desubicado.

El aspecto patológico de todo esto está en “engancharse”, es decir, que el paciente empiece a obsesionarse con los pensamientos y sentimientos asociados con la crisis de identidad. Si les da demasiadas vueltas puede convertirse en algo contraproducente, pudiendo derivar en la obsesión típica en un caso de depresión, sobre todo si la crisis se ha alargado más de lo que debería y el afectado no tiene la sensación de que haya avances ni respuestas.

Tratamiento en psicoterapia

Como hemos mencionado antes, las crisis de identidad no son ningún trastorno y no se debe patologizar la normalidad. Todo el mundo, a lo largo de su existencia, vive en algún momento una crisis de identidad sea por lo que sea. Puede ser que hayamos perdido nuestro empleo, haya fallecido nuestra pareja o que hayamos tenido un hijo, momentos de crisis que implican introducir cambios en nuestras vidas y replantearnos quiénes somos y qué hacemos en este mundo.

No obstante, dado que los síntomas pueden acarrear malestar psicológico y, a la larga, afectar a nuestra salud, acudir a un profesional para tratar una crisis de identidad no es motivo de vergüenza. Todo el mundo necesita ayuda en más de una ocasión, e intentar hacerse el “fuerte” pasando por un proceso tan complejo como lo es una crisis de identidad sin recurrir a apoyo de nuestros allegados o de un psicólogo puede ser más malo que bueno.

Ir al psicólogo sirve para adquirir técnicas y herramientas útiles no sólo para superar este complejo período, sino también para los que puedan venir en el futuro además de poder gestionar mejor nuestras emociones y expectativas hacia quienes somos y quiénes queremos llegar a ser.

Las personas que están viviendo una crisis de este tipo no suelen tener muy claro por qué se sienten mal, así que consultar a un psicólogo puede servirles para comprender qué lo que hace que se encuentren así son interrogantes sobre quiénes son, interrogantes que el psicoterapeuta les puede ayudar a darles respuesta.