Fernando Huerta: «Estamos poco entrenados a gestionar lo aversivo»
Más allá de las implicaciones médicas y económicas de la pandemia del SARS-CoV-2, no hay que olvidar que la crisis desatada por esta situación tiene un fuerte impacto negativo en la salud mental de muchas personas: bajada en los niveles de ingresos, limitaciones de movimiento, riesgo de sufrir una enfermedad potencialmente mortal o de que nuestros seres queridos la sufran, etc.
Este tipo de malestar psicológico se expresa muchas veces a través de los trastornos de ansiedad y la depresión, dos de las psicopatologías más comunes. Para conocer mejor la relación entre estas y la pandemia de coronavirus, en esta ocasión hablamos con el psicólogo Fernando Huerta, experto en el tratamiento de este tipo de problemas.
- Artículo relacionado: "Tipos de Trastornos de Ansiedad y sus características"
Entrevista a Fernando Huerta: la ansiedad y la depresión en la crisis de la pandemia
Fernando Huerta Moreno es psicólogo y formador, y lleva más de 25 años ayudando a personas con problemas como la depresión y los desajustes en el nivel de ansiedad. En esta entrevista nos habla acerca del modo en el que la pandemia de coronavirus ha tenido un impacto en la salud mental de las personas a través de estos dos tipos de psicopatologías.
Siendo que los trastornos de ansiedad y la depresión forman parte de las psicopatologías más frecuentes en las sociedades occidentales, ¿ante la pandemia también es esperable que estén entre los trastornos psicológicos que más crezcan en número de casos y en influencia en las personas?
Sí, es normal que crezcan, porque se parte ya de una prevalencia alta en ambos problemas en nuestras sociedades.
Había una proporción de personas que tenían signos y síntomas mantenidos de trastornos de ansiedad o depresivos, pero no los han abordado, y cuando aparece un factor como este de la pandemia, todas esas personas ven incrementado el problema de forma considerable, además también empiezan a estar afectados otros individuos que no tenían muestras de ninguna de ambas patologías, pero que por culpa de esta nuevo asunto en sus vidas comienzan a tenerlos, aunque normalmente en menor medida en cuanto a la intensidad y a la frecuencia de los mismos.
Evidentemente cuanto más permanezca la situación, más daño irá haciendo, en mayor medida a los que ya tenían estas manifestaciones. Pero también a los que no tenían ninguna, puesto que cuando vemos que una amenaza y no se soluciona, nos estresamos y nuestro estado de ánimo se ve afectado de forma casi ineludible de forma graduada, en función de la predisposición previa de cómo estábamos cuando aparece esta variable y del tipo de personalidad que cada persona tiene de base.
¿Qué elementos de la pandemia crees que contribuyen más a que surjan casos de trastornos de ansiedad en este contexto de la crisis del COVID-19?
El primero es que es una situación desconocida para nosotros, que requiere tener una especial atención cotidiana a algo potencialmente peligroso, que puede dañarnos o matarnos realmente, sobre todo para algunas personas que por sus características fisiológicas y psicológicas tienen el sistema inmunitario más debilitado, enfermedades previas o predisposición genética y por lo tanto son más vulnerables a tener peores consecuencias ante el contagio de esta enfermedad. Además hay gente que se asusta mucho ante las enfermedades u otros acontecimientos, o ya estaba con mucha ansiedad o deprimida, y eso también merma en cierta medida su sistema inmunológico.
El segundo factor es que podemos perder o hemos perdido a gente que queremos de primera línea en nuestras vidas, con todo lo que esto representa o representaría. Ante casos de pérdida debemos aprender a adaptarnos a la nueva situación, y eso siempre es algo complejo que no es baladí. Normalmente se produce un trastorno adaptativo como reacción normal, y ese hecho habrá que reestructurarlo bien tanto a nivel cognitivo como conductual, para no tener consecuencias negativas estables en nuestra existencia.
Por otro lado, la simple expectativa negativa, es decir, ver en imaginación que le ocurra algo serio a nuestros seres queridos, o incluso les pueda provocar la muerte, nos genera mucha ansiedad de forma estable y nos baja el estado de ánimo progresivamente, y a medida que va pasando el tiempo y la cosa no mejora, podemos entrar en angustia e indefensión.
Otro aspecto sería que sin darnos cuenta, nuestro software personal para enfrentarnos a situaciones de este calado no estaba preparado en nuestra sociedad, si lo comparamos con respecto a otros tiempos u otros lugares. Antes el número de enfermedades peligrosas era muy alto, y los medios para abordarlas microscópicos, debido a que la ciencia sanitaria no había avanzado, o sus remedios no estaban disponibles debido a las características económicas del país.
Nuestra tolerancia a la frustración ha ido bajando en este tema y en muchos otros. Estábamos casi configurando nuestra vida muy fielmente a lo deseado, y ahora todo ha cambiado de forma drástica, lo que nos causa gran perturbación. No poder salir, las mascarillas, no nos relacionarnos como antes, la imposibilidad de viajar... hay muchos factores que han cambiado de forma negativa y nos ha pillado flojos en cuanto al nivel de preparación para afrontarlos. Estamos muy poco entrenados a lo aversivo y a la incertidumbre, pues vivimos en sociedades que nos han vendido la falacia de que todo es apetitivo, que todo estaba controlado y era predecible.
Por último, reseñar que la accesibilidad que tenemos de familiares, amigos, conocidos, vecinos, compañeros de trabajo, personas afectadas por la enfermedad tanto de forma leve como grave o letal, cada vez es más frecuente. Pero no sólo importa la enfermedad y sus posibles consecuencias primarias y secundarias en nosotros o en nuestros seres queridos o cercanos, sino también otras como tema laboral, el cual se ha complicado en algunos con lo que eso implica, ya que nos afecta a muchos aspectos; dependemos de los ingresos para una gran variedad de cuestiones. Todo esto nos pone en alerta y nos hace ver las cosas de forma más aprensiva, incrementándonos la ansiedad y menoscabándonos emocinalmente.
Y en cuanto a la depresión clínica, ¿de qué maneras crees que esta situación puede reforzar la presencia de este trastorno entre la población? ¿Mediante las medidas de aislamiento y la menor capacidad para realizar pasatiempos y actividades estimulantes saliendo fuera de casa, quizás?
Normalmente, cuando tenemos cierta ansiedad de forma más o menos frecuente de forma diaria durante varios meses, suele aparecer sintomatología depresiva como consecuencia. Es muy lógico que se produzca por la tensión y por la visión negativa, la cual nos acaba dañando el estado de ánimo. Una vez tenemos esto, o si ya lo teníamos antes de que apareciera la pandemia, en el primer caso se va a incrementar habitualmente hasta que cambien las circunstancias, y en el segundo caso va a ser peor.
Hemos aprendido una forma de interpretar el mundo y de procesar emociones y ahora nuestra visión va a estar determinada por ese estilo de pensamiento que se suele dar por un formato muy típico de tipo ansioso o depresógeno, o ambos, así que tomamos datos, los interpretarlos y los etiquetamos siguiendo ese formato que nos guía sin darnos cuenta, condicionándonos negativamente.
En cuanto al aislamiento, sin duda hay correlaciones directas entre relaciones sociales y el humor, las restricciones afectan en cualquier esfera de la vida relacional, ya sean en la interacción familiar, laboral, escolar, meramente lúdica o de cualquier otro tipo. La interacción social, sea del tipo que sea, es importantísima para el ánimo de las personas.
El teletrabajo no es ninguna bendición para el estado de ánimo porque nos aísla; estar todo el día con el ordenador, la tablet, el móvil, o la televisión... Todo en su justa medida es bueno, pero cuando abusamos por las causas que sean, se vuelve en contra nuestra.
¿Qué consejos recomiendas seguir para adaptarse a la nueva situación previniendo la aparición de los trastornos de ansiedad y de la depresión?
Establecer protocolos sociales personales de actuación dentro de las limitaciones y de la prudencia, no olvidarnos de todos los refuerzos cotidianos que tenemos y que son a plazo fijo. Y pensar que es algo temporal que está en vías de solución, tomárselo como un reto vital que nos ha tocado, y que para muchas generaciones que no hemos pasado por ninguna circunstancia realmente complicada es algo tan sólo relativamente penalizador con respecto a otras situaciones de mayor calado, con consecuencias mucho más duras de forma objetiva en sus vidas, que muchas personas han tenido o tienen de forma cotidiana, pero han desarrollado por habituación mayor capacidad de adaptación en función de sus circunstancias habituales, pensando que podemos hacerlo nosotros también.
Es también importante no olvidarnos de que tenemos más tolerancia a la frustración de la que creemos, aunque la hayamos practicado poco; es cuestión de irse poniendo de forma progresiva, así nos iremos fortaleciendo, a medida que lo vamos consiguiendo nos damos feedback positivo, y cada día seremos más fuertes con respecto a una situación.
También es cierto que el ser humano tiene una buena resiliencia cuando nos pasan cosas que nos limitan o nos lesionan, así que si lo entrenamos bien obtendremos buenos resultados; no de forma inmediata pero sí en el medio y largo plazo. Nuestra capacidad de acomodación a los sucesos es mejor de lo que pensamos, y volveremos a nuestro estado anterior mejor de lo creemos.
Además todo esto nos puede valer para apreciar la situación en la que solemos vivir gracias a la ciencia y la tecnología, un mundo bastante agradable o controlado, gracias a su buen uso, en el que la cotidianeidad es bastante propicia y gratificante.
¿Cómo se sabe cuál es el punto en el que un problema de ansiedad o de bajo estado de ánimo ya ha adquirido la gravedad propia de un trastorno que requiere ir al psicólogo?
Cuando el malestar tiene una frecuencia y una intensidad importante, o bien se mantiene más de tres a seis meses aproximadamente, mi consejo es acudir a un profesional, ya que el castigo es muy duro y no conviene soportarlo por el sufrimiento y las consecuencias, o porque una vez vamos adquiriendo un hábito y una dirección de pensamiento negativo cuesta más deshacerlo. Es por estas dos causas que es deseable intervenir, para cortar el malestar intenso y concomitante, o para no hacer estable una interacción cognitiva y de respuesta patológica en nuestra relación con el entorno e internamente.
Si el nivel de sufrimiento es lesivo en el día a día, o hay interferencias habituales en la vida normal, en nuestro trabajo, en nuestras relaciones, en nuestras aficiones o cualquier otra parcela vital, es que estamos pagando una tasa demasiado alta y desproporcionada a la situación externa, Y sería bueno abordarlo de forma clínica.
Si hemos adquirido hábitos psicopatológicos y los hemos automatizado, también habría que tratarlos, ya que si no, nos sentiremos casi igual aunque las circunstancias cambien, porque hemos creado unas redes neuronales que nos impiden pensar y actuar correctamente. De esta manera evitaremos cronificar la ansiedad o el estado de ánimo bajo.
En los casos en los que la persona ya ha desarrollado un trastorno muy incapacitante de cualquiera de los dos tipos, ¿qué se hace en psicoterapia para ayudarle a superarlo?
Lo primero que hay que hacer es una historia individual, en la cual se exploran los distintos aspectos de la vida de la persona. Necesitamos conocer bien esto para hacer un enfoque serio del abordaje, no se entiende un problema fuera de un contexto vital, porque es determinante. Esta historia se complementa con una biografía, para que no nos queden piezas del puzzle sin conocer y evitar errores por falta de datos que podrían ser importantes a la hora de encarar el problema concreto.
Seguidamente pasamos pruebas de personalidad. La personalidad es la estructura interna con la que se relaciona un sujeto con el mundo y consigo mismo, por tanto también es fundamental. Para explicarlo de forma más comprensible, diríamos que es nuestro sistema operativo, que hace que pensemos y actuemos desde una perspectiva determinada con lo que eso significa a todos los niveles; además también determinará en parte el modo del tratamiento es cuestión ya que hay que ajustarlo a esa estructura.
Después se pasan pruebas específicas de cada problema, bien sea para la ansiedad o para el estado de ánimo. Con estas pruebas obtenemos la intensidad y también la diversificación, es decir, la gravedad del problema y también a qué zonas se ha extendido la patología, para en función de esto establecer prioridades a la hora de actuar. No podemos dar la misma importancia a cosas leves que a aquellas que son serias, las segundas serían las primeras a tratar y las primeras las dejaríamos para más tarde.
Posteriormente se hace un análisis de variables, que son las causas tanto estructurales como situacionales que han creado el trastorno y que además lo mantienen. Para que un problema haya surgido hemos haber tenido un aprendizaje; además, para que este siga presente, tienen que darse factores que hacen que persista en una persona, porque si no, habría desaparecido rápidamente, y es por esto que conocer bien los elementos que lo han creado y los que hacen que siga ahí es imprescindible para un buen tratamiento.
Para terminar, se aplican las técnicas y estrategias acordes a lo dicho anteriormente, el problema, el entorno, el estilo de vida, las variables y la personalidad. Para ello, hay que explicarle a la persona la teoría, hacer un entrenamiento, un ajuste de las mismas, una graduación y solicitar que tenga una actitud de implicación y corresponsabilidad con el profesional, dado que nosotros somos los técnicos, pero él es el que ejecuta, sobre todo en las técnicas de conducta porque las cognitivas se pueden aplicar en mayor medida en el despacho u online por el profesional, pero aún así ha de aprenderlas y activarlas fuera.
Con todo esto se hace un diagnóstico, una evaluación y un tratamiento, se acometerían ambos problemas. La psicología como ciencia obtiene muy buenos resultados, siempre que se utilice y se trabaje de forma adecuada por el psicólogo y el cliente, resolviendo problemas que son dolorosos para las personas, pero cuyo pronóstico es bueno cuando se interviene en ellos, así que no hay que desesperarse por los mismos, sino abordarlos para eliminar el malestar y así conseguir bienestar y felicidad en nuestras vidas.