Delirio de culpa: qué es, características, causas y tratamiento
El delirio de culpa muestra las características propias de otros delirios, pero presentando como tema central la creencia irreal de que somos el o la culpable de un acontecimiento negativo.
Este tipo de delirio se vincula normalmente con la depresión, pero el tratamiento empleado dependerá de cuál sea la afectación principal que cause este problema.
En este artículo conocerás mejor que se entiende por delirio y en concreto por delirio de culpa, cuáles son sus síntomas principales, las causas que lo generan y cómo tratarlo.
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¿Qué es un delirio?
Los delirios se consideran una alteración psicológica asociada a los trastornos mentales que afectan al contenido del pensamiento; se definen como juicios falsos que son mantenidos por el sujeto con plena convicción aún cuando se presentan evidencias y experiencias incompatibles con esa idea. De este modo, es un síntoma propio de la patología psicótica aunque puede presentarse en pacientes con otros trastornos distintos a los típicamente psicóticos: por ejemplo, en el trastorno bipolar, los trastornos depresivos, el delirium o las demencias.
Son creencias inmodoficales e incorregibles, es decir que se mantienen estables a lo largo del tiempo. Se muestran con una gran convicción e intensidad: el sujeto está plenamente convencido de que reflejan la realidad y no hay nada que le pueda hacer cambiar de opinión; su pensamiento no es respaldado por su cultura, y su entorno no tiene esta misma creencia.
Del mismo modo, la idea delirante genera una gran preocupación en el sujeto; gran parte de su día, por no decir todo, gira en torno a esta creencia. En algunas ocasiones, sobre todo en los pacientes con esquizofrenia, la idea delirante es implausible, lo que quiere decir que no tiene sentido y no puede ocurrir en la realidad; por ejemplo puede creer que ha perdido los órganos internos y que está vacío por dentro.
Normalmente los delirios son de temática personal, y dada la plena creencia que tiene el paciente de estas ideas, no hace nada para evitarlas ni lucha para que estas desaparezcan.
Las ideas delirantes son un síntoma psicótico; por sí solas no comportan un trastorno, es necesario cumplir otros criterios como la presencia de otros síntomas o un tiempo mínimo de duración de la afectación.
Por otro lado, es importante diferenciarlo del otro síntoma psicótico característico: las alucinaciones. Estas se consideran una alteración de la percepción, y en ellas se ven afectados los cinco sentidos, es decir, el sujeto puede ver, escuchar, oler, sentir el tacto o saborear un estímulo que realmente no existe.
Ahora que ya conocemos qué es una idea delirante y cuáles son sus principales características nos centraremos en el delirio de culpa.
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¿Qué es el delirio de culpa?
En el delirio de culpa observamos una convicción plena de la idea de que uno es culpable de algo y que su estado negativo actual es culpa suya. Este tipo de delirio se muestra principalmente en sujetos con trastorno depresivo mayor, quienes aparte de tener síntomas propios del estado depresivo también presentan síntomas psicóticos, en este caso una idea delirante.
Será importante que nos aseguremos que la idea de culpa se presenta de forma intensa, persistente y con elevada convicción; estas características deben de mostrarse para poder diferenciar de la simple culpa por un hecho que ha acontecido y del que creemos que podríamos haber hecho más.
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Síntomas principales
Los síntomas que presentan los pacientes con este tipo de delirio son los propios de las ideas delirantes pero centrados en el tema de ser el culpable y responsable de un hecho. El sujeto puede tener alucinaciones vinculadas con el delirio, es decir, que son acordes al tema de este; pero normalmente en sujetos con depresión y delirio de culpa no se suele observar otros síntomas psicóticos. El estado de ánimo es acorde con el delirio, por esta razón es común que aparezca en individuos depresivos.
También observamos anosognosia, término que refiere que el paciente no es consciente de tener ninguna patología, él lo percibe como algo real. La afectación que muestra el individuo dependerá de qué otros síntomas tenga; por ejemplo, el trastorno de esquizofrenia presenta mayor alteración que el trastorno delirante. Ahora bien, en el delirio de culpa no se percibe una especial afectación del ámbito psicosocial.
Los casos de menor afectación implican que solo se verá afectado el entorno vinculado al tema de la idea delirante, pudiendo el paciente seguir funcional en otros contextos. Asimismo, si no se interviene el delirio tiende a cronificarse integrándose cada vez más en la vida del sujeto. Pese a tratarlo, persiste en el sujeto una mayor vulnerabilidad a volver a desarrollarlo ante un estímulo que lo desencadene.
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Causas
Son distintas las causas que pueden comportar la aparición de un delirio de culpa; como sucede en la mayoría de trastornos, parte de estos desencadenantes se debe a factores biológicos o genéticos, como por ejemplo una infección viral o problemas en el neurodesarrollo, y otra parte está influida por causas ambientales, aprendidas, como por ejemplo el entorno de crianza, o la familia.
Se cree que los factores vinculados con la aparición de las ideas delirantes son los siguientes: las disfunciones cerebrales, el tipo de personalidad (según la personalidad hay mayor predisposición a presentar un delirio y también influye en la temática de este), el mantenimiento de la autoestima (este factor suele presentarse en delirios que hacen referencia uno mismo), y el afecto (el delirio de culpa se muestra principalmente en la depresión; por tanto, el afecto tendrá gran influencia en este caso).
Otros factores relacionados con la aparición de los delirios son las experiencias inusuales (ante experiencias que el sujeto tiene y no pueda explicar se cree que puede surgir la tendencia a servirse de ideas delirantes para darles sentido) la sobrecarga cognitiva (como una activación excesiva) o la hipervigilancia (se vincula con un cambio en el funcionamiento cerebral que podrían derivar en la formación de delirios).
Asimismo, las variables interpersonales influyen en la manifestación de ideas delirantes (se observa un déficit en habilidades sociales que comportaría dificultades en las interacciones sociales), aislamiento social (como consecuencia el sujeto no contaría con la validación social de sus creencias), y variables situacionales (como podría ser el aislamiento sensorial o falta de estimulación).
La inercia para mantener la creencia se observa en todos los sujetos, no sólo en los que han desarrollado una patología; si la idea es aceptada por el paciente y la cree verdadera, será difícil que la abandone o la cambie. Otro fenómeno relevante es la profecía autocumplida: la idea delirante influye y afecta en la conducta haciendo que el entorno termine actuando confirmando el delirio.
También son importantes los sesgos en las atribuciones: al seguir presentándose las percepciones o experiencias extrañas, estas verifican el delirio.
Tratamiento
Cuando iniciemos el tratamiento del delirio será necesario valorar cuál es la afectación principal que tiene el paciente, es decir, se observa si aparte del delirio hay un trastorno mental, como por ejemplo el ya nombrado trastorno depresivo. Si es así los profesionales de la psicoterapia se centran en intervenir el problema primario utilizando las técnicas de tratamiento propias de esa patología.
Ahora bien, para disminuir los delirios los tratamientos que se han propuesto son muy similares a los utilizados con la esquizofrenia. Cuando afrontemos la idea delirante es importante hacerlo de manera progresiva para ir ganándose la confianza del paciente. En la mayoría de ocasiones el sujeto no asiste a terapia de manera voluntaria sino derivado por un médico o por recomendación familiar.
También es útil el uso de psicofármacos, sobre todo cuando el paciente se encuentra agitado o alterado, en fase aguda. La intervención psicológica, como hemos dicho, es similar a la empleada para el tratamiento de la esquizofrenia siendo la terapia cognitivo-conductual la más usada para afrontar los delirios.
Una de las intervenciones más probadas es la terapia cognitiva de Chadwick, Birchwood y Trower basada en la reestructuración cognitiva. Las dos técnicas principales son el desafío verbal, que presenta la intención final de cuestionar las creencias delirantes, y la prueba de realidad que se basa en la comprobación empírica de la creencia delirante.