¿Cómo es la intervención psicológica para gestionar el dolor crónico?
La existencia del dolor forma parte de un mecanismo evolutivo que nos permite reaccionar rápidamente cuando algo va mal en nuestra salud. De hecho, es tan útil que todos los animales vertebrados y buena parte de los invertebrados tienen la capacidad de sentirlo, y las personas con patologías que impiden sentir dolor tienen un riesgo mucho mayor de seguir comprometiendo su integridad física.
No obstante, del mismo modo en el que las partes del cuerpo responsables de la sensación del dolor pueden quedar afectadas por una enfermedad que la suprime, también puede darse el caso contrario: que por una alteración, el dolor sea prácticamente constante, sin que haya un elemento que esté dañando los tejidos celulares del cuerpo o sin que se pueda hacer nada para remediar el problema que lo genera. En situaciones así hablamos de dolor crónico; en este artículo veremos cómo se aborda en psicoterapia.
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¿Qué es el dolor crónico?
El dolor crónico es la percepción subjetiva y localizada de un dolor más o menos intenso que se mantiene de manera relativamente constante más allá del tiempo de curación; puede durar semanas, varios meses e incluso años.
Las causas de esta alteración pueden ser infecciones, por someter a ciertos nervios a presión o a pinzamiento (por ejemplo, a causa de un tumor o una operación con complicaciones) asociados a patologías crónicas, o puede ser neuropático, lo cual ocurre cuando el problema es el propio funcionamiento del sistema nervioso en sí.
Estas sensaciones de malestar pueden presentarse a través de varias experiencias subjetivas: desde pinchazos, hasta hormigueos, ardores, o un dolor profundo que afecta a zonas más o menos grandes del cuerpo. Así mismo, dichos síntomas pueden variar en cuestión de horas e intensificarse bajo ciertas condiciones: por ejemplo, en los días de mayor actividad física o bien en momentos en los que la persona no deja de pensar en su propio dolor.
Técnicas de intervención psicológica en el dolor crónico
Puesto que la sensación que provoca el dolor varía de una persona a otra, las intervenciones psicológicas deben adaptarse siempre a las necesidades de cada paciente y al tipo de malestar que experimenta. Pero yendo más allá de los casos particulares, hay una serie de procedimientos terapéuticos que estadísticamente han mostrado ser eficaces ante el dolor crónico. Las veremos a continuación.
1. Técnicas de relajación
Las técnicas de relajación tienen como objetivo reducir los niveles de tensión, estrés y ansiedad de la persona, y permiten desplazar el foco de atención más allá del malestar.
Este tipo de procedimientos parten del supuesto de que el dolor se incrementa con la ansiedad, el estrés y la activación excesiva del organismo de la persona, tanto a nivel cardíaco como en los niveles de tensión general.
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2. Biofeedback
El Biofeedback consiste en crear un contexto en el que el paciente pueda obtener información en tiempo real acerca de su nivel de activación (gracias a sensores aplicados sobre su piel), sobre todo en lo relativo a su actividad nerviosa.
Esto permite que la persona con dolor crónico incorpore una serie de estrategias útiles de gestión emocional y de regulación de ciertos procesos fisiológicos; de este modo, logra normalizar los sistemas de activación y regulación fisiológica alterados.
3. Hipnosis
La hipnosis clínica es otra de las terapias psicológicas que han demostrado efectos positivos a la hora de gestionar y mitigar el dolor crónico. Es un procedimiento basado en la sugestión y en el establecimiento de un estado de conciencia similar al que aparece justo antes de dormir, que permite abstraerse del malestar y dirigir la mente hacia otras fuentes de estimulación.
4. Mindfulness
El Mindfulness es una serie de prácticas que favorecen la aparición de un estado psicológico conocido como Atención Plena, que permite desprenderse de pensamientos intrusivos y dinámicas emocionales que perpetúan el malestar. Se inspira en la meditación Vipassana.
5. Técnicas vinculadas al modelo cognitivo-conductual y la ACT
El dolor crónico suele estar vinculado a los problemas psicológicos que van más allá del dolor en sí y se plasman en ansiedad y síntomas de tipo depresivo; ambas fuentes de malestar se refuerzan entre sí. Por eso, en terapia también se trabaja para debilitar la alteración por su faceta puramente emocional y asociada a determinadas creencias y sentimientos sobre uno mismo y la enfermedad que se sufre.
La terapia cognitivo-conductual es una de las más utilizadas por los psicólogos, y su aplicación combinada con un tratamiento médico adecuado ha demostrado su éxito a la hora de reducir eficazmente el dolor de la persona y los estados de ánimo negativos que lo provocan. Consiste en una modificación de sistemas de creencias, patrones de pensamiento pensamientos y hábitos que sin que nos demos cuenta están reforzando y perpetuando el trastorno que nos afecta.
La Terapia de Aceptación y Compromiso, o ACT (Acceptance and commitment therapy) forma parte de las terapias contextuales, que a su vez se basan en el modelo cognitivo-conductual. Esta se basa en la importancia de no adoptar patrones de conducta asociados a la evitación del malestar a toda costa, dado que esta estrategia da lugar al efecto paradójico de que se le presta más atención a lo que nos hace sentir mal. Así, propone maneras de aceptar la existencia del dolor físico y/o emocional, al menos en cierta medida, para que el resto de experiencias y sensaciones del día a día le resten protagonismo y favorezcan su mitigación.
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Referencias bibliográficas:
- IsHak W.W.; Wen, R.Y., Naghdechi, L.; Vanle, B.; Dang, J.; Knosp, M. et al. (2018). Pain and Depression: A Systematic Review. Harvard Review of Psychiatry, 26(6): pp. 352 - 363.
- Main, C.J.; Spanswick, C.C. (2001). Pain management: an interdisciplinary approach. Nueva York: Elsevier.