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Teoría de la coherencia central: en qué consiste y cómo explica el autismo


A cada instante recibimos una cantidad inimaginable de estímulos del entorno que nuestro cerebro se encarga de procesar.

Pero, ¿cómo es posible hacer frente a esa ingente cantidad de información, integrándola de forma casi instantánea? Parte de este mérito lo tiene la teoría de la coherencia central, concepto que vamos a explorar en profundidad en las siguientes líneas.

¿Qué es la teoría de la coherencia central?

Para hablar de la teoría de la coherencia central debemos remontarnos al año 1989, que fue cuando la psicóloga Uta Frith, del University College de Londres acuñó este concepto. Según Frith, nuestro cerebro siempre busca una línea de coherencia en todos los estímulos que capta del entorno a través de todos los sentidos, para poder integrarlos y agruparlos rápidamente.

De esta manera se le da forma a toda la información con que nos vemos bombardeados a cada instante, creando conjuntos de estímulos que han accedido por vías diferentes (la vista, el oído, etc.) y automáticamente se agrupan para establecer la coherencia que necesitamos para poder comprender la realidad que tiene lugar a nuestro alrededor y que percibimos en todo momento.

Imaginemos por un instante lo caótico que resultaría si no fuéramos capaces de interpretar que lo que percibe nuestra vista, nuestro oído o nuestro tacto, en un momento determinado, forma parte de un mismo estímulo, y no pudiéramos establecer una conexión entre toda esa información. Esto ocurre en algunos individuos, en aquellos afectados por los Trastornos del Espectro Autista, y es en lo que la doctora Frith centró su investigación. Lo veremos en el siguiente punto.

Teoría de la coherencia central débil

Lo que Uta Frith descubrió es que las personas afectadas de autismo tienen dificultades para aplicar este mecanismo, por lo que para estos individuos se aplicaría lo que ella llamó teoría de la coherencia central débil.

Es decir, parte de las características de los trastornos del espectro autista se podrían explicar porque estas personas no tendrían la capacidad (o bien sería más reducida) de asociar automáticamente los estímulos percibidos para adaptarlos a patrones comunes.

Este fenómeno hace que muchas veces las personas que sufren de autismo tiendan a focalizar su atención en detalles muy concretos de la realidad y no en el conjunto de los elementos que la conforman. Esto tiene los inconvenientes que ya hemos visto, pero a cambio puede generar un sorprendente efecto, y es una capacidad impensable en el resto de individuos para procesar detalles concretos.

Recordemos la famosa escena de la película Rain Man, en la que el personaje interpretado por Dustin Hoffman, un hombre con un tipo de autismo, ve como a la camarera del restaurante donde está se le cae una caja de palillos, esparciéndose todos por el suelo. Automáticamente sabe que hay doscientos cuarenta y seis, que sumados a los cuatro que no han llegado a caer, completan los doscientos cincuenta que había originalmente.

En este ejemplo podemos observar claramente un ejemplo de la teoría de la coherencia central débil, que en lugar de agrupar los estímulos en conjuntos permiten a la persona que la sufre centrarse en detalles muy concretos, como es el número de palillos que hay en el suelo, en este caso. Una persona que no sufriera esta patología, salvo que cuente con una capacidad muy desarrollada, tendría que haber contado los palillos uno a uno para conocer la cantidad exacta que había.

Revisión del concepto

Sin embargo, estudios posteriores de la psicóloga Francesca Happé y de la propia Uta Frith, en 2006, hicieron cambiar la visión original del concepto de la teoría de la coherencia central débil, expuesta 15 años antes. Esta revisión dio lugar a tres cambios importantes, que se reflejan en tres nuevas hipótesis al respecto. Vamos a revisar cada una de ellas para conocer en qué consisten esos cambios propuestos.

1. Superioridad en el procesamiento local

La primera de las hipótesis hace referencia a una supuesta superioridad que se estaría dando en los procesamientos locales (los de los detalles concretos) en contraposición al procesamiento central. Es decir, la visión cambiaría el déficit que se creía que había en el procesado general, sustituyéndolo por una superioridad en los procesos de elementos locales, por lo que se estaría cambiando la perspectiva de la cuestión original.

2. Sesgo cognitivo

Por otro lado, la nueva revisión de la teoría de la coherencia central, en este caso débil, afirma que las personas que padecen autismo no es que sean incapaces de realizar un procesamiento global de la realidad, sino que cuentan con un sesgo cognitivo que les hace tener una predisposición a utilizar más frecuentemente el procesamiento local y por ello tienen a centrarse en detalles muy concretos y no en los conjuntos de estímulos.

3. Dificultades sociales

El tercer cambio de perspectiva tiene que ver con las dificultades en las interacciones sociales que los sujetos que padecen de TEA suelen experimentar, y es que la primera visión de la teoría de la coherencia central débil ponía a esta como causa de dichos problemas en la interacción con los semejantes, mientras que la nueva perspectiva lo que hace es presentar este comportamiento como una característica más de la cognición dentro de las personas con autismo.

Otras visiones

Pero esa no es la única revisión que ha sufrido la teoría de la coherencia central. En 2010, el doctor Simon Baron-Cohen, especializado en el estudio del autismo, actualizó la visión de este concepto, adaptándola a las nuevas investigaciones realizadas. En ese sentido, la modificación más novedosa fue relacionar la teoría de la coherencia central con la de la conectividad.

A lo que se refiere dicha teoría es que los individuos con trastornos del espectro autista tendrían lo que se conoce como hiperconectividad de corto alcance en lugar de largo alcance. ¿En qué se traduce esto? En que estas personas tienen más redes neuronales dedicadas a conexiones locales, cercanas.

Otro concepto que introduce es el de la hipersensibilidad sensorial, que explicaría por qué algunas personas con autismo tienen tan desarrollada la capacidad de encontrar y analizar ciertos estímulos por la vía visual. Aquí encajaría perfectamente el ejemplo de Rain Man y los palillos que veíamos al principio. Al tener esa hipersensibilidad sensorial y esa abundancia de conexiones neuronales, el individuo puede, en un solo vistazo, decir el número exacto de palillos que hay.

La de Baron-Cohen no es la única visión diferente a la de Frith. También encontraríamos, por ejemplo, los trabajos de Peter Hobson, que aporta un punto de vista diferente a la teoría de la coherencia central en lo referente a las capacidades de relaciones sociales de las personas que padecen de trastornos del espectro autista.

Según Hobson, por regla general, todas las personas nacen con la capacidad de poder interactuar con nuestros semejantes de una manera emocional. Sin embargo, los sujetos con autismo nacerían sin dicha capacidad, lo que les produciría las dificultades para relacionarse que ya habíamos mencionado antes. Lo que estaría fallando es un proceso de acción-reacción en el que se simplifican todas las interacciones humanas de tipo afectivo.

Al no contar con dicho mecanismo, se iniciaría una cadena dificultaría al sujeto, siendo niño, el reconocer adecuadamente las emociones e intencionalidades del prójimo, lo que le haría carecer de un entrenamiento vital para tener unas correctas habilidades sociales ya de adulto que le permitan relacionarse con fluidez con el resto de individuos. Hay que tener claro que estas aseveraciones son parte de la teoría de Hobson, y existen otros puntos de vista que divergen de ellas.

En conclusión

Ya hemos explorado los orígenes de la teoría de la coherencia central, especialmente de la que se conoce como débil, así como sus diferentes revisiones y otras teorías relacionadas e incluso enfrentadas a ella.

Lo fundamental es que esta teoría nos permite entender más detalladamente algunas de las características del comportamiento de los individuos con autismo, lo cual es tremendamente útil para todos los que trabajen o convivan con personas pertenecientes a este colectivo.

No obstante, se trata de un campo en constante desarrollo, continuamente se publican nuevos artículos acerca de los trastornos del espectro autista que mencionan esta y otras teorías, por lo que debemos permanecer actualizados con los estudios que se vayan realizando cada año para estar al corriente siempre de las ideas más contrastadas y que mejor expliquen procesos tan delicados y tan importantes como los que hemos ido viendo a lo largo de este artículo.

Referencias bibliográficas:

  • Baron-Cohen, S., Chaparro, S. (2010). Autismo y síndrome de Asperger. Alianza Editorial.
  • Frith, U. (1989). A new look at language and communication in autism. International Journal of Language & Communication Disorders.
  • Happé, F., Frith, U. (2006). The Weak Coherence Account: Detail-focused Cognitive Style in Autism Spectrum Disorders. Journal of Autism and Developmental Disorders.
  • López, B., Leekam, S.R. (2007). Teoría de la coherencia central: una revisión de los supuestos teóricos. Infancia y aprendizaje. Taylor & Francis.